¡SOBRE COMO LA REENCARNACIÓN LLEVA A LA PERDICIÓN ETERNA!



-AUTORES VARIOS-


La reencarnación desde una visión actualizada de la esperanza cristiana

Por:  Mario Gutiérrez J., S.]. 

 Doctor en Teología, Universidad Gregoriana, Roma. Profesor de Antropología Teológica: Escatología Cristiana. 

- I PARTE -

Introducción 

Durante mucho tiempo la teología cristiana no se ha preocupado por reflexionar sobre la idea de la reencarnación, tan difundida por otra parte en los ambientes orientales. La Iglesia en sus comienzos consideró que se trataba de algo más bien esotérico y que no se conciliaba con su creencia en la irrepetibilidad de la vida humana. Hoy en día adveltimos que la idea de la reencarnación no sólo es profesión de las religiones hinduistas y del budismo, o de las religiones africanas y latinoamericanas, o de la teosofía y la antroposofía, sino también del "espiritismo", del "ocultismo" y de la "Nueva Era". En la actualidad las encuestas efectuadas en varias naciones revelan altos porcentajes de simpatizantes del pensamiento reencarnacionista. 

¿Cómo afrontar un debate con espíritu de diálogo y sin una actitud dogmatista, que cierre todo espacio para una expresión serena y una construcción efectiva? Queremos hacer nuestras las insinuaciones de Hermann Haring y Johann Baptist Metz en su editorial al número 249 de la revista Concilium en octubre de 1993. Ellos insisten en un espíritu de diálogo, que no excluye la propia posición firme y decidida. 

Este espíritu exige que no condenemos de plano la idea de la reencamación, sino que le reconozcamos su dignidad religiosa y su capacidad para resolver, en su cosmovisión, problemas religiosos. El tono de apelación autoritativa a nuestra propia tradición debe ceder el paso a la iniciación de un debate objetivo. Es preciso que tengamos sumo cuidado en no objetivar con precipitación y hasta ridiculizar las ideas de la reencamación, identificándolas con trivialidades. 

Hay que advertir que nunca estaremos en capacidad de integrar en las descripciones el sentimiento existencial, la fuerza utópica y la vinculación ética de los símbolos religiosos. Esto no sólo se aplica a la resurrección, sino también a la reencamación. Ningún símbolo religioso fundamental habla jamás por sí solo, sino que adquiere su significación exacta en el contexto de otras afirmaciones, Cf. HÁRING HERMANN - MErZ JOHANN BAPTIST, Editorial, en Concilium 249, Octubre 1993, pp.8s:

Para fundamentar un poco más la seriedad con que debemos llevar adelante la confrontación, hemos de subrayar algunos anhelos comunes con la esperanza cristiana en la resurrección, que justifican la fuerza religiosa que adquiere la idea de la reencamación. Ellos hacen plausible el diálogo abierto y sincero:  

 La pregunta por el origen y el futuro, el de dónde y hacia dónde de nuestra existencia individual y colectiva. 

- La preocupación por la injusticia y el mal que hay en el mundo y el deseo de una justicia universal. - El clarificar nuestra vinculación con los antepasados, con los amigos y las personas a quienes queremos, más allá de los límites de la muerte: ¿estaremos con ellos, gozaremos de su presencia?

 - La existencia de un camino de purificación, en el que nos vamos desligando de nuestras acciones anteriores, del egocentrismo y de la superficialidad. 

- La experiencia de las oportunidades perdidas, de las limitaciones propias y de las numerosas posibilidades que no se alcanzarán nunca en una vida. 

- La búsqueda de una posible explicación de determinados fenómenos sicológicos, Cf. [bid p. 9; KEHL MEDARD, EscatoÚJgía - Lux Mundi 70, Salamanca, Ed. Sígueme 1992, p. 64. 120 La reencarnación desde la esperanza cristia
 
Es preciso, pues, captar con sensibilidad y cautela estas aspiraciones, para adoptar una actitud dialogal positiva. En un primer momento trataremos de delimitar los elementos de la reencarnación; luego destacaremos algunos de los momentos históricos principales. Estos dos pasos serán una preparación para mirar la reencarnación desde la esperanza en la resurrección, en algunas perspectivas fundamentales No hay duda de que se trata de una visión netamente teológica. No es el propósito de la presente reflexión abordar otros aspectos del tema, como serían el filosófico y el sicológico. Tampoco se pretende abarcar todos los puntos de vista. Esperamos ofrecer alguna claridad sobre la posición que un cristiano debe asumir desde su fe y su esperanza. 


1. ¿QUE ES LA REENCARNACION? 


No es fácil ofrecer una definición que sea adecuada para todos los matices con que se presenta la reencarnación en los diferentes tiempos y lugares. La respuesta a nuestra pregunta es apenas una aproximación, que destacará la idea y los elementos básicos. Si en el ser humano existe algo potencialmente divino, él deberá desarrollarse en el espacio y el tiempo, hasta el momento en que haya realizado su propia naturaleza, cuando lo latente en él se manifieste plenamente. La vida humana individual es muy breve, en la mayoría de los casos. 

Esta brevedad se juzga a partir de nuestra propia experiencia y no tanto por criterios lógicos. Supuesta esta experiencia y dado que la muelte no aporta al hombre la iluminación de modo automático, se impone la necesidad de una serie de vidas sucesivas. En este sentido la doctrina de la reencarnación se coloca en línea con la de la evolución y la complementa con una dimensión espiritual: el espíritu (atman, jiva, vivanna) adopta formas cambiantes, pasa por experiencias siempre nuevas, busca posibilidades de expresión cada vez mejores, hasta que al fin abandona toda forma y conoce su infinitud. De estas ideas básicas se sigue que en la doctrina de la reencarnación es posible distinguir dos elementos: 

1. El elemento activo y positivo de progreso hacia la realización suprema, hacia el ser uno con la realidad divina. 

2. El elemento pasivo y negativo: la transmigración del alma se reduce casi exclusivamente a una serie de castigos que padecemos por faltas anteriores o incluso por un "pecado original" pretemporal. En este contexto se entiende la ley del Karma, llamada también ley de la causa yel efecto. Ahora bien, esta ley no lo es todo. La doctrin~ de la reencarnación no se limita a mirar hacia atrás, para tratar de explicar nuestra vida actual, no demasiado satisfactoria, por el pasado, sino que dirige su mirada hacia adelante. El camino por el que el género humano alcanzará su perfección debe recorrerlo cada ser humano. Pero este recorrido no puede realizarlo en una misma vida, sino que deberá estar más de una vez en el mundo. Luego es preciso que se reencarne para obtener nuevos conocimientos y competencias, Cf.  TORWESTEN H., Sind wir nur einmal aufErden? Freiburg 1983, pp. 21 s. Citado por Kehl Medard, Escatología p. 61.

[(La reencarnación es la creencia consistente en que la esencia individual o ser de las personas (alma o espíritu) empieza una nueva vida en un cuerpo, forma física o cuerpo humano nuevo diferente después de la muerte biológica.

Esta creencia aglutina de manera popular diversos términos:

Metempsicosis, que viene del término griego meta (después, sucesivo) y psyche (espíritu, alma).
Transmigración (migrar a través).
Reencarnación (volver a encarnar).
Renacimiento (volver a nacer).
Metensomatosis: viene de meta (después, sucesivo) y soma (cuerpo).
Palingenesia o palingénesis: procede de palin (de nuevo) y genesis (nacer/principio))].


2. MOMENTOS HISTORICOS: 


Originalmente la idea de la reencarnación se encuentra en muchas religiones arcaicas. Ha llegado a considerarse como una de las creencias más antiguas del mundo. En efecto algunos arqueólogos sostienen que el pensamiento de la reencarnación se adivina en la costumbre de enterrar los cuerpos en posición fetal, ya desde el 10.000 a. c., para facilitar el renacimiento. Este punto de vista se ve reforzado por los mitos de esos pueblos, cuyas costumbres funerarias fueron diseñadas para producir el renacimiento de los fallecidos a una nueva vida: la limpieza del cadáver, equivalente a la del recién nacido; la mortaja, posible representación del recubrimiento del feto por las membranas, Cf. a. CHRISTIE- MURRA y DA VID, Reencarnación, Santafé de Bogotá, Ed. Printer Latinoamericana 1993, p. 15.

No sena un trabajo carente de interés el ir siguiendo las huellas y distinguiendo los matices en lo relativo a la reencarnación en las diferentes tribus y en los diferentes pueblos. Ahora bien, esto excede los lúnites de nuestra reflexión. Nos contentaremos con afirmar que en estas religiones primitivas: o se creía que el alma de un difunto renacía en un miembro de la misma tribu, por ejemplo el abuelo renacía en su nieto; o se admitía una metamorfosis radical del alma en una figura animal, vegetal o inorgánica. La experiencia que subyace en esta visión es la que considera la vida como un poder cíclico que no termina y que da cierta consistencia y seguridad a la realidad individual y social. La muerte es sólo la interrupción de ese ciclo, pero no su terminación definitiva, Cf. KEHL. Escatología. p. 62.

Destaquemos algunos momentos históricos de la reencarnación. En el Oriente encontramos el zoroastrismo, que en la actualidad practican los parsees de la India. Es una religión que excede los límites de lo tribal y se convierte en supranacional. El último de la serie de los Zoroastros vivió en el 7.000 a.e. y enseñó que las almas humanas son espíritus inmortales e infinitos que vienen de lo alto para pasar una sucesión de vidas en cuerpos mortales, con el objeto de obtener experiencia y luego retornar. En el llamado "antiguo Egipto" la reencarnación fue uno de los puntos de vista de lo que sucedía después de la vida. Se creía en el renacimiento de las personas de la realeza y la aristocracia y también de las personas inferiores.

Las reencarnaciones no siempre eran bienvenidas y ésta era una de las razones para embalsamar al muerto: retrasar o prevenir su regreso a la vida terrena. Los egipcios fueron los primeros en enseñar la inmortalidad del alma. A la muerte del cuerpo, el alma entra en alguna otra cosa viviente, vuelve a nacer y después de haber vivido en todas las criaturas de la tierra, el mar y el aire, vuelve a nacer en un ciclo que dura tres mil años y vuelve a entrar en un cuerpo humano. donde renace. 

En el paraíso egipcio parece que era deseable el poder de la transformación. Este era un privilegio de los personajes importantes y de los justos. Les permitía transformarse en cualquier cosa que les gustara y en cualquier parte del universo que desearan. Son testimonio de esto las numerosas alusiones a la doctrina en los escritos rituales, las inscripciones y las demostraciones de los libros funerarios acerca del renacimiento del alma en un nuevo ser formado por la reunión de elementos corporales, y que pasaba por una sucesión de infancias, juventudes y períodos de madurez, para alcanzar nuevas existencias terrestres bajo numerosas formas. 

No es del todo claro que los egipcios pensaran en un renacimiento de los humanos como animales. En cambio parece que era más generalizada la enseñanza sobre la ascensión del alma, a través de todos los grados, hasta convertirse en humana; de aquí progresaba hacia la perfección, a lo largo de miles de grados de inteligencia cada vez más elevada. El hinduismo es la más antigua de las grandes religiones que han sobrevivido. No es posible darle una fecha precisa de nacimiento y una fuente única y exacta. Tuvo su origen en algún momento durante el cuarto milenio antes de nuestra era. La tradición más antigua se remonta probablemente a los años 2.000 - 1.500 a.e. Las nociones esenciales se afianzan entre los siglos X y V a.e., con la redacción del Rig Veda (saber de las estrofas) (siglo XV a X a.e.) y de los grandes Upanishads ("aproximaciones") (primer milenio a.e. y primeros siglos d.e.). 

En el Rig Veda la muerte aparece como parte inevitable del caos y de la cual hemos de evadirnos en lo posible. La "inmortalidad" era entendida como una plena duración de vida de unos cien años. En esta etapa antigua se expresan tenuemente las ideas sobre el destino de los muertos, que parecen representar varios grados del renacer, pero no se dice expresamente que el muerto ha de renacer en la tierra bajo ninguna forma. 

En los Brahmanas (interpretaciones sobre el Brahman) se encuentra muy claro un temor a la muerte. Ella es tenida por mala y hay que acudir a rituales diferentes para superarla. Se habla de un renacer, pero en un sentido extraterrestre. Lo que en realidad era temible para los autores de los Brahmanas era la "muerte recurrente" o periódica, que, por lo demás, es la clave para comprender la actitud hindú hacia la reencarnación. 

El renacer en la tierra es la innovación de los Upanishads. En ellos no aparece el miedo a la muerte. Hablan de una segunda muerte, antes de comenzar a hablar del renacer. No identifican la muerte con el caos, sino que la consideran como orden, sueño·sin ilusiones y liberación final de la vida (moksha). La contraponen a la vida, que es la caótica y una verdadera pesadilla.

Toda vida, cósmica y divina, está sujeta a la ley del karma o ley de la causa yel efecto. Karma ("acto", "obra") es la fuerza invisible e inaudita.. que emana de todos los actos humanos: cada uno de ellos trae consigo su resultado inevitable; lo correcto tiene como efecto lo correcto, mientras que lo erróneo produce lo erróneo. Esta ley del karma rige muy estrictamente para la vida moral, que precisamente por ello está determinada por la justa sanción del bien y del mal. 

Para evitar la pesadez del karma, el ideal sería mantenerse en el inmovilismo de la no-acción: trabajar, vestirse, alimentarse, desplazarse lo menos posible; estar despegado de todo; vivir como si no existiéramos. ¿No explicará esto cierto fatalismo e inercia, de los que pueden dar impresión las masas indias frente al activismo de occidente? En su fundamento el karma es la explicación del destino humano. Es una explicación justa, puesto que así hay armonía entre la forma corporal, la situación social y las facultades del alma. 

La sanción del bien y del mal se efectúa en una serie de transformaciones y reencarnaciones (samsara), en las que el ser humano asciende gradualmente hasta su verdadera realidad. Para este proceso no suele bastar una sola vida humana. La autorrealización consiste, en definitiva, en escapar al cambio perpetuo, hasta unificarse con el ser absoluto y eterno, el brahman que hay en él y que se impone, a través de la realidad transitoria, como lo único imperecedero y, por ello, salvífico. Esta unificación es la liberación, es escaparse del sufrimiento de las reencarnaciones. Se llega a ella por la observancia de ritos y sobre todo por el conocimiento de la identidad con lo absoluto. 

Esta doctrina pretende responder al problema del origen y el sentido del mal en el mundo y de la injusta desigualdad de los seres humanos: ambas cosas son secuela de acciones buenas o malas realizadas en una existencia anterior. La libertad actual para el bien o para el mal no queda suprimida, pero ciertamente se somete a una ley de causalidad general: todo se explica por los méritos humanos. El budismo es una sabiduría derivada de la hindiísta, pero que 'reacciona contra el excesivo ritualismo del brahmanismo. 

Conserva los fundamentos del hinduismo: la necesidad de liberarse de las apariencias, la reencarnación y la importancia de una meditación que implica al cuerpo. Ahora bien hay una diferencia básica entre el hinduismo y el budismo. El primero postula la existencia de un sí mismo individual y eterno, el atman, con el que se relacionan los individuos ilusoriamente separados que son encamados. 

El budismo, por el contrario, niega la existencia de este sí mismo permanente que transmigre de una vida a otra. La primera de las cuatro santas verdades, basadas en el descubrimiento del sufrimiento universal, es la de que el "yo" no existe. El ser no es más que un ensamblaje momentáneo y fugaz de elementos efímeros. 

Para el budismo sólo existe un conjunto de cinco elementos: el cuerpo, las sensaciones, las representaciones, las formaciones y el conocimiento (conciencia). Pero ninguno de estos elementos constitutivos del yo es el "yo". El ser se reduce a una simple apelación. "Yo" es solamente el nombre que le damos a esta unión provisional de elementos. Fuera de esta designación no hay realidad. Sólo hay un ego ilusorio en continuo proceso de cambio, y así una personalidad humana no es más que una corriente de acontecimientos psicofísicos.

La ilusión de que existe un sí mismo permanente e inamovible o un alma sustancial mantiene en movimiento el karma y la rueda del renacimiento (samsara). Es un largo recorrido, que puede ocupar varias vidas. Sólo al final de sucesivos renacimientos, el ser humano está lo bastante iluminado, como para alcanzar el nirvana. El nirvana (en sánscrito, extinción) budista no es el hundimiento en la nada, sino la abolición de toda voluntad, de todo deseo, de toda sensación, de todo cambio, de todo devenir. No es ni la eterna bienaventuranza, ni la nada absoluta, sino un estado inimaginable de inconsciencia absoluta y de no-ser. 

Para el budismo popular la concepción del nirvana se encama en un lugar imaginario, muy cerca del paraíso. Ahora bien, lo que importa no es tanto saber qué es el nirvana, como buscarlo. En este sentido el budismo es toda una disciplina para alcanzar esta suprema serenidad, esta liberación de las reencarnaciones en que nos encierra el deseo de vivir. Es un camino demasiado duro como para que muchos lo sigan o incluso para que lo contemplen. 

Nos hemos detenido de un modo particular en los momentos hinduista y budista. Esto no quiere significar que la doctrina de la reencarnación o renacimiento sea un concepto oriental con muy poca validez en Occidente. Ahora bien, la creencia en la reencarnación estuvo ampliamente extendida en diversas fOlmas por las culturas antiguas de Europa, tanto entre sus pueblos primitivos como entre las culturas más avanzadas de Grecia y Roma. 

Destaquemos el momento griego. El concepto de la transmigración de las almas se inició con los órficos (siglo VI a.c.). Algunos afirman que derivan su doctrina de Egipto, aunque es posible que los mismos griegos la trajeron desde el este. 

El orfismo se inició como una doctrina de la caída. El alma, que aspiraba a la libertad, sólo alcanzaba una verdadera vida, cuando la muerte la liberaba. Ahora bien, eso sólo sucedía para volver a caer prisionera en la carne, ya fuera de un animal o de un humano, a través de una larga serie de períodos de expiación y purificación. Durante esos espacios de tiempo las vidas se alternaban, ocupando cuerpos terrenales o permaneciendo en el Hades.

La liberación definitiva del ciclo se obtenía viviendo conscientemente, de acuerdo con la disciplina órfica y con la observancia de los ritos órficos. Las posteriores religiones mistéricas griegas (por ejemplo: los misterios eleusinos) se movieron por caminos semejantes.  

La creencia en la reencarnación adquirirá la forma de una teoría filosófica en Platón, pero pasando antes por Píndaro (518-438 a.c.), Pitágoras (582-500 a.C.) y Empédoc1es (490-430 a.c.). Platón (427-347 a.c.) expresó su pensamiento reencarnacionista en La República, Fedón, Menón, Timeo y Las Leyes. Enseñó la inmortalidad del alma, que pertenece, en su perfección, al aire superior, al mundo trascendental de las ideas. 

Es un principio divino procedente del demiurgo; lleva una existencia preterrena, desde la que cae en una existencia corporal, que representa para ella un distanciarse de su modo de ser auténtico y un "período de prueba en la tierra" al mismo tiempo. Permanece durante diez mil años sujeta al ciclo de diversas fases de prueba en el elemento terreno, antes de alcanzar, una vez logrado el perfeccionamiento, la visión eterna del ser divino o, en caso contrario, la lejanía perpetua de él. 

La concepción de la reencarnación ha estado presente en todos los tiempos, en mayor o menor intensidad. En el siglo XVIII influyó de algún modo en los estamentos cultos de la Ilustración europea. Fueron seguidores de esta idea: 1. Kant, G. E. Lessing, Lichtenberg, 1. G. von Herder, Goethe, A. Schopenhauer. 

A través de la antroposofía de Rudolf Steiner (1861-1925) llegó a un público más amplio. Es innegable que hoy en día la reencarnación ha adquirido una nueva y amplia actualidad entre los cristianos, sobre todo por un influjo muy directo de los métodos de meditación y las doctrinas de salvación orientales. 

Es un fenómeno que no es fácil de explicar adecuadamente. El auge reencarnacionista bien puede obedecer en parte a cierta decepción producida en los años 70 por la situación social, que despertó un sentimiento de impotencia en los individuos, con el consiguiente repliegue en el propio yo. También pudo influir la creciente experiencia de lo provisional, lo frágil de nuestra vida, sumergida en un flujo temporal que avanza cada vez con mayor celeridad. 

Este hecho nivela y relativiza todo con más fuerza y hace que se pierda la capacidad de nuestra libertad para una vinculación y compromiso definitivo en esta vida y para conferir un valor definitivo a nuestro quehacer histórico y a nuestra vida más allá de la muerte. Las consideraciones anteriores nos dan pie para afirmar una característica típica de las concepciones occidentales de reencarnación: lo primordial es la idea positiva de progreso, a través de numerosas formas de existencia finita, hacia una plenitud infinita. No es, pues, la idea negativa de la sanción y del sometimiento al flujo de las transformaciones, Cf. Para la somera descripción de los momentos históricos de la reencarnación he consultado: CHRlSTIE - MURRAY, Reencamación pp. 15-36; 40-44; 49-52; DONIGER WENDY, La reencamación en el hinduismo, en Concilium, 249, Ocl 1993, pp. 15-29; KEHL, Ercatolog(a pp. 62-64; PIERlS ALOYSIUS, La reencarnación en el budismo: valoración cristiana, en Concilium 249, Oct. 1993, pp. 31-39; SAMUEL ALBERT, Para comprender /as religiones en nuestro tiempo, Estella, Navarra-España, Ed. Verbo Divino 1994, pp. 43-86. 


3. LA REENCARNACIÓN DESDE LA ESPERANZA EN LA RESURRECCIÓN:


Hemos insinuado en la introducción que el primitivo cristianismo no aceptó la reencarnación, por considerarla como no compatible con su fe y su esperanza. No es verdad que Jesús fuera un ferviente adepto de esta creencia, como tampoco lo fueron los Padres de la Iglesia, Cf. Existe toda una literatura fantasiosa, que se ha desarrollado en el siglo XIX. En ella el hinduismo y el budismo aparecen como las fuentes verdaderas del cristianismo. Se llega a establecer la identidad de Jesucristo y de Krishna; se ha tratado de relacionar a Jesús con los esenios y a éstos con los budistas, cf. COUTURE ANDRÉ, Réincarnatioll ou résurrection? Revue d' un débat et amorce d' une recherche (Il), en Science et Esprit 37, 1985, pp. 75-77.

En el espíritu de diálogo, al que también hemos aludido en la introducción,  encontramos que, a pesar de los anhelos comunes y de las concepciones básicas, existen afinnaciones que no se pueden conciliar con una esperanza en la resurrección y por lo tanto no son acogibles simplemente, con ánimo de tolerancia, so pena de caer en un sincretismo sin contornos ni atractivos. Ciertamente no es posible sostener que el discurso reencarnacionista sea funcionalmente uno. 


Podemos diferenciar algunos modelos de reencarnación, aunque ellos posean elementos convergentes. Para algunos, como los teosofistas y espiritistas, la reencarnación se limita exclusivamente al retorno del alma en cuerpos humanos. Para el hinduismo se trata de "renacimientos", que evocan el ciclo (samsara) que recorre el hombre no liberado sin nunca acabar de tomar vida y de morir. Es una subida progresiva y segura del alma hacia la divinidad. 

El budismo, al no creer en un principio espiritual, concibe los renacimientos con un énfasis en la acción (karma). En consecuencia la misma palabra "reencarnación" presenta muchos matices y énfasis y recubre concepciones bastante diferentes las unas de las otras, Cf. ibid, pp. 83-85.

La reencarnación en un contexto occidental, con su insistencia en el progreso positivo, conserva algunos aspectos de los modelos orientales. Estos son los que no ofrecen compatibilidad con algunos contenidos fundamentales de la esperanza cristiana, inspirada en la Escritura. Veamos cuáles son estos contenidos. 

3.1. La historia tiene una significación definitiva y en ella se alcanza la salvación plena La afirmación reencarnacionista se condensaría en estos términos: 

La historia necesita repetirse constantemente; no basta una sola vida. La actual reflexión teológica se ha centrado de una manera especial en el problema y el fenómeno de lo histórico. Este hecho ha dado como resultado la coordinación entre revelación e historia de la salvación, Cf. FRlES HEINRlCH, lA revelación, en Mysterium Salutis. Manual de Teología como historia de la salvación 1. Johannes Feiner-Magnus LOhrer, dir., Madrid, Ed. Cristiandad 1969, p. 209.

La historia individual y grupal no es para la fe bíblica "el eterno retorno" de lo idéntico, ni la expresión siempre renovada de arquetipos cósmicos eternos e iguales. Este era el modelo circular de otras religiones, entre ellas las agrarias de los pueblos circunvecinos de Israel, que se regían por el ritmo de la naturaleza y de sus estaciones. La misma historia presenta un carácter adventístico. 

Se dirige, en su conjunto, a un final de plenitud. La persona experimenta el futuro como pendiente y lo debe aceptar no sólo como algo que está llegando. Por eso, en su historia, la salvación no puede ser transmitida sencillamente por el presente, aunque en la historia se trata siempre del hombre como un todo y, en este sentido, se trata siempre de su salvación. 

En esta dirección hacia la plenitud la historia en cada uno de los instantes es algo irreductiblemente único y nuevo, y en verdad nos encontramos con un modelo linear (de flecha), que supera la concepción circular,  Cf. DARLAP ADOLF, Teología fondamental de la historia de la salvación, en Mysterium Salutis. Manital de Teología como historia de la salvación 1. Johannes Feiner-Magnus Lahrer, dir., Madód, Ed. Cristiandad 1969, pp. 76s; KEHL, Escatología p.65.

Este final de la historia acontece para el individuo en la muerte y para todo el género humano, con el cosmos (la creación), en el Reino de Dios consumado. Si la historia en cada uno de sus instantes es irreductiblemente única y nueva, la libertad personal, con sus decisiones, cobra un valor primario, a pesar de todos sus condicionamientos y relatividades. Es un valor que apunta a lo definitivo. 

En la fuerza de sus decisiones el hombre hace historia como realización y búsqueda de su realidad concreta y fundamental. Esta no es una estructura previa de su acción, sino que la misma historia influye en esa realidad fundamental. Se establece aquí una dialéctica entre lo previamente dado (la realidad fundamental humana) y lo dado como tarea, como llamada a la libertad. Aquello se le va manifestando, en la medida en que progresa en la realización de ésta. 

En el ámbito de la historia de la salvación y la revelación cristiana, la realidad fundamental humana dada como tarea se ofrece en el contexto de una libertad dialógica: la libertad humana y su objeto hunden sus raíces en la libertad del misterio de Dios",  Cf. DARLAP, Teología pp. 71; 77; 119-122 Y 163.

La historia concreta es un entramado de relaciones, acontecimientos y acciones. Es la "materia del Reino de Dios" que, conformada con el espíritu de Jesucristo, queda salvada y perfeccionada definitivamente con el hombre. ¿En dónde se fundamenta verdaderamente la valoraci6n de la historia y de la libertad? En la experiencia hist6rico-salvífica Judeo-cristiana) de Dios. 

Antigua y nueva alianza son un acontecer único, pero desplegado a lo largo del tiempo en acontecimientos históricos muy definidos (Exodo, Alianza, retorno a la tierra de la promesa, historia de Jesucristo). En este acontecer Dios se ha prometido definitivamente al mundo en el Dios-hombre. En esta promesa se da a sí mismo y se revela como donante, Cf. ibid p. 152s.

Las demás fases de la historia de la salvación son preparatorias de la historia de la salvación, que alcanza en Jesucristo su esencia y su fin propio, Cf. ibid, pp. 152; 138.

El es la cesura auténtica de la historia de la salvaci6n, Cf. ibid p. 155.

Aquí aparece y actúa el Dios eterno. Sólo en la dimensi6n amorosa de la historia salvífica nos encontramos con ese Dios bondad. Una intencionalidad suya la va guiando y modelando; puede verificarse en ella efectivamente el plan y la voluntad divina de salvaci6n, Cf.  ibid p. 139.

Retomemos el carácter dialógico de la libertad, que es el contexto de la realidad fundamental humana dada como tarea. Se encuentran la libertad liberadora de Dios y la libertad liberada del hombre, en cada acontecimiento histórico concreto. Este adquiere un valor infinito y se constituye en un genuino kairos (instante pleno), en el que se ofrece y se recibe toda salvación, que es susceptible de poder rechazarse, Cf. Es la estruétura kairológica de la historia de la salvación. Esta posee sus detenninados kairoi, en los que se presenta, más o menos expresamente, una exigencia al hombre. En estos kairoi debe realizarse la gracia, cf. ibid p. 165; Escatología p. 65.

 En consecuencia cada instante, en la unión de libertad divina y libertad humana, es algo único, irrepetible, de validez para siempre. Luego la historia de una vida no necesita reiterarse constantemente en nuevas figuras; la trayectoria única recorrida hasta la muerte es suficiente para alcanzar la salvación eterna. Más aún en esta trayectoria la persona determina su opción fundamental de una manera definitiva, Cf. KEHL, ibid p. 66; SACHS JOHN R., ¿Resurrección o reencarnación? La doctrina cristiana del purgatorio, en Concilium 249, Octubre 1993, p. 887.

En vinculación con lo anterior, podemos afirmar que la muerte no es simplemente un tránsito neutral, sino un momento integral y finalmente integrador de nuestra propia existencia. Es el final de nuestra historia y no simplemente una estación intermedia entre diversas formas de existencia histórica, Cf. KEHL, ibid p. 66; SACHS, Ibid p. 887.

Como fin de la vida es meta alcanzada, plenitud, verdadero nacimiento. Como acción libremente asumida fija al hombre en su destino. En ella el hombre se encontrará con el conjunto de todas sus realizaciones, imagen fiel de lo que quiso ser, Cf. GUTIÉRREZ MARIO, La esperanza de la vida. Introducción a la Escatología cristiana. Profesores 13, Bogotá, Publicaciones U. Javeriana 1982, pp. 228s. La expresión del Vaticano II: "Tenninado el único plazo de nuestra vida terrena" (LO 48,4) es muy feliz y quiere expresar la unicidad y definitividad de la vida humana presente, contra la idea de la reencarnación o metempsicosis. Fueron 123 los padres conciliares que solicitaron la introducción de esta frase; especialmente pertenecientes a regiones en las que las doctrinas reencarnacionistas ocupan un lugar principal, cf. ibid p.186.

Estamos de acuerdo con las precisiones finales de Medard Kehl, a modo de conclusión: Una serie de "historias vitales", por numerosas que sean, con otras tantas muertes, no podría efectuar la transición de la vida humana finita y pasajera a la vida eterna e imperecedora de Dios. 

En otras palabras: no se trata de acumular historias, sino de tomar en serio la única, la irrepetible, la definitiva. Sólo si Dios mismo se compromete en esta historia pasajera y la convierte en "sacramento" de su vida, digno de conservarse eternamente, podrá esta historia convertirse en lugar de la experiencia de salvación, del ser total.  Sólo ese compromiso libre divino la hace infinitamente valiosa y convierte en superflua su constante reiteración, Cf. a. KEHL, Escatología p. 66. La historia es el lugar de una posible revelación: "El lugar de esta posible revelación sólo puede ser la historia, no ya la 'naturaleza', que es el lugar donde las cosas acontecen confonne a leyes necesarias. Dado que la (eventual) locución de Dios acontece en libertad amorosa, debe encontrar al hombre en los acontecimientos libres e indeducibles de la historia, que son totalmente originales y únicos y excluyen toda repetición de tipo mítico. Debe encontrar, por tanto, al hombre tal como existe, en su vinculación histórica vertical (con el pasado y el futuro) y horizontal (en la estructura de las relaciones sociales)". TRÜTSCH, JOSEF - PFAMMATTER, JOSEF, Lafe, en Mysteriwn Samtis. MQ.1IUal de Teología como historia de la salvación 1. Johannes Feiner - Magnus LOhrer, dir., Madrid, Ed. Cristiandad, 1.969, p. 880.

Hemos hecho valer el principio histórico. Bien vale la pena tomarlo en serio, sobre todo a la hora de motivar un compromiso serio y radical en un mundo postmodemo y en particular en nuestro contexto latinoamericano y colombiano, Cf. SACHS, ¿Resurrección o reencarnación? p. 887.


3.2. La identidad del ser humano es una identidad personal: espiritualidad y corporeidad son dimensiones integrales, constitutivas e insustituibles La afinnación reencamacionista se condensaría en estos términos: La identidad del ser humano está constituida sólo por su alma, que se limita a rozar simplemente el cuerpo concreto, en las sucesivas reencarnaciones. Durante mucho tiempo y hasta el presente la tradición cristiana ha sufrido la influencia del dualismo neoplatónico de cuerpo y alma. La comprensión griega ha atribuido una valoración superior al alma, con relación al cuerpo. El dualismo griego antes de Platón se remonta hasta el mismo Homero. 

Según éste, la fuerza vital o alma-aliento abandona al hombre cuando muere. Se emplea la palabra soma para referirse al "cuerpo muerto" abandonado por la psyché. Caigamos en la cuenta de que en este uso antiguo soma no es el cuerpo vivo, sino el "cadáver" o "cuerpo muerto". Esta. concepción llevó a la devaluación metafísica de la idea de cuerpo en general. La existencia somática llegó a experimentarse como una "prisión" extraña. Para los órficos el cuerpo es "sepulcro del alma". Y Píndaro, en una distinción cualitativa, llega a afirmar la "divinidad" del alma. 

Platón sistematiza el dualismo, especialmente en su madurez, y lo lleva a su más alto grado. Sigue la tradición pitagórica, llamando al cuerpo, "prisión (sema) del alma". El verdadero filósofo sale al encuentro de la muerte para liberarse del influjo del cuerpo, que es la sede de los apetitos bajos y un obstáculo para el alma: El verdadero conocimiento no se encuentra en el mundo corpóreo, que es mudable, sino en lo que el alma conoce sólo a partir de sí misma y por sí misma. 

Este mundo corpóreo es una copia imperfecta del mundo espiritual de las ideas, que son la realidad "verdadera" e "inmutable". Además la materia es la causa del desorden y del mal. Al final Platón trató de corregir el dualismo, pero describió la relación alma-cuerpo con la imagen del piloto (alma) y la nave (cuerpo), y a pesar de la "cooperación" entre el cuerpo y el alma, implicada en esta imagen, el cuerpo no puede ser sino el "instrumento" del alma, pues sigue en vigencia la deficiencia esencial de la existencia corpórea. 

El influjo de Platón, a pesar de los esfuerzos de Aristóteles por superarlo, sigue en la filosofía del Imperio Romano, en el gnosticismo y en el neoplatonismo: el cuerpo considerado como algo inferior al alma; es preciso liberarse de lo corporal con sus necesidades y tendencias y aspirar a la pureza espiritual de la vida del alma retirada del mundo (''fuga mundi"), etc, Cf. FIORENZA FRANCIS PETER-MErZ JOHANN BAPTIST, Ellwmbre como unidad de cuerpo y alma, en Mysteriwn Salutis. Manual de Teología como historia de la salvación 2. Johannes Feiner-Magnus LOhrer,dir., Madrid, Ed. Cristiandad 1970, pp. 662-665.

A pesar de este influjo, que determinó, en gran parte, la clarificación de los contenidos de fe cristiana y fue "interlocutor" en momentos cruciales, la tradición del cristianismo nunca ha excluido al cuerpo concreto e histórico de cada persona, como momento básico de la identidad humana, Cf. KEHL, Escatología p. 66. Y de tal manera que no es posible hacer ninguna afirmación sobre el cuerpo humano que no incluya implícitamente una afirmación sobre su alma, y a la inversa. 

En la dirección cristiana hay una serie de verdades (antropológicas) que se han ido explicitando e imponiendo: la unidad y totalidad del hombre (frente a un dualismo platónico de cuerpo y alma); la auténtica dualidad de cuerpo y alma, Cf. Prestemos atención a que una cosa es dualismo y otra muy diferente es dualidad. En cualquier antropología integral el ser humano es dual, es decir se consideran como constitutivas en él la dimensión espiritual el espíritu, el alma y la dimensión corporal el cuerpo, (ni pansiquismo ni materialismo); la diferencia esencial y la mutua irreductibilidad del espíritu y del cuerpo, Cf. Material en el contexto del espacio y tiempo aquí en la historia terrena. Y el alma espiritual como la/arma sustancial del cuerpo humano, que le comunica la esencia.  

En esta última línea se advierte el esfuerzo de Tomás de Aquino de tomar en serio el hilemorfismo aristotélico, para "cristianizarlo". Sólo en la edad moderna se impone esta línea aristotélico-tomista en la escatología cristiana: e! alma "conforma al cuerpo como su figura expresiva y por ello el cuerpo es la realidad concreta, el 'símbolo real' del alma, en el que ella existe y se presenta. Cada ser humano como realidad personal, anímico-espiritual, encuentra su identidad en este cuerpo determinado, que 'congenia' con e! alma de esta persona, como autoexpresión suya totalmente personal", Cf. KEHL, Escatología p. 66.  

En la dimensión de la unidad y totalidad humana se habla cada vez más en términos de persona humana, de totalidad de la persona humana. A mi modo de ver el retomo a la Escritura nos ayuda a reafirmar lo que es ser persona y el proceso de hacerse persona. No pretendemos hacer una antropología de la persona de un modo exhaustivo, sino rescatar algunos elementos, que nos iluminen en la reafirmación de la globalidad de la persona, comprometida tan seriamente por un pensamiento reencarnacionista. 

Ninguno de los pensadores antiguos llegó a conocer propiamente el concepto de persona. Para los griegos la esencia y la situación de! hombre se comprendía según el eje del espíritu, entendido como algo universal, absoluto, divino, trascendente a todo lo mundano e individual y muy superior a ello, y según e! eje del ente material, corpóreo, que tiene la misión de individualizar lo universal del espíritu y de limitarlo a una región determinada de la realidad material, el espíritu vuelve a liberarse de esa limitación en la muerte y entra de nuevo en el anonimato y universalidad primigenios. La vida terrena se consideraba como una caída, como una fase transitoria hacia la pura existencia del espíritu, Cf. SCHÜTZ CHRISTIAN - SARACH RUPERT, El hombre como persona, en Mysterium Salutis. Manual de Teología como historia de la salvación 2. Johannes Feiner-Magnus Lohrer, dir. Madrid, Ed. Cristiandad 1970, p. 717.

En contraste, la persona en un horizonte cristiano se entiende en el diálogo entre Dios y el hombre. Este elemento ya lo hemos explicitado, de alguna manera, en las reflexiones anteriores. Dios llama al hombre a participar de su vida. Es un diálogo peculiar; va dirigido primariamente al hombre como persona, como individuo. 

Es una relación yo-tú instaurada en el orden de la creación. Todo lo creado tiene el  carácter de palabra, pero el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, es mucho más palabra que todas las demás criaturas. Dios lo crea llamándolo expresamente por su nombre. Un llamado que demanda una respuesta y que puede ser rechazado. 

Todo el ser personal humano es don, pero al mismo tiempo tarea, respuesta a la llamada amorosa y creadora. Me hago tanto más persona cuanto más voy respondiendo por mi parte con amor a esa palabra que me llama, Cf.  ibid pp. 717s.; pp. 724&.; LEFEVRE, CH., Un colloque sur la personne dans l' hindouisme et le christianisme, en Revue Théolngique de Louvain, 3,1972, p. 110s.; RUIZ DE LA PEÑA, Juan Luis, ¿Resurrección o reencarnación?, en Communio 2,1980, p. 298. La conciencia, despertada por la revelación bíblica, de la singular dignidad personal del hombre, de su carácter único e irrepetible y su trascendencia sobre las demás criaturas, así como su relación inmediata con Dios, debió producir la convicción de que el hombre no se origina en una pura reproducción biológica, tal como se da en los seres inreriores al hombre y no personales. cr. FEINER JOHANNES, El origen del hombre, en Mysterium Salutis. Manual de Teolog{a como historia de la salvación 2. Johannes Feiner-Magnus UJhrer, dir., Madrid, Ed. Cristiandad 1970, pp. 653 Y 657.

La persona se hace, va creciendo constantemente de una manera real y cualitativa. Es una "autosuperación", una "autotrascendencia", que es posible por la relación creadora de llamada y respuesta, que parte de Dios y que se hace concreta en la relación yo-tú humana, con toda su variedad y mediación mundanas, Cf. SCHÜTZ-SARACH, El hombre pp. 728s.; p. 733.

Por todo lo anterior vemos que resulta problemático el concepto de una "bienaventuranza" del alma sin el cuerpo y, por tanto, la idea de un "estado intermedio" entre la muerte y la resurrección definitiva, Cf. KEHL, Escatología p. 66.  

Pero también es criticable, por ser difícilmente realizable, la idea reencamacionista de que el ingrediente anímico-espiritual de esta persona se limite a rozar al cuerpo concreto, que sería un simple "ropaje" o vestido, con posibilidad de pasar a otro diferente. En este sentido los cuerpos serían intercambiables, Cf. ibid; LEFEVRE, Ch., Metempsycose, en Catholicisme hier-aujourd'hui-demain 9, París, Letouzey etAné 1982, p. 41.

El menosprecio del cuerpo concreto de ninguna manera se compagina con la esperanza judeo-cristiana en la resurrección. Si cada ser humano es un hecho definitivo e irrevocable, si hay para él un futuro a pesar y más allá de la muerte, ese futuro se llama resurrecci6n: glorificación y consumación de la vida en todas sus dimensiones constitutivas, entre las que figura de un modo especial la corporeidad. Además, la resurrecci6n implica corporatividad, comunitariedad. Con ella se promete una salvación no individualista, sino la reconstitución de la unidad originaria de toda la familia humana. 

La resurrecci6n no es tampoco la desmundanización del hombre, sino que va asociada al anuncio de una nueva creación. Es tan impensable una consumación autónoma de lo mundano, como una consumación acósmica de lo humano, Cf. RUIZ DE LA PEÑA, ¿Resurreccióll o reellcarllaciólI? pp. 298s.

Otra consecuencia de no concebir la identidad del ser humano, como constituida por la unidad de cuerpo y alma, sino sólo por el alma, que se "identifica" con cuerpos sucesivos y sólo así se realiza más y más, es la de que, al menos esta alma deberá poseer una conciencia continuada de sí misma en la sucesión de las distintas figuras adoptadas.

 Precisamente como "núcleo" de un ser moral y libre, que busca, según la doctrina de la reencarnación, la propia perfección en los diversos modos de existencia histórica, no podría existir sin la conciencia expresa de sus modos de vida anteriores, con sus virtudes y vicios. De otra manera no puede desarrollar o elaborar su pasado en sentido moral. ¿En qué consiste propiamente su identidad moral y responsable, si no se da la conciencia de la misma? Ahora bien, esa conciencia de los modos de vida anteriores, que tampoco es un fenómeno de nuestra experiencia, no se presupone en la doctrina de la reencarnación para todas las personas, Cf.  KEHL, Escatología p. 67.

Ciertamente esta desidentificación moral es un problema que merecería un tratamiento más pausado. Lo dejamos planteado. Hemos hecho valer el principio antropol6gico, según el cual la salvación afecta a la totalidad de la persona humana. La resurrección no es un alejamiento o liberación del alma con respecto al cuerpo, sino la liberación de todo el ser, de todo cuanto cada cual ha hecho y ha llegado a ser como persona singular con respecto al pasado y la muerte, Cf. SACHS, ¿ Resurrección o reencarnación? p. 888.

3.3. El perfeccionamiento del ser humano no se produce por su propio esfuerzo; es un don que se acepta libremente La afirmación reencarnacionista se condensaría así: El perfeccionamiento del ser humano se produce por su propio esfuerzo. En el proceso de perfeccionamiento humano es fundamental el presupuesto de la libre aceptación de un don: el amor salvador y perfectivo de Dios. Es bien cierto que la experiencia de la gracia no es perceptible en el plano meramente espacio-temporal; con Dios y su presencia no se pueden practicar experiencias de laboratorio; es una experiencia que no se puede repetir a voluntad ni plasmar en estadísticas u otras formas de cálculo científico. 

Es esencial a ella el que no venga regalada por entero, dependa de la iniciativa de Dios y sea percibida como tal. No la podemos manipular de modo alguno, ni se la puede provocar; sólo nos es posible disponernos y prepararnos a ella. Por otra parte, es preciso afirmar que no experimentamos a Dios mismo; sólo somos capaces de percibir en nosotros los efectos inmediatos de su presencia: en la acción espiritual, en la que, apoyados en la fe, la esperanza y el amor, dejamos actuar a Dios en nosotros. 

Es innegable que existe el peligro de engaño, cuando en un segundo momento reflexionamos sobre la experiencia y la interpretamos con doctrinas y hechos, Cf. FRANSEN, Pmr, El ser nuevo del hombre en Cristo, en Mysterium Salutis. Manual de Teología como historia de la salvación 4,2. Johannes Feiner-Magnus LOhrer, dir., Madrid, Ed. Cristiandad 1975, pp. 923-925. La gracia es un acontecimiento, que tiene su origen en la elección divina gratuita y que se realiza. en la actuación histórico-salvífica de Dios con el hombre, cf. Lohrer MagilUs, La gracia como elección y justificación del hombre, en Mysterium Salutis. Manual de Teología como historia de la salvación 4,2. Johannes Feiner-Magnus Lohrer, dir., Madrid, Ed. Cristiandad 1975, p. 735.

La libre aceptación del regalo de la gracia presupone que toda nuestra vida, en Cristo Jesús, es una vocación a la libertad (cf. Jn. 8,31-36; Sto 1,25; 2,12). Esta libertad, que eS'gratuidad divina, consiste en la participación y realización imitativa de la libertad de Jesús, que no es la de un fanático revolucionario ni la de un conformista burgués. "La verdad os hará libres" (Jn. 8,32): Esa verdad es Jesús, el Hijo de Dios, que se convierte en nuestra norma de vida. Con esta guía realizaremos nuestra libertad creativa, Cf. "Libertad para" no sólo "libertad de", en el sentido emancipatorio moderno. Como Cristo con respecto a su Padre en la fuerza del Espíritu.

El dinamismo de la libertad posee una fuerza que nos libera del pecado que nos esclaviza, haciendo que nos cerremos en nosotros mismos y demos un no al amor. Esta liberación dispone al encuentro con los demás, para una formación de la persona. Va surgiendo como una orientación del ser, libremente aceptada; una opción fundamental de vida, cada vez más intensa. En ella consentimos en ser liberados por Dios mismo en Cristo y por la fuerza de su Espíritu. 

Debe exteriorizarse en hechos concretos moralmente buenos, en concordancia con nuestra dignidad de hijos de Dios, y que en la mayoría de los casos son limitados y de poca apariencia. Finalmente advertimos la necesidad de una referencia comunitaria en el proceso de realización de nuestra libertad: es el clima de comunión que el Espíritu ha creado en la comunidad de fe de la Iglesia (pueblo de Dios), Cf.  FRANSEN, El ser nuevo, pp. 925-929; 886s.; 899-904.

Toda la teología del ser nuevo del hombre en Cristo, que hemos esbozado en los párrafos anteriores, nos indica muy claramente que no podemos quedamos al nivel del rendimiento y progreso humanos, sino que hemos de movemos en un contexto de total gratuidad. La salvación anhelada por la persona humana no es fruto del esfuerzo voluntarístico, ni del afán de maduración y autoperfeccionamiento humano, por noble que sea, ni de la experimentación de diversas formas de existencia en esta tierra. Sólo puede ser dada como participación gratuita en el amor infinito del buen Dios. 

Presumiblemente la creencia en la reencarnación adquiere hoy cierta plausibilidad entre nosotros, porque ofrece una interiorización religiosa del principio de rendimiento, según el cual se privilegia el tener y el hacer sobre el ser. Estamos viviendo en la sociedad de la eficacia, en la que la promesa de un "descanso eterno" puede sonar como algo extraño, Cf.  Esta posición se justificaría, si el "descanso" y la "paz" se entendieran como quietismo y autosatisfacción, y nada más.

Con todo, la plenitud esperada es precisamente la liberación de los propios afanes de producción, por un crecimiento interno, cada vez más en profundidad, mediante una inserción en el proceso inagotable del amor trinitario de Dios. No es una mera legitimación religiosa de nuestra conciencia actual de rendimiento y de progreso, Cf. Escatología p. 68.

Hemos hecho valer el principio teológico, según el cual la salvación viene de Dios, como un don libre y gratuito suyo; el principio pneumatológico que indica que la salvación es una comunicación de sí mismo que Dios otorga graciosamente al mundo por amor y que la vida nueva en el Espíritu comienza ahora en la vida de gracia y llega a su plenitud, a través de la muerte y la resurrección en la vida de la gloria y el principio cristológico, en el que se considera esencial la respuesta humana al don del amor de Dios, en seguimiento de Jesús, Cf.  SACH8, ¿Resurrección o reencarnación? pp. 8878.

La visión de la doctrina reencamacionista desde una reflexión actualizada sobre la esperanza cristiana nos ha hecho llegar al núcleo y fundamento de nuestra fe, el que la hace válida y contribuye a que no seamos convictos de falsos testigos de Dios (cf. 1Co 15,14s.). No hemos pretendido una refutación de la idea de la reencarnación, que hasta el momento nadie la ha conseguido. 

Nos anima un profundo respeto por los millones de personas, que se adhieren a esta visión y que con sinceridad buscan respuesta a los "enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer conmueven íntimamente su corazón" (Nostra Aetate 1, 3), Y por todas aquéllas que, de una u otra manera, se inspiran en su "cosmovisión". 

El hecho de haber acentuado el carácter definitivo y perentorio de la historia personal y comunitaria, la integralidad de la persona y la gratuidad del don divino, que pide correspondencia en el diálogo de libertades, ha sido una confirmación en la exigencia del compromiso cristiano, aquí y ahora. Esta es más necesaria que nunca en una sociedad en donde se van perdiendo paulatinamente los valores fundamentales, los proyectos comunes y particularmente la capacidad de apostarlo todo por el Evangelio de Jesús, que nos unifica en la búsqueda sincera de realización. 

La esperanza cristiana nos lleva a una participación en el objetivo y en el futuro de la historia de Cristo. La comunión con El no es sólo la participación en su misión y su sufrimiento, sino también en su gloria de Resucitado (cf. Ap.3, 10). La misión de Cristo se consuma en la glorificación de los creyentes y de la creación. Esta es obra del Espíritu, hasta que el Reino del Padre sea una realidad consumada y "Dios sea todo en todo" (1 Ca 15,28), Cf. MOLTMANN, JÜRGB-I, La historia trinitaria de Dios, en Elfoturo de la creación. Verdad e Imagen 58, Salamanca, Ed. Sígueme 1979, p. 117.

- II PARTE -

La creencia en la reencarnación, como la creencia en el karma, forma parte de las religiones orientales y ha llegado a Occidente como producto de la expansión de los medios de comunicación social y por el consumo propio de la Nueva Era. Ya en tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, ya se trataba de la reencarnación. La vidente y estigmatizada católica Sor Ana Catalina de Emmerick, lo confirmá, cuando el Divino Maestro Jesús, visitó la poequeña ciudad de Jogbeha. Allí sus habitantes "tenían el error de creer que las almas de los difuntos pasaban a otros y aun a los animales". 

También en Atharot -nos dice la vidente- los saduceos, quisieron tenderle una trampa a Nuestro Señor con una persona fallecida. Jesús conocía su maldad y la trampa que maquinaban contra Él, sirviéndose de un hombre que estaba ya desde algunos días inmóvil y muerto; pero ellos afirmaban, contra los habitantes de la ciudad, que ese hombre estaba sólo fuera de sí. 

Su misma mujer no sabía que en realidad estaba muerto. . Si Jesús lo hubiera resucitado, ellos habrían dicho que en realidad no estaba muerto. Salieron al encuentro de Jesús y lo llevaron delante de la casa de aquel hombre, que había sido uno de los principales saduceos y que mayormente se había ensañado contra los discípulos de Jesús.

Lo sacaron fuera sobre una camilla a la calle por donde venía Jesús. Había allí unos quince saduceos y todo el pueblo permanecía en expectativa. El cadáver presentaba un hermoso aspecto; lo habían desentrañado y embalsamado para engañar a Jesús. Jesús, al verlo, dijo: "Este hombre está muerto y muerto quedará".
 
Jesús, al verlo, dijo: "Este hombre está muerto y muerto quedará". Ellos replicaron que estaba sólo fuera de sí, en éxtasis, y que si estaba muerto ahora, es porque habría muerto en este momento. Jesús respondió: "Este hombre ha negado la resurrección y no ha de resucitar aquí. Vosotros lo habéis embalsamado con especies; pero, mirad con qué especies: descubrid su pecho". [(No expresó, que "este hombre está muerto y volverá a nacer en otra existencia". Jesucristo, fue enfático, en pronunciar, "no ha de resucitar aquí")].

Entonces vi que uno de ellos abrió el pecho del muerto, como si fuese una válvula y salieron multitud de gusanos repugnantes que se agitaban allí adentro. Los saduceos se irritaron sobremanera, pues Jesús declaró también sus pecados y sus delitos públicamente, y que esos gusanos eran los gusanos de su mala conciencia, que él había sabido encubrir y que ahora devoran su corazón. 

Les reprochó descubriendo su hipocresía y engaño, y habló duramente de los saduceos y del juicio sobre Jerusalén y sobre todos aquellos que no reciben la salud que ha venido. Ellos llevaron prontamente al muerto a su casa y se suscitó allí un desorden y un tumulto espantoso. Cuando Jesús y sus discípulos pasaron por la puerta de la ciudad, la chusma, soliviantada, les tiraba piedras: el haber descubierto los gusanos del muerto y la maldad de los saduceos los había irritado grandemente".  

¿Tiene algún fundamento creer que hemos vivido otras vidas anteriores en otros cuerpos, siendo nosotros mismos? Ningún fundamento. Peter Kreeft, católico converso del protestantismo, filósofo doctorado en la Universidad de Yale y profesor en el Boston College y en el King's College de Nueva York, incluyó el asunto en uno de sus últimos libros: Ask Peter Kreeft [Pregúntale a Peter Kreeft], que recoge cien cuestiones que le han planteado en sus muchos años y muchas conferencias como apologista de la fe.

Kreeft sintetizó los contenidos de sus respuestas del libro sobre la reencarnación en un artículo en Catholic Exchange donde explica por qué los católicos no creen en ella, y cuya argumentación estructuramos y sintetizamos a continuación:

¿Por qué los católicos no creen en la reencarnación?

1. Porque es totalmente "contraria a la Resurrección, y "si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe" (1 Cor 15, 14). Cristo resucitado convivió con los apóstoles y tenía un cuerpo físico que podía tocarse y que Él alimentaba".

2. Porque la Santa Biblia "la contradice expresamente: "El destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio" (Heb 9, 27).

3. Porque la Iglesia Católica "siempre rechazó esa idea a pesar de que ya existía y era muy popular en el ambiente de cultura griega en el nació y se difundió el cristianismo. En la filosofía platónica, la vida después de la muerte consiste en liberarse del cuerpo. En el cristianismo, consiste en la resurrección del cuerpo".

4. Porque es un insulto al cuerpo humano, creado por Dios, Uno y Trino. "Sitúa toda nuestra humanidad en el alma o en el espíritu, y considera al cuerpo como un motel de carretera temporal, en el mejor de los casos, o como una prisión o una tumba, en el peor. Sin embargo, las Sagradas Escrituras nos dicen que Dios creó el cuerpo, y que la imagen de Dios es en cierto modo corporal además de espiritual. La primera vez que se menciona la imagen de Dios ("Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó", Gn 1, 27) se habla de hombre y mujer, palabras que tienen un significado físico y biológico, no solo referidas a la mentalidad masculina o femenina".

5. Porque es un insulto a la individualidad de cada persona humana con todos sus atributos. "Con la reencarnación, tu vida no es única. En tiempos fuiste alguien distinto. Tu único yo se convierte en algo relativo e intercambiable, como si fuese una máscara o un uniforme".

6. Porque repudia la moralidad cristiana. "Los neoplatónicos y los gnósticos iban más lejos que Platón y afirmaban que el cuerpo es la causa del pecado y del mal. Una filosofía muy conveniente para los pecadores: “Mi cuerpo me obligó a hacerlo. La culpa es tuya, Dios, por hacerme cargar con él”.

7. Porque rompe en mil pedazos la unidad de la persona. "Descartes, quien en cuanto católico no compartía literalmente las herejías gnósticas, sí creía que el cuerpo era una sustancia separada del alma. Los cuerpos ocupan espacio pero no piensan; las almas piensan, pero no ocupan espacio. Así que no hay nada común que las una. Esencialmente somos almas, fantasmas acogidos por nuestros cuerpos como en una casa. Las consecuencias de esta "escisión cartesiana" en el olvido de la filosofía realista son incalculables".

8. Porque es contradictoria al 100%, "como le demostró un cristiano a San Justino Mártir (100-165), que era platónico, llevándole a su conversión. El cristiano le preguntó a San Justino cómo explicaba la existencia de los cuerpos. Justino respondió que era un justo castigo de los dioses por los pecados cometidos en alguna vida corporal anterior. El cristiano le preguntó entonces si recordaba sus vidas, y la respuesta fue que no las recordaba. “Entonces, ¿cómo puedes ser castigado y, mediante el castigo, redimido de tus pecados anteriores, si no los recuerdas?” El futuro mártir no pudo contestar. El cristiano le interrogó sobre su esperanza en el más allá, y Justino contestó que esperaba liberarse del cuerpo en el Cielo, una vez que se hubiesen completado todos los castigos tras un número suficiente de reencarnaciones en la tierra. "En ese cielo puramente espiritual, ¿reina la perfección?", insistió su interlocutor. Sí, explicó el platónico, porque en él no hay cuerpos. "Pero si en el cielo no hay cuerpos, y por tanto no hay pecado, ¿por qué nos castigan los dioses?", argumentó el cristiano. Justino no tuvo qué decir, y no mucho después se convirtió, descubriendo que su nueva fe cristiana era también una filosofía más razonable que el platonismo. En efecto, en el esquema platónico de la reencarnación, el principio de los cuerpos (el castigo del pecado) y el final de los cuerpos (liberarse de ellos en el Cielo) se contradicen" .

9. Porque es antivital, al quitarle a la vida todo su dramatismo. Se centra solo en un karma y en un darma. "La reencarnación es como un examen sin consecuencias. Si puedes hacer infinitos exámenes hasta conseguir aprobar, le quitas todo dramatismo a la prueba. Si hay en la vida hay drama es porque solo tienes una oportunidad, y eso es lo que permite disfrutarla".

10. Porque casi siempre va de la mano con el panteísmo. Para explicar por qué, hace falta algo de filosofía. Es la materia la que individualiza cada forma esencial, la que hace múltiples a los miembros de una misma especie. Todos tenemos la misma forma esencial (a saber, la naturaleza humana), del mismo modo que todos los ejemplares de un cierto libro tienen la misma forma esencial. Si somos muchos en cantidad -como son muchos los ejemplares de un mismo libro- es por la materia, no por la forma. La forma es una; la materia es múltiple. Hay muchas copias materiales de una misma forma esencial. Por tanto, si somos uno en el espíritu pero muchos en la materia (premisa primera), y si esencialmente somos solo espíritu (premisa segunda para quienes creen en la reencarnación), la conclusión lógica es que somos esencialmente un único ser, no muchos seres. Todos somos olas del mar divino, todos somos parte de Dios. Y eso es panteísmo, Cf. ReL el 23 de julio de 2020.

-III PARTE-
 
Las 9 diferencias entre resurrección y reencarnación y por qué el cristianismo sólo cree en la primera.

Una idea lineal de la historia versus una concepción circular del tiempo, una sola muerte frente a muchas muertes, el fatalismo y el cuerpo como prisión versus la esperanza y la unicidad de cuerpo y alma, son algunos de los rasgos contrastantes de ambas doctrinas:

El auge de la New Age y el interés por el hinduismo y el budismo han llevado a una renovada difusión de la creencia en la transfiguración de las almas. Se trata de la idea de que al morir el ser humano, el alma abandona el cuerpo para migrar, para reencarnar en otro cuerpo, que puede incluso no ser humano, dependiendo de la vida que se haya llevado. Así, de reencarnación en reencarnación, el alma se va purificando.

Esta creencia es casi tan vieja como la humanidad, pero predomina en las religiones orientales, como el hinduismo, el budismo y el taoísmo. Su difusión en Occidente, donde nunca fue mayoritaria, tuvo un primer impulso en la Edad Moderna, y conoce un nuevo auge en estos tiempos, al punto que incluso muchos cristianos afirman creer en ella.

Se producen fenómenos que podríamos llamar de sincretismo, típicos de la sociedad de pensamiento líquido y relativista que no ve contradicción, por ejemplo entre cristianismo y budismo.

Es por eso que medios y voceros de iglesias cristianas, en especial católicos, se esmeran en resaltar sus incompatibilidades con la enseñanza evangélica y en explicar las diferencias entre ambas doctrinas; si se las confunde es por la falta de una formación cristiana rigurosa.

Sondeos de opinión relativamente recientes muestran que un elevado porcentaje de católicos cree en la transmigración de las almas. Por ejemplo, un estudio de la Fundación Santa María -citado por el sitio de información Aleteia- señalaba que el 26,9% de los jóvenes españoles decía creer en la reencarnación.

Una encuesta publicada por el Pew Research Center en 2018 indicaba que un 29 por ciento de cristianos en los Estados Unidos acepta la reencarnación como algo cierto. En el caso de los católicos, el porcentaje llegaba al 36; una cifra muy elevada.

“Reencarnación y resurrección son dos visiones alternativas del fin de la persona humana, pero también de cómo se concibe al ser humano, su historia y al mismo Dios”, afirmaba monseñor Francisco Conesa Ferrer, obispo de Menorca (España), en una conferencia dictada a fines de 2017 -reseñada en el mismo artículo de Aleteia-, cuyo título era “¿Reencarnación o resurrección?”.

En ella, Conesa Ferrer explicaba que esa creencia se originó en el siglo VII antes de Cristo en la India y que luego se extendió a la Grecia clásica. En la Edad Moderna, de la mano de la Ilustración y el romanticismo alemán, se difundió por Occidente.

Ahora vive un nuevo renacer, impulsado por el interés hacia todo lo oriental, lo hindú, el budismo. Más en general, por doctrinas que se adaptan mejor al individualismo reinante. De acuerdo a monseñor Conesa Ferrer, la difusión de la doctrina de la reencarnación se da “sobre todo gracias a la teosofía, el espiritismo, el gnosticismo moderno y la Nueva Era (New Age)”.

Roberto Bosca, investigador del tema, definía a la New Age -en una entrevista con Infobae- como un “autismo espiritual”, en el sentido de que, a diferencia del cristianismo que conlleva un fuerte mandato de amor y servicio al prójimo, éstas son corrientes centradas en una búsqueda espiritual interior e individual. Como se verá, la reencarnación se adapta mejor a estas concepciones que el cristianismo.

“Una de las características de esta corriente -decía Roberto Bosca, autor del libro New Age, la utopía religiosa de fin de siglo-, es el subjetivismo”. El éxito de la New Age, explicaba, que se ha constituido en “la espiritualidad del hombre light”, radica en que “recoge la sensibilidad que está en la mentalidad del hombre y la mujer contemporáneos, la expresa religiosamente, por eso encaja tan bien”.

En su conferencia, el Obispo de Menorca identificaba en su conferencia al menos dos causas que impulsan la difusión actual de la idea de la reencarnación: “La fascinación por lo oriental y exótico que se da en occidente”, unida al “silenciamiento de la enseñanza cristiana sobre el más allá”, por lo que “muchos cristianos piensan (en ello) de un modo muy vago”.

El Obispo de Menorca también explicó que, en la cosmovisión oriental, el mal se explica desde una perspectiva individual: “Todo depende del desarrollo mecánico e inercial del karma y de las reencarnaciones”, de forma que “cada uno es responsable del mal que padece en cuanto la malicia de sus acciones en existencias pasadas gravita sobre él en su vida actual”. Una explicación que puede resultar atractiva o más sencilla de aprehender. Pero que también lleva al fatalismo y a la resignación: lo que le sucede a cada persona en el mundo -bueno o malo- está predeterminado por lo que fue su vida pasada. O sus vidas pasadas.

En declaraciones realizadas al autor del libro Bono on Bono, el músico irlandés, líder de la banda U2, explicaba la diferencia entre el cristianismo y las demás religiones, diciendo: “Estoy sinceramente convencido de que (con la llegada de Jesús) hemos salido del reino del karma para entrar en el de la gracia”.

“En el centro de todas las religiones está la idea del karma -explicaba Bono-. Ya sabes, todo lo que haces te vuelve a ti; ojo por ojo, diente por diente, o en física –en las leyes físicas– cada acción encuentra otra igual u opuesta. Entonces llega esta idea llamada gracia que acaba con todo esto”. Y agregaba: "Me refugio en la Gracia y acepto que Jesús tomó mis pecados sobre la cruz”.

La idea de reencarnación también satisface la demanda humana de justicia, decía Conesa Ferrer en su conferencia, ya que la doctrina de la reencarnación “permite al alma realizar su purificación progresiva por sus solas fuerzas y esfuerzos con tal que se ajuste con minuciosidad a su nueva condición en un cuerpo distinto al de la vida anterior y a sus obligaciones específicas de su nueva existencia humana, animal o vegetal”.

La sucesión de reencarnaciones permite que el alma no se juegue “su destino eterno en una sola baza o existencia”, proponiendo futuras oportunidades de felicidad, “sin purgatorio ni infierno”, explica el obispo.

Está claro que la creencia en la reencarnación le permite al ser humano eludir la inexorabilidad de la muerte. O al menos pensar que puede hacerlo.

Lógicamente, el obispo de Menorca defendía en aquella conferencia la superioridad de la doctrina cristiana: la creencia en la resurrección de los muertos, que “no nace de la reflexión humana ni de la constatación empírica, sino del acontecimiento único de la glorificación de Jesucristo tras su pasión y muerte”.

La convicción cristiana sobre la resurrección deriva del anuncio de la resurrección de Cristo. Esta doctrina se encuentra resumida en el Catecismo de la Iglesia Católica, bajo el título “Creemos en la resurrección de la carne”, en los párrafos n° 988 al 1001.

El numeral 989 señala: “Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día. Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad”.

El punto 990 aclara que “el término ‘carne’ designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad. La ‘resurrección de la carne’ significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros ‘cuerpos mortales’ volverán a tener vida”.

En palabras de monseñor Conesa Ferrer, “no se trata de la inmortalidad del alma, de la que hablaba ya el mundo griego: La resurrección (anunciada por Cristo) es de la persona entera y esto significa que es también de su cuerpo, porque lo corporal es parte fundamental de la persona”.

Pero el cuerpo humano se descompone luego de la muerte. ¿Cómo podría resucitar? El modelo -aclaraba el Obispo- es el de Cristo resucitado. Lo que resucitará junto con el alma “no es un cuerpo físico sino de lo corporal del hombre”. “Para el ser humano la corporalidad supone sobre todo estar en el mundo, mantener comunicaciones con los otros y vivir en la historia” agregó.

El punto 997 del Catecismo lo explica así: “En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús”.

Por ello, agregaba Cones Ferrer, “estamos ante creencias incompatibles: son dos maneras de responder a ese gran misterio que envuelve la vida del hombre, (...) se trata de dos creencias divergentes e incompatibles”.

En declaraciones a la agencia CNA (Catholic News Agency), Joel Barstad, profesor de Teología del Seminario Saint John Vianney en Denver, decía: “Un cristiano es un individuo que quiere ser realmente alguien ahora y luego de la muerte hasta el fin de los tiempos, pero para que eso sea posible, voy a necesitar mi cuerpo resucitado y los demás necesitarán los suyos”.

En el mismo artículo de CNA, el profesor de Teología sistemática de la Universidad Católica de América, Michael Root, explicó que la reencarnación “contradice la imagen de la salvación que tenemos en el Nuevo Testamento, donde nuestra participación en la resurrección de Cristo es efectivamente de lo que se trata la salvación” y “nos da una imagen muy distinta de lo que es el ser humano: un ente incorpóreo que no está relacionado a ningún tiempo específico”.

“El cristianismo toma muy en serio que somos seres con un cuerpo -agregó Root- y, cualquier noción de reencarnación considera que el ser sólo tiene una especie de conexión accidental con cualquier cuerpo específico, porque desde esa perspectiva uno pasa de un cuerpo a otro y a otro y a otro; y ese no tener un cuerpo específico termina en la idea de que uno no sabe quién es”.

Otro rasgo importante, que diferencia a la doctrina evangélica de la reencarnación es que, mientras esta última es una evolución de una alma individualmente considerada, los cristianos esperan también la resurrección de los otros, de sus amigos y seres queridos, “para vivir en un cielo nuevo y una tierra nueva”, agregó Joel Barstad.

LAS DIFERENCIAS: Finalmente, el informe de Aleteia identifica, a partir de la exposición de monseñor Conesa Ferrer, nueve diferencias entre reencarnación y resurrección:

– Una sola muerte, frente a las muchas muertes de la reencarnación.

– Un Dios que ama personalmente al que muere, frente a la disolución del alma en “una realidad impersonal y neutra”.

– “Cada persona es absolutamente única y original” y su cuerpo es parte indispensable de su ser, frente al cuerpo entendido en la reencarnación como mera prisión del alma y como algo secundario.

– La resurrección implica una concepción lineal de la historia, frente a la visión circular del tiempo que propone la transmigración del alma y el continuo renacer bajo otras formas.

– La vida se experimenta ante la voluntad de Dios, frente a una existencia sujeta a una ley cósmica.

– El pecado para la concepción cristiana es la desobediencia a la voluntad de Dios, frente a una concepción de insuficiencia o desequilibrio en el hombre.

– Cada acto del ser humano tiene valor y es irrepetible, en contraste con la idea de que nada es irrevocable y todo es revisable.

– Es posible la esperanza y la lucha por un mundo mejor, frente a un fatalismo que promueve conformarse con lo negativo, que sería consecuencia de culpas de vidas anteriores.

– Existe un Dios personal que quiere salvar al hombre del pecado porque lo ama, frente a una visión del ser humano que lo deja solo, como único responsable de su salvación individual, Cf. Sociedad - Infobae - Las 9 diferencias entre resurrección y reencarnación - Por la Lic. Claudia Peiró - 2 de Noviembre de 2019.

-IV PARTE-

Más de los que parecían

Una conocida actriz, hace no mucho tiempo, declaraba en el reportaje concedido a una revista: “Yo soy católica, pero creo en la reencarnación. Ya averigüé que ésta es mi tercera vida. Primero fui una princesa egipcia. Luego, una matrona del Imperio Romano. Y ahora me reencarné en actriz”.

Resulta, en verdad, asombroso comprobar cómo cada vez es mayor el número de los que, aún siendo católicos, aceptan la reencarnación. Una encuesta realizada en la Argentina por la empresa Gallup reveló que el 33% de los encuestados cree en ella. En Europa, el 40% de la población se adhiere gustoso a esa creencia. Y en el Brasil, nada menos que el 70% de sus habitantes son reencarnacionistas.

Por su parte, el 34% de los católicos, el 29% de los protestantes, y el 20% de los no creyentes, hoy en día la profesan.

La fe en la reencarnación, pues, constituye un fenómeno mundial. Y por tratarse de un artículo de excelente consumo, tanto la radio como la televisión, los diarios, las revistas, y últimamente el cine, se encargan permanentemente de tenerlo entra sus ofertas. Pero ¿por qué esta doctrina seduce a la gente?

Qué es la reencarnación

La reencarnación es la creencia según la cual, al morir una persona, su alma se separa momentáneamente del cuerpo, y después de algún tiempo toma otro cuerpo diferente para volver a nacer en la tierra. Por lo tanto, los hombres pasarían par muchas vidas en este mundo.

 ¿Y por qué el alma necesita reencarnarse? Porque en una nueva existencia debe pagar los pecados cometidos en la presente vida, o recoger el premio de haber tenido una conducta honesta. El alma está, dicen, en continua evolución. Y las sucesivas reencarnaciones le permite progresar hasta alcanzar la perfección. Entonces se convierte en un espíritu puro, ya no necesita más reencarnaciones, y se sumerge para siempre en el infinito de la eternidad.

Esta ley ciega, que obliga a reencarnarse en un destino inevitable, es llamada la ley del “karma” (=acto).

Para esta doctrina, el cuerpo no sería más que una túnica caduca y descartable que el alma inmortal teje por necesidad, y que una vez gastada deja de lado para tejer otra.

Existe una forma aún más escalofriante de reencarnacionismo, llamada “metempsicosis”, según la cual si uno ha sido muy pecador su alma puede llegar a reencarnarse en un animal, ¡y hasta en una planta!

Las ventajas que brinda

Quienes creen en la reencarnación piensan que ésta ofrece ventajas. En primer lugar, nos concede una segunda (o tercera, o cuarta) oportunidad. Sería injusto arriesgar todo nuestro futuro de una sola vez. Además, angustiaría tener que conformarnos con una sola existencia, a veces mayormente triste y dolorosa. La reencarnación, en cambio, permite empezar de nuevo.

Por otra parte, el tiempo de una sola vida humana no es suficiente para lograr la perfección necesaria. Esta exige un largo aprendizaje, que se va adquiriendo poco a poco. Ni los mejores hombres se encuentran, al momento de morir, en tal estado de perfección. La reencarnación, en cambio, permite alcanzar esa perfección en otros cuerpos.

Finalmente, la reencarnación ayuda a explicar ciertos hechos incomprensibles, como por ejemplo que algunas personas sean más inteligentes que otras, que el dolor esté tan desigualmente repartido entre los hombres, las simpatías o antipatías entre las personas, que algunos matrimonios sean desdichados, o la muerte precoz de los niños. Todo esto se entiende mejor si ellos están pagando deudas o cosechando méritos de vidas anteriores.

Cuando aún no existía

La reencarnación, pues, es una doctrina seductora y atrapante, porque pretende “resolver” cuestiones intrincadas de la vida humana. Además, porque resulta apasionante para la curiosidad del común de la gente descubrir qué personaje famoso fue uno mismo en la antigüedad. Esta expectativa ayuda, de algún modo, a olvidar nuestra vida intrascendente, y a evadirnos de la existencia gris y rutinaria en la que estamos a veces sumergidos. Pero ¿cómo nació la creencia en la reencarnación?

Las más antiguas civilizaciones que existieron, como la sumeria, egipcia, china y persa, no la conocieron. El enorme esfuerzo que dedicaron a la edificación de pirámides, tumbas y demás construcciones funerarias, demuestra que creían en una sola existencia terrestre. Si hubieran pensado que el difunto volvería a reencarnarse en otro, no habrían hecho el colosal derroche de templos y otros objetos decorativos con que lo preparaban para su vida en el más allá.

Por qué apareció

La primera vez que aparece la idea de la reencarnación es en la India, en el siglo VII a.C. Aquellos hombres primitivos, muy ligados aún a la mentalidad agrícola, veían que todas las cosas en la naturaleza, luego de cumplir su ciclo, retornaban. Así, el sol salía par la mañana, se ponía en la tarde, y luego volvía a salir. La luna llena decrecía, pero regresaba siempre a su plena redondez. Las estrellas repetían las mismas fases y etapas cada año. Las estaciones del verano y el invierno se iban y volvían puntualmente. Los campos, las flores, las inundaciones, todo tenía un movimiento circular, de eterno retorno. La vida entera parecía hecha de ciclos que se repetían eternamente.

Esta constatación llevó a pensar que también el hombre, al morir, debía otra vez regresar a la tierra. Pero como veían que el cuerpo del difundo se descomponía, imaginaron que era el alma la que volvía a tomar un nuevo cuerpo para seguir viviendo.

Con el tiempo, aprovecharon esta creencia para aclarar también ciertas cuestiones vitales (como las desigualdades humanas, antes mencionadas), que de otro modo les resultaban inexplicables para la incipiente y precaria mentalidad de aquella época.

Cuando apareció el Budismo en la India, en el siglo V a.C., adoptó la creencia en la reencarnación. Y por él se extendió en la China, Japón, el Tíbet, y más tarde en Grecia y Roma. Y así, penetró también en otras religiones, que la asumieron entre los elementos básicos de su fe.

Ya Job no lo creía

Pero los judíos jamás quisieron aceptar la idea de una reencarnación, y en sus escritos la rechazaron absolutamente. Por ejemplo, el Salmo 39, que es una meditación sobre la brevedad de la vida, dice: “Señor, no me mires con enojo, para que pueda alegrarme, antes de que me vaya y ya no exista más” (v.14).

También el pobre Job, en medio de su terrible enfermedad, le suplica a Dios, a quien creía culpable de su sufrimiento: “Apártate de mí. Así podré sonreír un poco, antes de que me vaya para no volver, a la región de las tinieblas y de las sombras” (10,21.22).

Y un libro más moderno, el de la Sabiduría, enseña : “El hombre, en su maldad, puede quitar la vida, es cierto; pero no puede hacer volver al espíritu que se fue, ni liberar el alma arrebatada por la muerte’’ (16,14).

Tampoco el rey David

La creencia de que nacemos una sola vez, aparece igualmente en dos episodios de la vida del rey David. El primero, cuando una mujer, en una audiencia concedida, le hace reflexionar: “Todos tenemos que morir, y seremos como agua derramada que ya no puede recogerse” (2 Sm 14,14).

El segundo, cuando al morir el hijo del monarca exclama: “Mientras el niño vivía, yo ayunaba y lloraba. Pero ahora que está muerto ¿para qué voy a ayunar? ¿Acaso podré hacerlo volver? Yo iré hacia él, pero él no volverá hacia mí” (2 Sm 12,22.23).

Vemos, entonces, que en el Antiguo Testamento, y aún cuando no se conocía la idea de la resurrección, ya se sabía al menos que de la muerte no se vuelve nunca más a la tierra.

La irrupción de la novedad

Pero fue en el año 200 a. C. cuando se iluminó para siempre el tema del más allá. En esa época entró en el pueblo judío la fe en la resurrección, y quedó definitivamente descartada la posibilidad de la reencarnación.

 Según esta novedosa creencia, al morir una persona, recupera la vida inmediatamente. Pero no en la tierra, sino en otra dimensión llamada “la eternidad”. Y comienza a vivir una vida distinta, sin límites de tiempo ni espacio. Una vida que ya no puede morir más. Es la denominada Vida Eterna.

 Esta enseñanza aparece por primera vez, en la Biblia, en el libro de Daniel. Allí, un ángel le revela este gran secreto: “La multitud de los que duermen en la tumba se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la vergüenza y el horror eterno” (12,2). Por lo tanto, queda claro que el paso que sigue inmediatamente a la muerte es la Vida Eterna, la cual será dichosa para los buenos y dolorosa para los pecadores. Pero será eterna.

 La segunda vez que la encontramos, es en un relato en el que el rey Antíoco IV de Siria tortura a siete hermanos judíos para obligarlos a abandonar su fe. Mientras moría el segundo, dijo al rey: “Tú nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros nos resucitará a una vida eterna” (2 Mac 7,9). Y al morir el séptimo exclamó: “Mis hermanos, después de haber soportado una corta pena, gozan ahora de la vida eterna” (2 Mac 7,36).

 Para el Antiguo Testamento, pues, resulta imposible volver a la vida terrena después de morir. Por más breve y dolorosa que haya sido la existencia humana, luego de la muerte comienza la resurrección.

 Ahora lo dice Jesús

Jesucristo, con su autoridad de Hijo de Dios, confirmó oficialmente esta doctrina. Con la parábola del rico Epulón (Lc 16,19.31), contó cómo al morir un pobre mendigo llamado Lázaro los ángeles lo llevaron inmediatamente al cielo. Por aquellos días murió también un hombre rico e insensible, y fue llevado al infierno para ser atormentado por el fuego de las llamas.

No dijo Jesús que a este hombre rico le correspondiera reencarnarse para purgar sus numerosos pecados en la tierra. Al contrario, la parábola explica que por haber utilizado injustamente los muchos bienes que había recibido en la tierra, debía “ahora” (es decir, en el más allá, en la vida eterna, y no en la tierra) pagar sus culpas (v.25). El rico, desesperado, suplica que le permitan a Lázaro volver a la tierra (o sea, que se reencarne) porque tiene cinco hermanos tan pecadores como él, a fin de advertirles lo que les espera si no cambian de vida (v.27.28). Pero le contestan que no es posible, porque entre este mundo y el otro hay un abismo que nadie puede atravesar (v.26).

La angustia del rico condenado le viene, justamente, al confirmar que sus hermanos también tienen una sola vida para vivir, una única posibilidad, una única oportunidad para darle sentido a la existencia.

La suerte del buen ladrón

Cuando Jesús moría en la cruz, cuenta el Evangelio que uno de los ladrones crucificado a su lado le pidió: “Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu reino”. Si Jesús hubiera admitido la posibilidad de la reencarnación, tendría que haberle dicho: “Ten paciencia, tus crímenes son muchos; debes pasar por varias reencarna-ciones hasta purificarte completamente”. Pero su respuesta fue: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23,43).

Si “hoy” iba a estar en el Paraíso, es porque nunca más podía volver a nacer en este mundo. San Pablo también rechaza la reencarnación. En efecto, al escribir a los filipenses les dice: “Me siento apremiado por los dos lados. Por una parte, quisiera morir para estar ya con Cristo. Pero por otra, es más necesario para ustedes que yo me quede aún en este mundo” (1,23.24). Si hubiera creído posible la reencarnación, inútiles habrían sido sus deseos de morir, ya que volvería a encontrarse con la frustración de una nueva vida terrenal. Una total incoherencia

Y explicando a los corintios lo que sucede el día de nuestra muerte, les dice: “En la resurrección de los muertos, se entierra un cuerpo corruptible y resucita uno incorruptible, se entierra un cuerpo humillado y resucita uno glorioso, se entierra un cuerpo débil y resucita uno fuerte, se entierra un cuerpo material y resucita uno espiritual (1 Cor 15,42.44).

¿Puede, entonces, un cristiano creer en la reencarnación? Queda claro que no. La idea de tomar otro cuerpo y regresar a la tierra después de la muerte es absolutamente incompatible con las enseñanzas de la Biblia. La afirmación bíblica más contundente y lapidaria de que la reencarnación es insostenible, la trae la carta a los Hebreos: “Está establecido que los hombres mueren una sola vez, y después viene el juicio” (9,27).

Invitación a la irresponsabilidad

Pero no sólo las Sagradas Escrituras impiden creer en la reencarnación, sino también el sentido común. En efecto, que ella explique las simpatías y antipatías entre las personas, los desentendimientos de los matrimonios, las desigualdades en la inteligencia de la gente, o las muertes precoces, ya no es aceptado seriamente por nadie. La moderna sicología ha ayudado a aclarar, de manera científica y concluyente, el porqué de éstas y otras manifestaciones extrañas de la personalidad humana, sin imponer a nadie la creencia en la reencarnación.

 La reencarnación, por lo tanto, es una doctrina estéril, incompatible con la fe cristiana, propia de una mentalidad primitiva, destructora de la esperanza en la otra vida, inútil para dar respuestas a los enigmas de la vida, y lo que es peor, peligrosa por ser una invitación a la irresponsabilidad. En efecto, si uno cree que va a tener varias vidas más, además de ésta, no se hará mucho problema sobre la vida presente, ni pondrá gran empeño en lo que hace, ni le importará demasiado su obrar. Total, siempre pensará que le aguardan otras reencarnaciones para mejorar la desidia de ésta.

Solamente una vez

Pero si uno sabe que el milagro de existir no se repetirá, que tiene sólo esta vida para cumplir sus sueños, sólo estos años para realizarse, sólo estos días y estas noches para ser feliz con las personas que ama, entonces se cuidará muy bien de maltratar el tiempo, de perderlo en trivialidades, de desperdiciar las oportunidades. Vivirá cada minuto con intensidad, pondrá lo mejor de sí en cada encuentro, y no permitirá que se le escape ninguna coyuntura que la vida le ofrezca. Sabe que no retornarán.

 El hombre, a lo largo de su vida, trabaja un promedio de 136.000 horas; duerme otras 210.000; come 3.360 kilos de pan, 24.360 huevos y 8.900 kilos de verdura; usa 507 tubos de dentífrico; se somete a 3 intervenciones quirúrgicas; se afeita 18.250 veces; se lava las manos otras 89.000; se suena la nariz 14.080 veces; se anuda la corbata en 52.000 oportunidades, y respira unos 500 millones de veces.

Pero absolutamente todo hombre, creyente o no, muere una vez y sólo una vez. Antes de que caiga el telón de la vida, Dios nos regala el único tiempo que tendremos, para llenarlo con las mejores obras de amor de cada día, Cf. Cortesía de Apologetica para Biblioteca Básica del Cristiano - ¿Qué nos dice la Biblia sobre la Reencarnación? - Pbro. Ariel Álvarez Valdés.

-V PARTE-

En la India y en otros países asiáticos en los que predominan el hinduismo y el budismo, la reencarnación se ha aceptado como realidad desde hace mucho tiempo.

A principios de la década de los años 50 un hombre llamado Morey Bernstein hipnotizó a una joven que se llamaba Virginia Tighe. Estando ella bajo hipnosis, Bernstein le dijo a su paciente que retrocediera a la época de su infancia. Como respuesta, ella empezó a hablar y a comportarse como una niña de cinco años. Cuando le dijo luego que iba retroceder hasta cuando era bebé, ella empezó a gorjear y arrullarse como una pequeñita.

En ese momento Bernstein intentó algo más audaz. Le dijo a la mujer que quería que siguiera retrocediendo hasta la época anterior a su nacimiento. No sé cuál era la expectativa de Bernstein, pero él dice haber recibido el mayor impacto de su vida cuando su paciente de repente empezó a hablar con un fuerte acento irlandés. Ella le dijo que se llamaba Bridey Murphy y que vivía en una pequeña aldea en Irlanda, por el año 1700. Le describió la casa y la aldea en la que vivía, y le contó detalles minuciosos de su vida.

El estudio de vidas pasadas se convirtió en un tema candente y en un negocio próspero. Pero para el periódico Chicago American, el mito de Bridey Murphy se originó en una vecina; un reportero descubrió que una mujer llamada Bridie Murphy Corkell vivía en la casa de enfrente de donde se había criado Virginia Tighe. Lo que recordó Virginia bajo hipnosis, no fue una vida previa, sino más bien fragmentos de información que había recibido de niña.

Lo que podemos concluir a partir de esto es que la memoria de una vida pasada de Virginia Tighe fue en realidad el producto de lo que los psicólogos llaman criptomnesia, que es la capacidad del cerebro humano de almacenar todo fragmento de información con el que se encuentre, sin que tenga importancia lo trivial que sea o que haya sido recogido por azar. En ocasiones, fragmentos de esa información pueden unirse sin orden ni concierto para crear algo confuso.

Antes de abordar el tema de la reencarnación, veamos algo de la hipnosis. ¿Qué sucede cuando permitimos que nos pongan en un trance hipnótico? Básicamente, entregamos el control de nuestra mente a otra persona. Algunos expertos opinan que el hipnotismo es peligroso justamente por este motivo. Las Escrituras nos dicen que sólo nos entreguemos a Dios. Además de incursionar en el ocultismo, hace que se desvanezcan las líneas que separan la realidad de la fantasía. Es capaz de distorsionar la verdad y hacernos creer una mentira.

EL PROBLEMA DEL “KARMA”.

Ahora bien, algunas personas señalan el tercer capítulo de Juan como prueba de que Jesús enseñaba la reencarnación. El pasaje en cuestión trata el tema del encuentro de Jesús con Nicodemo, un miembro del concilio que gobernaba a los judíos (Juan 3:3-8).

Pero no existe un sólo erudito serio de la Biblia que no crea que Jesús se estaba refiriendo al proceso de nacer de nuevo que ocurre en nuestro espíritu cuando depositamos nuestra confianza en Cristo. Así que este episodio con toda seguridad no tiene nada que ver con la reencarnación.

La Biblia enseña que cada individuo es responsable de los propios actos en su vida. Él no sufrirá en esta vida por causa de algo que haya cometido en una existencia previa, tal como enseña la reencarnación. Esa creencia oriental se conoce con el nombre de karma, y causa un sufrimiento increíble en todo el mundo. En Nepal, un país hindú, cuando nace un niño en una familia pobre, o si este padece alguna discapacidad sus vecinos piensan que se debe a algún pecado que cometió en una vida anterior. Nadie le tiende una mano. ¿Por qué hacerlo? Si un niño sufre por causa del karma negativo, es porque su alma está siendo purificada, y sería un error intentar ayudarlo. 

Cuando un niño queda huérfano, se considera que es por su propia culpa por algo que hizo en una vida pasada. En lugar de ayudarlo, sus vecinos lo echan de su aldea, y le prohíben que regrese. A ellos les parece que lo tratan con amabilidad. Tienen la esperanza de que el niño se vaya a algún lugar y que en forma discreta se muera de hambre. Luego, una vez que su vida breve e infeliz ha acabado, podrá renacer a una vida mejor. Estos niños hambrientos comen puñados de tierra intentando poner fin al dolor del hambre que les retuerce el estómago. Es una tragedia espantosa, y se debe a la creencia en la reencarnación.

LA REENCARNACIÓN SE OPONE A JESUCRISTO POR QUÉ:

• Jesús dice que todos los que aceptan lo que él hizo por ellos en la cruz y le siguen quedan inmediatamente limpios de toda su maldad y su culpa.

• La reencarnación enseña que los pecados cometidos en vidas pasadas deben ser expiados por obras de aquella persona en la vida siguiente, hasta que finalmente logre un estado de santidad y pureza.

• Jesús dice que una vez que morimos, los que han aceptado la obra que él hizo por ellos en la cruz y le siguen irán al cielo para vivir por siempre con Dios. Los que no lo hayan hecho, vivirán para siempre apartados de Dios.

• La reencarnación dice que todos viviremos una y otra vez aquí en la tierra hasta que logremos hacerlo todo correctamente.

• La Biblia enseña que “está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio” (Hebreos 9:27).

• Según la reencarnación, morimos una y otra vez. En realidad no hay juicio alguno, solo karma, que deberemos enfrentar en nuestra vida siguiente.

Si la reencarnación fuera verdad, significaría que la muerte de Cristo ha sido en vano. No tendríamos necesidad de que alguien nos salvara si pudiéramos lograr la perfección por cuenta propia a lo largo de docenas o centenas de vidas.

En ningún lugar de la Biblia se sugiere siquiera que la reencarnación pueda ser verdad. En cambio se recalca una y otra vez que todo ser humano es un individuo singular creado a la imagen de Dios mismo. Y sin embargo, cada vez más personas, incluso cristianos, parecen aceptar como verdad esa creencia. No existe manera de aferrarse a una creencia en la reencarnación y a la vez creer en la muerte expiatoria de Cristo en la cruz.

Recordemos lo que dice la Biblia: “Está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio” (Hebreos 9:27). No muchas muertes, sino una muerte. No muchos juicios, sino un juicio.

Y sólo hay una manera de asegurarnos que podremos pasar por ese juicio sin sufrir daño. Volvamos a esas palabras famosas de Jesús: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él” (Juan 3:16-17), Cf. La Mentira de la Reencarnación, Hill Myers y Dave Wimbish, Unidos contra la Apostasía, Febrero 24 de 2022.

-VI PARTE-

OBJECIONES A LA REENCARNACION:

Los principales argumentos e interrogantes en contra de la reencarnación son:

1) Si nuestra memoria normal no puede recordar las supuestas vidas pasadas, de hecho la creencia pierde credibilidad.

2) ¿Por qué el recuerdo de las vidas pasadas tiene que ser mediante la alteración de la conciencia como es el caso de la regresión hipnótica, drogas o estados de catarsis?

3) ¿Por qué la única manera de recordar vidas pasadas es ingresando al terreno de las prácticas y teorías ocultas?

4) La reencarnación no deja espacio para el arrepentimiento y perdón de los pecados. En consecuencia no hay lugar para un redentor que puede expiar el karma y perdonarlo.

5) Si la reencarnación fuera cierta, con toda seguridad que nuestra memoria podría recordar quien fuimos en la vida pasada

6) ¿De que sirve, en la práctica, saber que se ha vivido una vez, si se ha olvidado por completo esa vida anterior?

7) No hay tal encarnación sino que personas que tienen una vida difícil, vana o sin importancia tratan de compensar esos vacíos mediante las narraciones de hechos fantásticos, de vidas donde sí eran importantes.

8) El hipnólogo sugestiona al paciente y éste, para complacerlo, narras unas historias que son producto de dicha sugestión pero jamás de una existencia anterior.

9) Todo es un problema genético donde nuestros antepasados vivieron dichas vidas y nos trasmiten dicha información que no la hemos vivido sino que está en la memoria genética.

10) Si existe la reencarnación ¿por qué en el planeta Tierra ahora hay muchísimas más personas que antes?

11) El principal argumento en contra de la reencarnación es que dicha voz no aparece ni una sola vez en la Biblia que es el libro que contiene la palabra de Dios.



¡Son números sin ningún sustento, que valga la pena!



¿NOS SALVAMOS POR EL KARMA O POR LA GRACIA?

1) Los reencarnacionistas insisten en la autosalvación. Contrario a esta postura, el cristianismo enseña que la vida eterna es un regalo o don de Dios.

2)Para los reencarnacionistas la salvación va de la mano con la práctica de las buenas obras para quemar el karma. Todo esto resulta imposible a la luz de la expiación de Cristo y la salvación por la sola gracia de Dios, Cf. Lic. Cesar Rojas, Viviendo con lo Desconocido, Extractos - Mirando de Soslayo - Miércoles 12 de Diciembre de 2007.


-VII PARTE-

 LA REENCARNACIÓN, NO EXISTE:

"Dice Jesús:

«Hombre que tan querido me eres a pesar de tus desvaríos; oveja perdida por la que caminé y vertí mi Sangre para marcarte el camino de la Verdad; este dictado va dirigido a ti. Es una instrucción, una luz para ti. No rechaces mi don

No cometas el sacrilegio de pensar

que haya otra palabra más justa que ésta

No cometas el sacrilegio de pensar que haya otra palabra más justa que ésta. Esta es mía. Es mi voz que desde hace siglos es siempre la misma: no cambia, no se contradice, no se renueva con el correr de los siglos porque es perfecta y el progreso no incide en ella. En vosotros cabe el poneros al día; mas no en Mí que soy como el primer día en mi doctrina, lo mismo que desde la eternidad y hasta la eternidad soy el mismo en mi naturaleza. Soy la Palabra de Dios y la Sabiduría del Padre.

Se dice en mi verdadero y único Evangelio: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No soy Dios de muertos sino de vivos». (Mt 22, 32).

el orden de la vida humana es el siguiente:

Abraham, Isaac y Jacob vivieron una vez. Tú vivirás una vez. Yo, que soy Dios, tomé carne humana una vez y no volveré a tomarla otra porque también Dios respeta el orden. Y el orden de la vida humana es el siguiente:

Que a toda carne se infunda un espíritu con el que hacerle al hombre semejante a Dios, el cual no es carne sino espíritu, no es ser animal sino sobrenatural.

Que cuando decline la tarde, desaparezca y se hunda la carne, como despojo y revestimiento, en la nada de la que fue extraída y torne el espíritu a su vida: bienaventurada si vivió y condenada si pereció por haber hecho de la carne su señor en lugar de haber hecho de Dios el señor de su espíritu.

Que en aquel allá del que inútilmente queréis vosotros conocer los detalles sin contentaros con creer en su existencia, ese espíritu aguarda con temblor de espanto o con anhelos de gozo a ver resurgir la carne para revestirse con ella en el último día de la Tierra y con ella precipitarse en el abismo o penetrar en el Cielo glorificado junto con la materia a la que vencisteis por ser vuestra enemiga natural y de la que hicisteis una aliada sobrenatural.

La reencarnación no existe

cómo habrías de poder revestiros con una carne

al tiempo de mi revista excelsa y con ella ir a la condenación

o a la gloria si los espíritus hubiesen tenido muchas carne

Mas ¿cómo habrías de poder revestiros con una carne al tiempo de mi revista excelsa y con ella ir a la condenación o a la gloria si los espíritus hubiesen tenido muchas carne? ¿Con cual de ellas habríais de quedaros: con la primera o con la última?

Si lo que hubiera de valer, según vuestras teorías, fuese la primera, con ser carne merecedora, incluso más que ninguna otra, de poseer el cielo, ya que lo que cuesta es la primera victoria, pasaría a la segunda desapareciendo tras haber pasado. Mas si en el Cielo han de entrar únicamente los perfectos, ¿cómo ha de poder entrar la primera? Sería injusto excluir a la primera como también lo sería el creer que habría de ser excluida la última de esas carnes con las que, según vuestra nefasta teoría y, en serie ascendente, haya de revestirse vuestro espíritu, encarnando, desencarnando y tornando a encarnar cual si la carne fuera un vestido que se deja por la noche para volverlo a tomar a la mañana.

cómo podríais invocar a los bienaventurados

de haberse ellos ya reencarnado El espíritu vive.

Una vez creado, ya no se destruye

Y ¿cómo podríais invocar a los bienaventurados de haberse ellos ya reencarnado? Y ¿cómo llamar vuestros a vuestros difuntos si en ese momento son ellos ya hijos de otros?

No. El espíritu vive. Una vez creado, ya no se destruye. Vive en la Vida si es que en la tierra vivió la única vida que se os concede vivir, que es la de hijos de Dios. Y vive en la Muerte si en la vida terrena vivió como hijo de Satanás. Lo que es de Dios torna a Dios para siempre. Lo que es de Satanás torna a Satanás para siempre.

Y no digáis que: «Eso está mal». «Eso –te lo digo Yo que soy la Verdad– está bien en sumo grado». Mil vidas que vivieseis, otras tantas miles de veces vendríais a ser juguete de Satanás y, aunque heridos, no siempre sabríais escapar de él con vida. En cambio, viviendo una sola vez y sabiendo que de esa vida depende vuestro destino, de no ser unos malditos adoradores de la Bestia, vendríais a obrar con ese mínimo al menos de buena voluntad que a Mí me basta para salvaros.

Bienaventurados, por tanto, todos aquellos que,

en lugar del mínimo, dan todo cuanto son y viven en mi Ley

Bienaventurados, por tanto, todos aquellos que, en lugar del mínimo, dan todo cuanto son y viven en mi Ley. El Dios de los vivos les contempla desde el Cielo con infinito amor y si algo de bueno tenéis aún sobre la tierra, se lo debéis a estos santos que vosotros tal vez despreciáis pero a quienes los Santos llaman «hermanos», los ángeles acarician y Dios Uno y Trino bendice».

(Esto es para… Este espacio en blanco aparece también en el cuaderno autógrafo. Mas esta nota mía no la pase a la copia mecanografiada (El Padre Migliorini, al que se dirige, transcribía a máquina todo cuanto María Valtorta escribía de su puño y letra en los cuadernos.) Jesús no lo quiere. Dice que basta con que usted la lea sin reclamo especial y que yo haga lo demás…).

22-24

 

Dice el Apóstol San Pablo:

«Parece como si aún vivieran aquellos antiguos paganos a los que yo partía el pan de la Fe, o tal vez, según creencia vuestra, hayan vuelto a encarnarse con sus viejas teorías sobre la resurrección y la segunda vida, teoría ésta de la reencarnación que, aún ahora, y ahora más que nunca después de veinte siglos de predicación evangélica, se ha enraizado y hecho carne en vuestras mentes.

Lo único en reencarnarse es esta vuestra teoría

que vuelve a brotar como los hongos en épocas alternas

de oscurecimiento espiritual

Lo único en reencarnarse es esta vuestra teoría que vuelve a brotar como los hongos en épocas alternas de oscurecimiento espiritual. Porque, sabedlo vosotros que os tenéis por los más evolucionados en el espíritu, éste es el indicio de un ocaso y no de un amanecer del espíritu. Cuanto más bajo está el Sol de Dios en vuestros espíritus, tanto más en la sombra, que asciende, se forman espectros, incuban fiebres, pululan agentes portadores de muerte y germinan las esporas que atacan, corroen, succionan y destruyen en vosotros la vida del espíritu, igual que sucede en los bosques hiperbóreos en donde la noche que dura seis meses, hace de florestas pletóricas de vida vegetal y animal, zonas muertas que semejan un mundo extinto.

¡Necios! Los muertos no retornan.

Con ningún nuevo cuerpo.

Sólo hay una resurrección: la final.

¡Necios! Los muertos no retornan. Con ningún nuevo cuerpo. Sólo hay una resurrección: la final.

No sois, no, vosotros, hechos a imagen y semejanza de Dios, semillas que, en ciclos alternos, despuntan y se hacen: tallo, flor y fruto. Sois hombres y no hierbas del campo. Estáis destinados al Cielo y no al establo del jumento. Estáis en posesión del espíritu de Dios, de ese espíritu que Dios os infunde en una continua generación espiritual suya que corresponde a la generación humana de cada nueva carne.

Pues qué, ¿creéis que Dios, ese Dios nuestro omnipotente, ilimitado y eterno haya de tener un límite que le imponga el tener que crear un determinado número de espíritus y ninguno más, de modo que, de continuar la vida de los hombres sobre la tierra, deba, cual si fuera encargado de un centro comercial, acudir a las estanterías y buscar entre los espíritus allí acumulados el que más convenga a determinada mercancía? O, mejor aún, ¿creéis que sea El como un escriba que haya de exhumar cierto asunto buscándolo en un rollo concreto por haber llegado la hora de tener que echar mano de él para calificar un suceso?

Sois hombres

¡Oh necios, necios, necios! No sois mercancías, pergaminos ni semillas. Sois hombres.

El cuerpo, como semilla, una vez completado su ciclo, cae en la corrupción del sepulcro y el espíritu torna a su Fuente para ser juzgado si está vivo o para podrirse en lo que hace a la carne y, según la condición de su ser, va a su destino del que ya no sale sino para llamar a lo que fue suyo a una única resurrección en la que quien fue un corrompido durante la vida, corrompido perfecto será eternamente con el espíritu y la carne corruptos que en su única, sola e irrepetible vida tuvieron. Y así, quien fue «justo» en vida resurgirá glorioso e incorruptible, elevando su carne a la gloria de su espíritu glorificado, espiritualizándola, ya que por ella y con ella venció, siendo de justicia que con ella triunfe.

Esta es la verdadera evolución pero que es única

Aquí animales racionales por el espíritu que poseéis y que alcanza también la vida para la carne a la que vence. En la otra vida seréis espíritus vivificadores de la carne que consiguió la victoria permaneciendo sujeta al espíritu. Viene siempre por delante la naturaleza animal. Esta es la verdadera evolución pero que es única. Después de la naturaleza animal que mediante la triple virtud supo hacerse a sí misma ligera, viene la naturaleza espiritual.

Según como hayáis vivido en esta vida, así estaréis en la otra. Si predominó en vosotros lo celestial, conoceréis la naturaleza de Dios en vosotros y poseeréis dicha naturaleza puesto que Dios será vuestra posesión eterna. Mas si lo que predominó fue lo terrenal, tras la muerte conoceréis la opacidad, la muerte, el hielo, el horror, las tinieblas, todo aquello, en fin que es propio del cuerpo encerrado en el sepulcro; pero con esta diferencia: que la duración de esta segunda y verdadera muerte será eterna.

Herederos como sois de Dios por su querer, no queráis, hermanos, perder esta herencia por seguir a la carne, a la sangre y al error de la mente.

Yo también erré y fui contrario a la Verdad y perseguidor de Cristo. Mi pecado lo tengo siempre presente aun en la gloria de este reino cuyas puertas me las abrieron mi arrepentimiento, mi fe, mi martirio en la confesión de Cristo y la vida inmortal. Mas cuando me aterró la Luz dándose a conocer, yo abandoné el error para seguir a la Luz (Hch 9, 1.22).

A vosotros se os ha dado a conocer la Luz a lo largo de veinte siglos de ininterrumpidos prodigios, innegables aun para los más feroces y obstinados negadores. ¿Por qué, pues, vosotros que habéis tenido la suerte de contar, como testimonio de esa Luz, con veinte siglos de manifestaciones divinas, por qué os empeñáis en permanecer en el error?

Os lo juro yo que soy testigo de Cristo:

Ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios;

sólo el espíritu

Os lo juro yo que soy testigo de Cristo: Ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios; sólo el espíritu. Y, como se dice en el Evangelio de nuestro Señor Jesús (Mt 22, 23-33; Mc 12, 8-27; Lc 20, 27-40), no son los hijos de este siglo –y fijaos bien, hermanos, que aquí la palabra «siglo» viene a indicar a aquellos que están en el mundo, es decir, los terrestres– los destinados a resucitar y a desposarse de nuevo teniendo una segunda vida terrena. Tan sólo resucitarán aquellos que sean dignos del segundo siglo, del eterno, esto es, aquellos que no podrán ya morir después de haber vivido, sino que, por haber conseguido la vida espiritual y llegado a ser como los ángeles e hijos del Altísimo, ya no apetecen nupcias humanas, deseando con su espíritu un enlace tan sólo: con Dios-Amor; una sola posesión: la de Dios; una sola morada: la del Cielo; y una sola vida: la que se desarrolla en la Vida.

¡Amén, amén, amén!

Os digo a vosotros: creed para conseguirla».

Y, como ve, ha venido también San Pablo. ¡Oh qué huracán! No me extraña que, con la vehemencia de su palabra, hubiera convulsionado hasta a los atenienses, habituados como estaban a sus oradores. Si Juan es susurro de viento perfumado del cielo, Pablo es ciclón cargado de todos aquellos elementos capaces de doblegar las cimas más siniestras.

Creo que se haya cerrado el ciclo. Y si todo este concierto de notas no penetra en ellos (…) (El paréntesis con los puntos suspensivos aparece también en el cuaderno autógrafo. María Valtorta se refiere en particular a determinada persona conocida suya, pero, en general, se refiere a los partidarios de la doctrina de la reencarnación o metempsicosis, a los que están dedicados casi todos los dictados precedentes, empezando del 7 de enero.) no sé ya qué pueda penetrar. Durante meses y meses he estado a deseo de un dictado. Mas, aunque he tenido sed del mismo, si yo fuera como algunos, me parecería estar como ratón en el cepo o pájaro en la red. La evidencia me estrecharía por todas partes…

Pero que fuese también San Pablo el que me hablase, no me lo esperaba.

Ahora tengo la espalda molida y descanso contemplando con el alma a la Divina Paloma de oro y sintiendo a mi lado a María. Su salutación matutina aún sigue cantando en mi corazón.

52-55


Cf. De la Obra de María Valtorta, el 7 de Enero de 1944.  22-24 y 52-55.


-VIII PARTE-

272- Reencarnación y vida eterna en el diálogo con un escriba

Cuando Jesús pone pie en la orilla derecha del Jordán -a una buena milla, quizás más, de la pequeña península de Tariquea, en esa zona en que todo es campo bien verde, porque el terreno, ahora seco pero húmedo en lo profundo, mantiene vivas todas las plantas, hasta las más gráciles-, encuentra a mucha gente esperándolo.

Vienen a su encuentro sus primos y Simón Zelote: -Maestro, las barcas nos han delatado... Quizás también Manahén ha sido índice...

Manahén se disculpa:
-Maestro, me puse en camino de noche para no ser visto, y no he hablado con nadie. Créeme. Muchos me han preguntado dónde estabas, pero a todos les he dicho solamente: "Se ha marchado". Creo que el daño lo ha hecho un pescador, diciendo que te había dejado la barca...

-¡El imbécil de mi cuñado! -exclama con vehemencia Pedro -¡Mira que le había dicho que guardara silencio! ¡Y le había dicho que íbamos a Betsaida! ¡Y le había dicho que si hablaba le arrancaba la barba! ¡Y lo voy a hacer! ¡Vaya que si lo hago! ¿Y ahora? ¡Adiós paz, aislamiento, descanso!

-Tranquilo, tranquilo, Simón. Hemos tenido ya nuestros días de paz. Además ya he conseguido parte del objetivo que perseguía: adoctrinaros, consolaros y tranquilizaros, para impedir ofensas y choques entre vosotros y los fariseos de Cafarnaúm. Ahora vamos con estos que nos están esperando. Para premiar su fe y amor. ¿No alivia también este amor? Sufrimos por odio, aquí hay amor: por tanto, dicha.

Pedro se calma como viento que se para de golpe. Jesús se dirige hacia la muchedumbre de los enfermos que lo esperan con el deseo grabado en su rostro. Los cura, uno tras otro, benévolo, paciente (incluso con un escriba que le presenta a su hijito enfermo).

Es este escriba el que le dice:

-¿Ves como huyes? Pero es inútil, tanto el odio como el amor son sagaces para encontrar. Aquí te ha encontrado el amor, como está escrito en el Cantar. Para demasiados eres ya como el Esposo de los Cantares. Se viene a ti como la sulamita a su esposo, desafiando a la ronda y las cuadrigas de Aminadab.

-¿Por qué dices esto? ¿Por qué?
-Porque es verdad. Venir a ti es un peligro, porque eres odiado. ¿No sabes que te acecha Roma y te odia el Templo?
-¡Oh, hombre!, ¿por qué me tientas? Pones insidia en tus palabras para llevar al Templo y a Roma mis respuestas. Yo no he curado a tu hijo con insidia...

El escriba, ante esta dulce reprensión, agacha la cabeza confundido, y confiesa:

-Me doy cuenta de que realmente ves los corazones de los hombres. Perdona. Me doy cuenta de que realmente eres santo. Perdona. He venido, sí, incubando dentro de mí el fermento que otro me había metido...

-Y que había encontrado en ti el calor apropiado para fermentar
-Sí, es verdad... Pero ahora me marcho sin fermento, o sea, con fermento nuevo.

-Lo sé. Y no siento rencor. Muchos incurren en falta por propia voluntad, muchos por voluntad ajena. Los juzgará con distinta medida el justo Dios. Tú, escriba, sé justo y en el futuro no corrompas como fuiste corrompido. Cuando te hostiguen las presiones del mundo, mira a esta gracia viva que es tu hijo, salvado de la muerte, y muéstrate agradecido con Dios.

-Contigo.

-Con Dios. A Él toda gloria y alabanza. Yo soy su Mesías y soy el primero en alabarlo y glorificarlo, el primero en obedecerlo. Porque el hombre no se rebaja honrando y sirviendo a Dios en verdad; como se rebaja es sirviendo al pecado.

-Dices bien. ¿Siempre hablas así? ¿Para todos?
-Para todos. Ya hablase a Anás o a Gamaliel, ya hablase al mendigo leproso del camino, las palabras son las mismas porque una es la Verdad.

-Habla, entonces, pues todos estamos aquí porque somos mendigos de una palabra o de una gracia tuyas.

-Hablaré. Para que no se diga que tengo prejuicios contra quien es honesto en sus convicciones.

-Han muerto las que tenía. Pero es verdad, en ellas era honesto; creía servir a Dios yendo contra ti.

-Eres sincero. Por eso mereces comprender a Dios, que nunca es mentira. Pero tus convicciones no han muerto todavía. Yo te lo digo. Son como malas hierbas quemadas.

Superficialmente parecen muertas. En verdad han sufrido un duro ataque que las ha arrasado, pero las raíces están vivas, el terreno las nutre, el rocío las invita a echar nuevos rizomas, y éstos nuevas hojas. Hay que vigilar para que ello no suceda; si no, quedarás de nuevo invadido por las malas hierbas. ¡Israel ofrece mucha resistencia a morir!

-¿Entonces tiene que morir Israel? ¿Es árbol malo?
-Tiene que morir para resucitar.
-¿Una reencarnación espiritual?
-Una evolución espiritual. No hay ningún género de reencarnaciones.

-Hay quien cree en ella.
-Están en error.

El helenismo ha introducido en nosotros también estas creencias. Y los doctos -como si fuera un nobilísimo alimento-se alimentan de ellas y en ellas se glorían.

-Contradicción absurda en quienes lanzan anatemas por el descuido de uno de los seiscientos trece preceptos menores.

-Es verdad. Pero... es así. Agrada imitar aquello que, contrariamente, se aborrece.

-Pues entonces imitadme a mí, dado que me odiáis. Y será mejor para vosotros.

El escriba debe sonreír finamente, por fuerza, por esta salida de Jesús. La gente está escuchando boquiabierta, y los que están lejos piden a los que están cerca que les repitan las palabras de los dos.

-Pero Tú, en confidencia, ¿qué piensas de la reencarnación?

-Que es un error. Ya lo he dicho.

-Hay quien sostiene que los vivos se generan de los muertos y los muertos de los vivos, porque lo que es no se destruye.

-Lo eterno, en efecto, no se destruye. Pero, dime, según tu opinión ¿el Creador tiene límites para sí mismo?

-No, Maestro. Pensarlo sería una mengua.

-Tú lo has dicho. ¿Puede entonces pensarse que permita que un espíritu se reencarne porque llegado a un cierto
número de espíritus ya no puede haber más?

-No se debería pensar. Pero hay quien lo piensa.

-Y, lo que es peor, hay quien lo piensa en Israel. Este pensamiento de una inmortalidad del espíritu -grande de por sí en un pagano, aunque unido al error de una inexacta valoración acerca de cómo se produce esta inmortalidad-debería ser perfecto en un israelita. Sin embargo, en el israelita que lo admite en los términos de la tesis pagana, se transforma en pensamiento disminuido, rebajado, culpable. No es, como en el pagano, gloria de un pensamiento que muestra ser digno de admiración por haber tocado casi, por sí mismo, la Verdad, y que, por tanto, da testimonio de la naturaleza compuesta del hombre, por esta intuición suya de la vida perenne de esa cosa misteriosa que se llama alma y que nos distingue de los animales.

Pero es mengua del pensamiento que, conociendo la divina Sabiduría y al Dios verdadero, viene a ser materialista incluso en una cosa tan altamente espiritual. El espíritu no transmigra sino del Creador al ser y del ser al Creador, ante el cual se presenta después de la vida para recibir juicio de vida o de muerte. Esto es una verdad. Y eternamente permanece en el lugar a que es enviado.

-¿No admites el Purgatorio?
-Sí. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque dices: "Permanece en el lugar a que es enviado".

El Purgatorio es temporal.

-Precisamente por eso, en mi pensamiento lo asimilo a la Vida eterna. El Purgatorio es ya "vida"; mortecina, trabada, pero de todas formas vital. (El Purgatorio, desconocido en aquel tiempo como vocablo, era conocido como concepto, ya insinuado en 2 Macabeo 12, 45. Por tanto, la expresión Purgatorio, aquí y en otros lugares puede entenderse como la traducción de ese concepto en el lenguaje de la Obra Valtortiana) Una vez terminada la estancia temporal en el Purgatorio, el espíritu conquista la perfecta Vida, la alcanza ya sin límites ni ataduras.

Quedarán dos cosas: el Cielo, el Abismo; el Paraíso, el Infierno. Dos categorías: los bienaventurados, los réprobos. Pero, de los tres reinos que actualmente existen, ningún espíritu volverá a vestirse jamás de carne hasta la resurrección final, que clausurará para siempre la encarnación de los espíritus en los cuerpos, de lo inmortal en lo mortal.

-¿De lo eterno, no?

-Eterno es Dios. La eternidad es no tener ni comienzo ni final. Ello es Dios. La inmortalidad es seguir viviendo desde que se empieza a vivir: así para el espíritu del hombre. He aquí la diferencia».

-Dices: "vida eterna".

-Sí. Desde que uno es creado a la vida, puede, por el espíritu, por la gracia y por la voluntad, conseguir la vida eterna. No la eternidad. Vida supone comienzo. No se dice "vida de Dios", porque Dios no ha tenido comienzo.

-¿Y Tú?

-Yo viviré porque soy también carne, y al espíritu divino he unido el alma del Cristo en carne de hombre.

-Dios es llamado "el que vive".

-Efectivamente, no conoce muerte. Él es Vida, la Vida inagotable. No vida de Dios, sino Vida; sólo esto. Son matices, escriba. Pero la Sabiduría y la Verdad se visten de matices.

-¿Hablas así a los gentiles?
-No, así no; no entenderían. (La respuesta de Jesús a esta pregunta puede ayudar a comprender el motivo de ciertas adaptaciones que las verdades sufren, en la presente Obra, cuando se enseñan a romanos y romanas) A ellos les muestro el Sol. Pero se lo muestro de la misma forma como se lo mostraría a un niño que hubiera sido ciego e ignorante hasta ese momento y que milagrosamente hubiera recuperado vista e inteligencia. Así: como astro; sin adentrarme a explicar su composición. Pero vosotros, los de Israel, ni estáis ciegos ni sois ignorantes; desde hace siglos el dedo de Dios os ha abierto los ojos, os ha despejado la mente...

-Es verdad, Maestro. Pero a pesar de todo estamos ciegos y somos ignorantes.

-Tales os habéis hecho. Y no queréis el milagro de quien os ama.

-Maestro...

-Es verdad, escriba.

El escriba agacha la cabeza y guarda silencio. Jesús lo deja, y va adelante. Al pasar acaricia a Margziam y al hijito del escriba, los cuales se han puesto a jugar con unas piedrecitas multicolores.

Más que una predicación, lo suyo es una conversación con éste o aquel grupo. Pero es una continua predicación porque va resolviendo todas las dudas, aclarando todas las ideas, resumiendo o ampliando cosas ya dichas o conceptos aprehendidos sólo en parte por alguno. Y las horas pasan así...", Cf. El Evangelio como me ha sido Explicado - María Valtorata, Reencarnación y Vida Eterna, en el diálogo con un Escriba, # 272. 

-IX PARTE-

CREER EN LA REENCARNACIÓN, ES EXPONER EL ALMA Y EL CUERPO, A LA PERDICIÓN ETERNA. EL DEMONIO EVADE LOS NOVISIMOS, CON LA REENCARNACIÓN Y ASÍ PODERSE LLEVAR A UN INMENSO NÚMERO DE ALMAS, A LA CONDENACIÓN ETERNA:

Visión del Infierno

Como son discípulos relativamente fieles del Espíritu del Mal, saben que su conciencia retrocedería ante ciertas fechorías, si de verdad creyera en el Infierno tal como lo enseña la Fe; saben que, si cometieran esa fechoría, su conciencia volvería en sí misma y, por el remordimiento, llegaría a arrepentirse, por el miedo llegaría a arrepentirse y, arrepintiéndose, encontraría el camino para volver a Mí.

Te he dicho que el Purgatorio es fuego de amor. Y que el Infierno es fuego de rigor.
El Purgatorio es un lugar en el cual expiáis la carencia de amor hacia el Señor Dios vuestro, mientras pensáis en Dios, cuya Esencia brilló ante vosotros en el instante del juicio particular y despertó en vosotros un incolmable deseo de poseerla. A través del amor conquistáis el Amor y, por niveles de caridad cada vez más viva, laváis vuestras vestiduras hasta hacerlas cándidas y brillantes para entrar en el reino de la Luz, cuyos fulgores te hice ver días atrás.

El Infierno es un lugar en el cual el pensamiento de Dios, el recuerdo del Dios entrevisto en el juicio particular no es, como para los que están en el Purgatorio: deseo santo, nostalgia dolorida más plena de esperanza, esperanza colmada de serena espera, de segura paz, que será perfecta cuando llegue a convertirse en conquista de Dios, pero que ya va dando al espíritu que purga sus faltas una jubilosa actividad purgativa porque cada pena, cada instante de pena, le acerca a Dios, su único amor. En cambio, en el Infierno, el recuerdo de Dios es remordimiento, es resquemor, es tormento, es odio; odio hacia Satanás, odio hacia los hombres, odio hacia sí mismos.

Tras haber adorado en la vida a Satanás en vez que a Mí, ahora que le poseen y ven su verdadero aspecto, que ya no se oculta bajo la hechicera sonrisa de la carne, bajo el brillante refulgir del oro, bajo el poderoso signo de la supremacía, ahora le odian porque es la causa de su tormento.

Tras haber adorado a los hombres - olvidando su dignidad de hijos de Dios - hasta llegar a ser asesinos, ladrones, estafadores, mercantes de inmundicias por ellos, ahora que se encuentran con esos patrones por los que mataron, robaron, estafaron, vendieron el propio honor y el honor de tantas criaturas infelices, débiles, indefensas - que convirtieron en instrumento de la lujuria un vicio que las bestias no conocen, pues es atributo del hombre envenenado por satanás -, ahora les odian porque son la causa de su tormento.

Tras haberse adorado a sí mismos, otorgando todas las satisfacciones a la carne, a la sangre, a los siete apetitos de su carne y de su sangre y haber pisoteado la Ley de Dios y la ley de la moralidad, ahora se odian porque ven que son la causa de su tormento.

La palabra "Odio" tapiza ese reino inconmensurable; ruge en esas llamas; brama en las risotadas de los demonios; solloza y aúlla en los lamentos de los condenados; suena, suena y suena como una eterna campana que toca a rebato; retumba como un eterno cuerno pregonero de muerte; colma todos los recovecos de esa cárcel; es, por sí misma, tormento porque cada sonido suyo renueva el recuerdo del Amor perdido para siempre, el remordimiento de haber querido perderlo, la desazón de no poder volver a verlo jamás.

Entre esas llamas, el alma muerta, al igual que los cuerpos arrojados a la hoguera o en un horno crematorio, se retuerce y grita, como si la animara de nuevo una energía vital y se despierta para comprender su error, y muere y renace a cada instante en medio de atroces sufrimientos, porque el remordimiento la mata con una maldición y la muerte la vuelve a la vida para padecer un nuevo tormento. El delito de haber traicionado a Dios en el tiempo terrenal está integralmente frente al alma en la eternidad; el error de haber rechazado a Dios en el tiempo terrenal está presente integralmente para atormentarla, en la eternidad.

En el fuego las llamas simulan los espectros de lo que adoraron en la vida terrena; por medio de candentes pinceladas las pasiones se presentan con las más apetitosas apariencias y vociferan, vociferan su memento: "Quisiste el fuego de las pasiones. Experimenta ahora el fuego encendido por Dios, cuyo santo Fuego escarneciste."

A fuego corresponde fuego. En el Paraíso es fuego de amor perfecto. En el Purgatorio es fuego de amor purificador. En el Infierno es fuego de amor ultrajado. Dado que los electos amaron a la perfección, el Amor se da a ellos en su Perfección. Dado que los que están en el Purgatorio amaron débilmente, el Amor se hace llama para llevarles a la Perfección. Dado que los malditos ardieron en todos los fuegos menos que en el Fuego de Dios, el Fuego de la ira de Dios les abrasa por la eternidad. Y en ese fuego hay hielo.

¡Oh, no podéis imaginar lo que es el Infierno! Tomad fuego, llamas, hielo, aguas desbordantes, hambre, sueño, sed, heridas, enfermedades, plagas, muerte, es decir, todo lo que atormenta al hombre en la tierra, haced una única suma y multiplicadla millones de veces. Tendréis sólo una sombra de esa tremenda verdad.

Al calor abrasador se mezcla el hielo sideral. Los condenados ardieron en todos los fuegos humanos y tuvieron únicamente hielo espiritual para con el Señor su Dios. Y el hielo les espera para congelarles una vez que el fuego les haya sazonado como a los pescados puestos a asar en la brasa. Este pasar del ardor que derrite al hielo que condensa es un tormento en el tormento.

¡Oh, no es un lenguaje metafórico, pues Dios puede hacer que las almas, ya bajo el peso de las culpas cometidas, tengan una sensibilidad igual a la de la carne, aún antes de que vuelvan a vestir dicha carne! Vosotros no sabéis y no creéis. Mas, en verdad os digo que os convendría más soportar todos los tormentos de mis mártires que una hora de esas torturas infernales.

El tercer tormento será la oscuridad, la oscuridad material y la oscuridad espiritual. ¡Será permanecer para siempre en las tinieblas tras haber visto la luz del Paraíso y ser abrazado por la Tiniebla tras haber visto la Luz que es Dios! ¡Será debatirse en ese horror tenebroso en el que solamente se ilumina, por el reflejo del espíritu abrasado, el nombre del pecado que les ha clavado en dicho horror!

Será encontrar apoyo, en medio de ese revuelo de espíritus que se odian y se dañan recíprocamente, sólo en la desesperación que les enloquece y les hace malditos cada vez más. Será nutrirse de esa desesperación, apoyarse en ella, matarse con ella. Está dicho: La muerte nutrirá a la muerte. La desesperación es muerte y nutrirá a estos muertos eternamente.

Los Tormentos demuestran que no existe la Reencarnación:
 
Hija mía, la lengua humana no basta para describir las penas de estas pobres almas. Lo mismo que hay tres pecados principales esto es, el amor propio de donde procede el segundo, que es la vanagloria, y de ésta el tercero, que es la soberbia con falsa injusticia, crueldad y otras maldades y pecados inmundos que le siguen. Por eso te digo que en el infierno los condenados sufren cuatro tormentos principales, a los que siguen todos los demás.

El primer tormento es verse privados de Mí, lo cual es tan doloroso que, si fuera posible, antes que estar libres de las penas y de no verme, elegirían el fuego y atroces tormentos con tal de verme.

Este dolor revive en ellos el segundo, que es el dolor producido por el gusano de la conciencia, que roe constantemente, pues, por su propia culpa se ven privados de Mí y de la comunicación con los ángeles y a través del pecado se hicieron dignos del trato con los demonios y de su visión.

La visión del demonio, que es el tercer tormento, les redobla todos sus sufrimientos. Es más, los santos siempre exultan mi visión pensando con gozo el fruto de los sacrificios que soportaron con grandísimo amor y desprecio de sí mismos; por el contrario, estos desventurados, en la visión de los demonios..., viéndolos, se conocen más a sí mismos; esto es, conocen que por culpa suya son dignos de ellos de tal manera que el gusano de la conciencia les roe cada vez más y nunca les da tregua el fuego ardiente de este conocimiento. Cfr (Isaías 66, 24).

Pena todavía mas grande se deriva en que ven su propia figura tan horrible, que el corazón humano no la puede imaginar. Si bien recuerdas, yo te mostré el demonio en su propia forma y por un pequeño espacio de tiempo, apenas un momento; tú, después de haber regresado en sí, elegiste mejor caminar sobre una calle de fuego que durara hasta el Día del Juicio, dispuesta a pisar con tus pies las llamas del fuego, que volver a verlo de nuevo.

Pero, como sea que lo hayas visto, todavía no sabes cuán horrible es, porque por divina justicia, él se muestra todavía más repulsivo al alma que se ha privado de Mí de modo más o menos grave según la gravedad de las culpas cometidas.

El cuarto tormento es el fuego, que arde, que quema el alma y no la consume, porque no es algo material que el fuego pueda consumir. Pero Yo, por justicia divina, he permitido este tormento de fuego para que atormente a algunos sin consumir según la diversidad de sus pecados y la gravedad de su culpa.

De estas cuatro clases de tormentos proceden los demás, como frío, calor, rechinar de dientes. Así, de modo miserable reciben la muerte eterna, porque no se convirtieron después de haberles dirigido mis reproches por su vida, por su falso juicio y por su injusticia, sin haberse corregido en ocasión de esa primera reprensión, ni de la segunda, es decir, en el momento de su muerte, cuando no tuvieron esperanza, ni se afligieron por la ofensa hacia Mí, sino que se angustiaron solamente por su propio dolor.

La pena de la condena

Cuando el alma entra en la eternidad habiendo dejado en el mundo todo aquello que tenía y amaba, conociendo a Dios, así como su infinita belleza y perfección, se siente fuertemente atraída a unirse a Él, más que el fierro hacia una potente calamidad. Reconoce entonces que el único objeto del verdadero amor es el Sumo Bien, Dios, el Omnipotente.

Pero si un alma dolorosamente deja esta tierra en un estado de enemistad hacia Dios, se sentirá rechazada por el Creador: "¡Aléjate de mí, maldita!, al fuego eterno preparado por el diablo y por sus Ángeles" (Mt. 25, 41).

Haber conocido el Supremo Amor... sentir la necesidad urgente de amarlo y de ser amados por Él... y sentirse rechazados... por toda la eternidad, este es el primer y más atroz tormento para todos los condenados.

La pena del amor Impedido

¿Quién no conoce la fuerza del amor humano y los excesos que puede alcanzar cuando surge un obstáculo?

¿Qué es el amor humano en comparación con el Amor Divino...?

¿Qué cosa haría un alma condenada para llegar a poseer Dios...?

Pensando que por toda la eternidad no podrá amarlo, quisiera no haber existido nunca o desaparecer en la nada, si le fuera permitido, pero siendo esto imposible se ahoga en la desesperación.

Cada uno, incluso, puede hacerse una pequeña idea de la pena de un condenado que se separa de Dios, considerando lo que prueba el corazón humano con la pérdida de una persona querida. Pero estas penas, que son los sufrimientos más grandes entre todas los que pueden torturar el corazón humano sobre la tierra, son bien poca cosa delante de la pena desesperada de los condenados.

La pérdida de Dios es, pues, el dolor más grande que atormenta a los condenados.

LAS EXPERIENCIAS DE MUCHAS PERSONAS CON EL CIELO, PURGATORIO E INFIERNO, NOS DEMUESTRA AL 100% LA INVALIDEZ DE LA TEORIA DE LA REENCARNACIÓN:

San Juan Crisóstomo dice: "Si tú mencionaras mil infiernos, no habrás dicho todavía nada que pueda igualar la pérdida de Dios."

San Agustín enseña: "Si los condenados gozaran de la vista de Dios, no sentirían sus tormentos y el mismo infierno se cambiaría en paraíso."

San Brunone, hablando del juicio universal en su libro de los, "Sermones" escribe: "Se añaden, incluso, tormentos a tormentos y todo es nada delante de la privación de Dios."

San Alfonso precisa: "Si oyéramos a un condenado llorar y le preguntáramos "¿Por qué lloras tanto?", sentiríamos contestar: "¡Lloro porque he perdido a Dios!" ¡Si al menos el condenado pudiera querer a su Dios y resignarse a su voluntad! Pero no puede hacerlo. Es obligado a odiar a su Creador y al mismo tiempo lo reconoce digno de infinito amor".

Santa Catalina de Génova, cuando se le apareció el demonio, lo interrogó: "¿Tú quién eres?" - "¡Yo soy aquel pérfido que se ha privado amor de Dios!"

La pena del tormento y del remordimiento

Hablando de los condenados, Jesús dice: "su gusano no muere" (Mc. 9, 48) Este "gusano" que no muere, explica Santo Tomás, es el remordimiento con el que el condenado es atormentado por siempre. Mientras el condenado está en el lugar de los tormentos piensa: Me he perdido por nada, por gozar de pequeñas y falsas alegrías en la vida terrenal que se han desvanecido en un relámpago... ¡Habría podido salvarme con mucha facilidad y en cambio me he condenado por nada, para siempre y por mi culpa!".

En el libro "Rumbo a la muerte" se lee que a San Humberto un difunto que se encontraba en el infierno se le apareció y éste le dijo: "¡El terrible dolor que continuamente me corroe es el pensamiento de lo poco por lo cual me he ocupado y de lo poco que habría tenido que hacer para ir al Paraíso!".

La pena del sentido

Se lee en la Biblia: "Por donde uno peca, por allí es castigado", (Sap 11, 16). Cuanto más, pues, uno que ha ofendido Dios en un sentido, tanto más será atormentado con ello. La más terrible pena es aquella del fuego, de las cuales nos ha hablado muchas veces Jesús.

San Agustín dice: "En comparación con el fuego del infierno, el fuego que nosotros conocemos es como si fuera pintado." La razón es que el fuego terrenal Dios lo ha querido por el bien del hombre, aquel del infierno, en cambio, lo ha creado para castigar sus culpas.

El condenado es circundado por el fuego, más bien, es sumergido en ello más que un pez en el agua; siente el tormento de las llamas y, como el rico Epulón de la parábola evangélica, grita: "... porque estoy atormentado en esta llama." (Lc 16, 24).

Hablando a quien vive inconscientemente en el pecado sin imponerse el problema de la rendición final de las cuentas, San Pier Damiani escribe: "Continúa, loco, a contentar tu carne; ¡un día vendrá en que tus pecados se volverán como pez en tus entrañas que hará más angustiosa la llama que te devorará para siempre!".

La pena del fuego también comporta la sed. ¡Cuánto tormento la sed ardiente en este mundo! ¡Y cuánto más grande será el mismo tormento del infierno!, como testimonia el rico Epulón en la parábola contada por Jesús. Una sed inextinguible.


El grado de la pena

Dios es infinitamente justo; por esto el infierno de penas mayores lo da a quien Lo ha ofendido más. Quien está en el fuego eterno por un solo pecado mortal sufre horriblemente por esta única culpa; quien es condenado por cientos o miles de pecados mortales, sufre cientos o miles de veces más.

Cuanto más leña se mete en el horno, más aumenta la llama y el calor. Por tanto, quien se encuentra hundido en el vicio, pisotea la ley de Dios multiplicando cada día sus culpas, si no se restablece en gracia de Dios y muere en el pecado, tendrá un infierno más angustioso de otros.

Para quien sufre es un alivio pensar: Un día acabarán estos mis "sufrimientos."

El condenado, en cambio, no encuentra ningún alivio; más bien, el pensamiento de sus tormentos, que no tendrán fin, es como un peñasco que hace más atroz cada dolor.

No es una opinión, es una verdad de fe, revelada directamente de Dios, que el castigo de los condenados no nunca tendrá fin. Recuerdo solamente cuanto ya he citado con las palabras de Jesús: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno..." (Mt. 25, 41).

San Alfonso escribe: "¡Cuánta locura sería aquella de quien, por disfrutar un día de gozo, aceptara la condena de estar encerrado en un foso por veinte o treinta años! Si el infierno durara cien años, o sólo dos o tres años, incluso, sería una gran locura que por un instante de placer, alguien se condenara a dos o a tres años de fuego. Pero aquí no se trata de cien o de mil años, se trata de la eternidad, es decir, de padecer para siempre los mismos tormentos.

Dice San Tomás: "La pena no se mide según la duración de la culpa, sino según la calidad del delito." El homicidio, aunque se comete en un momento, no es castigado con una pena momentánea.
Dice San Bernardino de Siena: "Con cada pecado mortal se hace a Dios una injusticia infinita, siendo Él infinito; y a una injuria infinita corresponde una pena infinita."


La pena del tormento del cuerpo

LA PRUEBA MÁXIMA DE QUE LA REENCARNACIÓN NO EXISTE. NO CORRAMOS EL RIESGO POR SEGUIR LA ABSURDA TEORIA DE LA REENCARNACIÓN:

La resurrección de los cuerpos vendrá ciertamente y es Jesús mismo Quien nos asegura esta verdad. "No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. (Jn. 5, 28-29). Entonces también el cuerpo, habiendo sido instrumento del mal durante la vida, tomará parte en los tormentos eternos.

Después de la resurrección todos los cuerpos serán inmortales e incorruptibles. No todos seremos transformados del mismo modo. La transformación del cuerpo dependerá del estado y de las condiciones en que se encontrara el alma en la eternidad: serán gloriosos los cuerpos de los salvados y horrorosos los cuerpos de los condenados.

Por lo que si el alma se encontrara en el Paraíso en estado de beatitud, reflejará en su cuerpo resucitado las características propias de los cuerpos de los elegidos: la espiritualidad, la agilidad, el esplendor y la incorruptibilidad.

Si, en cambio, el alma se encontrara en el infierno, en el estado de damnación, imprimirá en su cuerpo características completamente opuestas. La única propiedad que el cuerpo de los condenados tendrá en común con el cuerpo de los beatos es la incorruptibilidad: tampoco los cuerpos de los condenados estarán ya sometidos a la muerte.

¡Reflexionen mucho aquellos que viven en la idolatría de su cuerpo y lo satisfacen en todos sus deseos desenfrenados! Los placeres inmorales del cuerpo serán pagados con muchos tormentos por toda la eternidad.

El Juicio Universal

JESÚS OFRECE LA SALVACIÓN, RESURRECCIÓN Y VIDA ETERNA Y EL DEMONIO OFRECE LA REENCARNACIÓN Y CONDENACIÓN ETERNA:

El Reino de Dios recibe el completo sentido de su cumplimiento, en su momento final, que se abre con la escena del Juicio Universal a la presencia del único Juez, el Cristo. San Pablo afirma que todo "nosotros tendremos que comparecer delante del tribunal de Cristo para reconducir a cada uno la recompensa de su vida mortal según aquello que haya hecho, o de bien o de mal". (II Cor. 5, 10)

Y Mateo así lo representa: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo ... » Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.». (Mt 25, 31-34; 41-43)

Este momento y esta escena vuelve a menudo en la narración de los evangelistas y vuelven con insistencia en las cartas de San Pablo. El tema de la Parusía, o sea, de la llegada de Cristo al final de los tiempos, está conectado íntimamente con el del Juicio Universal, tanto que constituye dos aspectos de una misma realidad escatológica.

Un repercusión de este estado de ánimo se tiene en las cartas que San Pablo les escribe a los Tesalonicenses, reprochándolos para que no se pierdan en vanas cuestiones y: no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor. (II Tes. 2, 2), porque del día del Señor sólo sabemos una cosa: que ha de venir como un ladrón en la noche. (I Tes. 5, 2) Lo importante es siempre estar listos. La espera del día del Señor, documentada por las cartas a los Tesalonicenses como la espera de un acontecimiento próximo, es uno de los argumentos sobre los que se basa la interpretación escatológica de la Iglesia.

La verdad del juicio universal no es sólo una realidad revelada, sino que parece venir también al encuentro de ciertas necesidades de la razón, porque la razón advierte al respecto sobre la conveniencia y el sentido. El Juicio Universal contesta a la naturaleza social del hombre, porque la vida del individuo se entrelaza inevitablemente también con la de los otros, así como las obras que sean buenas o malas también repercuten de un modo diferente en el ambiente que circunda al hombre. Aunque el juicio individual ya ha definido la suerte del individuo, sin embargo, hace falta que este juicio y esta suerte sea sancionada y fundada delante de todos. Por esto, el Día del Juicio es llamado "el Gran Día". (Apoc. 6, 17) Aquel día será para Jesús el tiempo de la glorificación delante de todos los hombres, y para los hombres será el día de la verdad y la justicia delante de Dios.

El Gran Día 

OTRA PUEBA SIN IGUAL CONTRA LA REENCARNACIÓN:

Jesús ha anunciado muchas veces este día de su glorificación y, por último, en el momento en que compareció en calidad de acusado delante del tribunal del Sanedrín, que estaba a punto de condenarlo a muerte: Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: (...) Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Dísele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis = al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.».(Mt. 26, 63-64)

Cada pecador, pecando, lanza su propio desafío y blasfema contra Dios: "¿He cometido el pecado, y qué me ha sucedido de malo?" En la vida de muchos es como si Jesús, el Hijo de Dios, no hubiera existido nunca y así viven: lejos de Cristo, (...) sin esperanza y sin Dios en el mundo. (Ef. 2, 12)

Ahora bien, es necesario que frente a toda la humanidad Cristo reivindique su gloria, porque todos tendrán que reconocer, temblando o alabando, que Él es el Hijo de Dios, el Omnipotente, justo en el acto mismo del juicio en cuanto a que será el único juez del género humano. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo ... (Juan. 5, 22). San Pablo escribe que ese día: Cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles, en medio de una llama de fuego, y tome venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. (II Tes. 1, 7-8)

En aquel día habrá terror en los pecadores y consuelo en los justos porque será el día de la absoluta verdad y la absoluta justicia, por lo que el pecador y el justo aparecerán como son. Todos verán en cada uno hasta en las zonas más inaccesibles de la conciencia, o sea, allá donde se producen las acciones y donde reciben su valor ético, y cada acción será desvelada con el propio nombre y no con el valor que falsamente el pecador les atribuía, equivocándose y engañando a los demás. Ahora la crueldad ya no será llamada fortaleza, y tampoco la soberbia dignidad, tal como la sensualidad no es dulzura y tampoco la mansedumbre es cobardía y tampoco la justicia es prepotencia. Será el día de la verdad para cada uno y para todos, cada uno comparecerá como realmente está delante de Dios, ante él mismo, y a todos.

Cada uno será juzgado según sus obras buenas o malas: Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, (...) y entonces pagará a cada uno según su conducta. Mt. 16, 27) y dará a cada uno según sus obras... (Rm. 2, 6) De nada servirán los éxitos, los honores, los cargos, las riquezas, la ciencia, la potencia económica si no han realizado el bien. ¡Cuál no será la crisis en la escala de las grandezas humanas, en la jerarquía de los valores humanos!

¡Cuánto de lo que se creyó trigo parecerá cascarilla, y de lo que pareció cascarilla parecerá grano! El verdugo y el mártir, el calumniador y el calumniado, el oportunista y la víctima, el prepotente y el humilde, el malvado y el honesto hallarán en la sentencia del Juez el justo equilibrio de aquella relación que fue por tanto tiempo alterada.

¿Quién está tan seguro de sí en aquel día cuándo deberá aparecer delante del Redentor vuelto Juez? ¿Qué podré decir yo, miserable, en mi disculpa? ¿Cuál protector podré invocar en mi ayuda?... ¿en aquel momento cuando apenas el justo se siente seguro? San Pedro en su primera carta escribe: Si el justo se salva a duras penas, ¿dónde comparecerán el impío y el pecador?

Con el triunfo de Jesús, será el triunfo de los buenos: Ya no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos. (Apoc. 7, 16-17), Cf.  Diálogo de la Divina Providencia, Santa Catalina de Siena, 1378.


-X PARTE-

[(En la siguiente parte 'examinamos')] "el concepto de la reencarnación en las obras de la autora estadounidense Dolores Cannon, una hipnoterapeuta que reclamaba poder hacer regresiones a vidas pasadas. Cannon es prominente en la Nueva Era, un sistema filosófico que emergió en el siglo pasado [(Siglo XX)] y que sigue siendo más popular actualmente a pesar de ser caracterizado como pseudocientífico. Argumento que los reclamos de la Nueva Era deberían ser estudiados desde una perspectiva científica para entender los hallazgos que postula y los beneficios que ofrece a sus practicantes. Para ilustrar posibles rutas indagatorias, presento una comparación interdisciplinaria entre las ideas de Cannon e investigaciones de la reencarnación hechas en el budismo tibetano (Thurman, 1994), la psiquiatría (Moody, 1976; Stevenson, 1974; Tucker, 2005) y la antropología (Greenfield, 2008)".

Junto con estas 'rutas indagatorias' podemos añadir estas otras obras y que no son pocas, que si bien, intentan acercar al lector curioso, inquieto, ingenuo e ignorante, hacia el tema de la reencarnación, en todas sus facetas; pues todos los años, surgen con una nueva teoría muchos autores o investigadores, con respecto a los reencarnados; todas las tesis caen, una y otra vez, en suposiciones y no en claridades exactas. 

Todas practicamente, no cuentan, con ningún sustento riguroso o evidencia interdisciplinar que valga la pena al 100% y en ninguna parte del planeta. Con infinitas sesiones, preguntas y respuestas, comparaciones, dramas o cuentos, no se pueden manejar, los asuntos del alma, cuerpo y espíritu de las personas y más, si se hacen llamar cristianas. 

Y, más, aún, cuando están comprometidos sus asuntos 'delicados' o 'traumas' físicos, espirituales o mentales,  de cada una de ellas y sin importar su edad, credo, raza, condición social o capacidad economica, de por medio, en cada dizque sesión hipnotica de regresión de vidas pasadas, que no existen. Solo existe una sola vida y cabemos de contar. Ya San Pablo, lo había advertido: "Y así apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas", II Timoteo 4:4. 

Esta es la verdad y cabemos de contar. Fuimos cada uno en particular y por una única vez desde la eternidad, escogidos por Dios. Nuestros cuerpos físicos fueron creados en los vientres maternos de nuestras señoras madres 'sola una vez' y en el futuro 'por la Divina Providencia' todos resucitaremos, con Nuestro Señor Jesucristo, ya Resucitado, por solo una vez. Para unos, la setencia 'única' será estar con los ángeles caídos por una eternidad llena de tinieblas y para otros estar en una 'única' bienaventuranza y luz sin fin. Con Dios, Uno y Trino. La falsedad de la reencarnación la veran los sentenciados en el infierno. Cada persona libremente decidira en que situación se quedara.

Respetamos las opiniones, conclusiones, estudios o tesis, de estos autores y otros muchos más. Y, nos quedamos, con la otra advertencia, del mismo autor sagrado: "Examinadlo todo; retened lo bueno", San Pablo en 1 a los Tesalonicences 5:21. Definitivamente no podemos poner y desde ya 'en riesgo absoluto', la 'salvación eterna' de nuestras propias y únicas "Almas", con sus únicos cuerpos, que algún día resucitaran y que se re-integraran definitivamente a ellas en el día del juicio universal. Gustenos, aunque no, nos guste. 

Son muchas obras, que se han escrito sobre la reencarnación. Entre ellas, podemos destacar las siguientes. No las podemos, nombrar todas. He aquí, un listado general. Pues del tema se ha discutido, se discute y se discutirá bastante, hasta el fin de los tiempos, algunas son:

La reencarnación, Papus. 
La Ley universal de la reencarnación, Tan Kheng Khoo.
Reencarnación y Karma, Rudolf Steiner.
Reencarnación, Annie Besant.
Las vidas sucesivas, Gabriel Delanne.
La reencarnación, Ariel Alvarez Valdés.
Reencarnación, Retorno y Recurrencia, Samael Aun Weor - Gnosis.
Los niños y la reencarnación, El despertar.
La creencia pitagórica en la transmigración de las almas, Miguel Villena Ponsoda y Antonio Gerardo García González.
La reencarnación desde una visión actualizada de la esperanza cristiana, Mario Gutiérrez J.
¿Reencarnación o resurrección?, Tovar, Dora.
Reincarnation. A hope of the world, Irving S. Cooper.
The theory of reincarnation and the journey of the soul: a comparison between ancient greek and infian belief,  Siobhan Banwari.
An examination of the concept of reincarnation in african philosophy,  Hasskei Mohammed Majeed.
A Reencarnação Segundo o Espiritismo, Henri Sausse.
El gran libro de la reencarnación, Janice Wicka.
Reencarnación: Las vidas pasadas de Alma,  Jaime Antonio Marizan.
Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación, Ian Stevenson.
Continuara: La Reencarnacion y el Proposito de Nuestras Vidas, Karen Berg.
Muchas vidas, muchos maestros, Brian Weiss.
La Reencarnacion, Anthony Ribb.
Edgar Cayce Sobre la Reencarnacion, Noel Langley.
La Reencarnacion, Max Scholten.
El viaje de las almas: Estudios de casos de la vida entre vidas, Michael Newton.
Destino de las Almas, Michel Newton.
Reencarnación: La Transmigración de las Almas Entre Oriente y Occidente, Varios Autores.
Memorias del Cielo: Recuerdos asombrosos que los niños conservan del mundo espiritual: Dyer, Dr. Wayne W.; Garnes, Dee.
Los Secretos De La Reencarnación, Andrea Rognoni, Gianni Norta.
Nuevos Descubrimientos Sobre La Reencarnación, Gina Cerminara.
La reencarnación, Peter Proud., Max. Ehrlich.
Muchos cuerpos una misma alma, Brian Weiss.
Los mensajes de los Sabios, Brian Weiss.
A través Del Tiempo, Brian Weiss.
Reencarnacion y Destino : La Vision de la Kabalah Sobre el Sentido de la Existencia, Ione Szalay.
El Libro Azul. Nacimiento, Muerte y Reencarnacion., Ramtha.
Maestros de la reencarnación: Quiénes son, cómo fueron identificados, cómo transcurren sus vidas, cuál es su misión, Vicki MacKenzie.
Reencarnacion, David Christie - Murray.
Regrese a sus vidas pasadas: 12 técnicas comprobadas, Richard Webster.
Pétalos de reencarnación 1, Mikihisa Konishi.
Memorias del alma: La vida entre vidas. Historias de transformación personal, Michael Newton.
Nunca es el final, Alex Raco.
Reencarnacion / Reincarnation: Guias Deva's, Osvaldo Baigorria.
Más de una vida, Jeffrey Iverson.
Cartas Oráculo de las Vidas Pasadas: 44 Cartas Oráculo y Libro Guía, Doreen Virtue.
¿Una vida o muchas? : un cristiano ante la reencarnación, Vallés, Carlos G.
Lazos de amor, Brian Weiss.
Reencarnacion/ Reincarnation: Una Ventana a La Eternidad/ a Window to Eternity,  Antonio Las Heras.
Cómo Descubrir Sus Vidas Pasadas, Ted Andrews.
Viajando a las Vidas Pasadas, Liliana Hollmann.
Almas que necesitan ayuda para ir a la luz, Sarita Sammartino.
La Reencarnacion y La Vida Eterna, Vedrine, Hettie-Henriette.
Como descubrir sus vidas pasadas, Ted Andrews.
La reencarnación en la historia de las religiones y en la cultura actual, Vicente Merlo.
El plan de tu alma, Robert Schwartz.
Reencarnacion / Reincarnation: El eslabon perdido del Cristianismo, Elizabeth Clare Prophet.
Historia de una reencarnación, Ivan Drenikoff.
Reencarnacion, la Clave Para Entender Sentido de la Vida, Vicente Merlo Lillo.
Los milagros existen, Brian Weiss y Amy Weiss.
Los misterios de la reencarnación: El libro prohibido, Ruth Velázquez.
Volver a nacer: la ciencia de la reencarnación : basado en las enseñanzas de A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada, Guru y Gauráriga, Gloria A. Srí.
Vida antes de la vida : los niños que recuerdan vidas anteriores, Jim B. Tucker.
Nunca es el final : vidas pasadas, destino presente, Alex Raco.
Mi pequeña reencarnación : un hecho real, Ana Belén Ruiz García.
Aventuras del alma : entre el mundo físico y el espiritual, James Van Praagh.
El propósito del alma, Jose Luis Cabouli.
La reencarnación : una evolución física y espíritual, Gérard Encausse.
En busca de la verdad : ¿evolución espiritual o reencarnación?, María Ángeles Bertolin.
El Misterio de las Vidas Pasadas, Eleonor Burton. 
¿Era Jesús? Y, ¿hubiera vuelto?, Alex Raco.
Guía sobre la muerte y el más allá, Nicole Drone.
La Muerte no Existe: La Gran Metamorfosis, Sixto José Paz Wells.
La vida antes de nacer, José Luis Cabouli.
Vidas pasadas. Un puente hacia el inconsciente, María José Álvarez Garrido.
Más Allá del Amor, Alex Raco.
Curso práctico para hacer Hipnosis y Regresiones a Vidas pasadas, Noe Ramirez.
Tal vez fui Saint-Exupéry, Fran Russo.
Puedes Recordar tus Vidas Pasadas, Edgar Cayce.
Regresión, terapia de vidas pasadas, Samuel Sagan.
La muerte es una ilusión, Else Byskov.
Lazos de amor eternos,  Olga Leticia Menendez Figeroa.
Reencarnación: ¿Todo lo que usted debe saber acerca de las vidas pasadas?, Marcos Tame.
Cristo, Amor, Vida, Muerte y Reencarnación, Josefa Gacio.
Viajeros del Tiempo: La Trampa de la Reencarnación, Tomo 1 y Tomo 2, Daniel Lapazano.
Revelación sobre las Reencarnaciones del Anticristo, Rafael Enrique Montserrat.
Reencarnación y Salud: La Memoria de las Células, Ulrike Vinmann.
Reencarnación: Las Pruebas, Trutz Hardo.
El Don de Tu Alma: Descubre el poder sanador de la vida que planeaste antes de nacer, Robert Schwartz.
Sanar el presente Regresando al Pasado, Fabiana Sánchez Restrepo.
Regresiones y Reencarnación: Todo lo que necesitas saber sobre la Reencarnación y Vidas Pasadas,  Julieta Romero.
Hipnosis, regresiones, vidas pasadas, Aurelio Mejía Mesa.
La Reencarnación En El Mensaje de Cristo, Arcangelo Cerezzo Frex.
Karma, Reencarnación y Vidas Pasadas, Julio Cesar la Flor de Bellis.
Pasar de Plano, No existe la Muerte: Te ayudará a entender que hay más allá de la muerte, la Reencarnación, Araceli Egea.
Reencarnación y la ley del Karma, William Walker Atkinson.
La Vida después de la Muerte, William Walker Atkinson.
 Muerte, Tránsito y Reencarnación: Breve ensayo sobre el libro Tibetano de los Muertos, dos relatos y una reflexión, Rashenad Moed.
3 enfoques sobre la reencarnación, Sebastián de Arauco.
Casos sobre reencarnación en Europa, Ian Stevenson.
Vida después de la muerte, Yogi Ramacharaka.
Reencarnación: 100 Preguntas y Respuestas, Conde de Saint Germain.
La Muerte hace posible la Vida, Marilyn Schlitz. 
Las puertas de las rotaciones o Las puertas de las reencarnaciones, Jaim Vital.
Más Allá y Reencarnación: La vida eterna que sigue después de la muerte, Jenson Kennedy.
Reencarnación y el Más Allá, Madeleine Langlais.
Más Allá de la Reencarnación, Joe H Slate.
Morir, el último tabú, Toni Sánchez Bernal.
Vidas antes de la vida, Edden David Jaramillo.
La Reencarnación, Rafael Merck.
Desencarnación: El Regreso al Origen Cósmico, Anael.
La Reencarnación y el Judaísmo, DovBer.
La reencarnación de Omm Seti, Jonathan Cott.
Vidas Pasadas y Sueños presentes, Denise Linn.
Nodos Lunares y Reencarnación, Martin Schulman.
Planetas Retrógrados y Reencarnación, Martin Schulman.
Semillas Estelares: El desafío de Ser Humano, Claudia Gonzalez De Vicenzo.
Entre la Muerte y la Vida, Dolores Cannon.
El Universo Complejo 1, Dolores Cannon.
La Leyenda del choque estelar, Dolores Cannon.
Cinco Vidas Recordadas, Dolores Cannon.
Las Tres Oleadas de Voluntarios para una Nueva Tierra, Dolores Cannon.
Etc.

Con relación a la Obra entera de Dolores Cannon, el Licenciado Adam H. Brown, en su gran Tesis de Grado, titulada 'Examinación del Concepto de la Reencarnación En La Nueva Era y Tres Otras Áreas de Estudio',  el 14 de Diciembre de 2021, en la Universidad Estatal de Georgia, realizó un profundo estudio acerca de esta hipnotista. EXAMINACIÓN DEL CONCEPTO DE LA REENCARNACIÓN EN LA NUEVA ERA - CLIC  El resultado final, fue impactante. En su conclusión, dice:

"Se ha presentado en este trabajo una muestra de la obra de Dolores Cannon, una hipnoterapeuta estadounidense que reclamaba poder hacer regresiones a vidas pasadas para ayudar a sus clientes. Durante el proceso en el que aprendía y crecía en este campo, descubría que podía usar la hipnosis regresiva para indagar el trasfondo más o menos desconocido de la vida humana y planteaba, entre otras cosas, que el fenómeno de la reencarnación es verdadero, que existe un mundo de espíritus al que regresamos después de morir para analizar la vida pasada y planear la próxima, y que es posible mediante la hipnosis establecer contacto con ese mundo para buscar soluciones a nuestros problemas actuales así como para revelar información oculta sobre los orígenes de la vida y los procesos misteriosos que la estructuran.

Además, se vio que los conceptos de la reencarnación y la vida después de la muerte se han investigado tanto en la filosofía metafísica del budismo tibetano como en los campos de la psiquiatría y la antropología. Planteo que la ciencia debe estudiar extensivamente más de las ideas de la Nueva Era, pero para hacer esto, no es necesario que la meta científica sea probar o refutar los conceptos estudiados. Más bien, como hacen Greenfield y otros antropólogos, se podría examinar la Nueva Era para elaborar cuáles son las creencias y prácticas de sus seguidores e intentar adivinar exactamente por qué les interesan ideas tan raras, no tradicionales y no científicas. 

Esto ilustraría un fenómeno muy vigente en la cultura moderna occidental: el abandono de la religión tradicional y el crecimiento de nuevas interpretaciones sobre la espiritualidad de la vida humana. Además, si se quiere indagar, como hicieron Stevenson, Tucker y Moody, conceptos paranormales como la reencarnación y la vida después de la muerte con la meta explícita de tratar de buscar la mejor explicación científica que explique estos asuntos, ¿quién sabe lo que se podría descubrir? Es muy posible que algunos de los promotores de la Nueva Era sean charlatanes. Si esto es verdad debería ser fácil refutar los conceptos que presentan, pero sería necesario tener una mente abierta para no repudiarlos simplemente porque no son tradicionales. 

En este sentido, haría falta también un nuevo entendimiento de las limitaciones de la ciencia y su posible extensión al reino de lo mental. Esto tampoco es tan raro como parece: reclaman los budistas haber desarrollado por siglos su propia versión de una ciencia mental y sus hallazgos podrían proporcionar un punto de partida". 

Y, nada raro que todos estos supuestos casos de reencarnación esten manejados, no solo, por los espíritus de las tinieblas, sino, que también por los manipuladores de la mente humana, con toda su imaginación. La Carmelita Santa Teresa de Jesús de Ávila, con suma razón, enseñaba: "La imaginación, es la loca de casa".

El licenciado Gonzalo Llano González, con relación a lo anterior, dice lo siguiente: "Si no manejas tu mente, ella te maneja a ti y casi siempre se empelicula con lo negativo. Controlar la mente es de sabios y triunfadores. La loca de la casa suele andar errática y enfocada en lo oscuro, en los problemas más que en las soluciones.

Cuando tú te consagras a explorar dónde anda la mente, entonces puedes cambiarle el canal y centrarla sólo en lo bueno. Es una labor que pide estar alerta y da excelentes resultados. Con frecuencia pon el semáforo en rojo y pregúntate: ¿En qué estoy pensando? Así podrás conocer los derroteros de tu mente y dedicarte a pensar sólo lo mejor de ti mismo, de los demás y de la vida.

Dicen que un habito se siembra en 28 días y si tú dedicas ese tiempo a estar vigilante con la mente, ella será tu mejor amiga y no la loca de la casa. Buda afirmó que somos los que pensamos y hay estudios que hablan de unos sesenta mil pensamientos diarios. También se afirma que habitualmente el 80% de esos pensamientos son negativos. El reto, entonces, es tener el control de la mente y de allí pasar al control de la emociones, ya que una “e-moción” no es más que una moción o movimiento sensible originado en la mente.

Poderoso no es el que conquista a otros, poderoso es el que se conquista a sí mismo y es el dueño de sus pensamientos y sus emociones. Descartes dijo “pienso, luego existo”, y con base en su frase se puede afirmar: “si pienso bien, vivo bien”. Los pensamientos firmes se convierten en creencias y las creencias  crean la realidad. Tú eres lo que crees y tu vida depende totalmente de tu sistema de creencias limitantes o motivantes. Hay creencias que empoderan y creencias que limitan, Cf. Portafolio - Opinión. 

La reencarnación esta enmarcada precisamente en estos ámbitos. Por lo mismo, debemos rechazarla, como Católicos. El mismo 'Credo' la rechaza. Es un hecho constatable que hoy se predica menos de los llamados “novísimos” de las "postrimerías (Como se llamaba antiguamente; en concreto, del cielo, del infierno y del purgatorio)" o "de la Resurrección de todos los muertos", en el día del Juicio Final.  Pero, eso sí, de la Reencarnación, ni para que hablar más. Se rebasan todas las expectativas. Muchas personas ya tienen como premisa, pequemos ahora libremente y mañana empatamos con la reencarnación, sin ningún problema. Cada vida es una experiencia. Ese tal infierno, no existe. Son cuentos de los curas y de camanduleros.

El licenciado José García Guillén, tiene un capítulo expreso sobre la “Doctrina de la transmigración de las almas en el cristianismo primitivo (la metempsícosis)", obra de M. López Salvá y M. Herrero de Jáuregui. De ella, hemos, tomado lo siguiente, resumiendo y complementando, con más puntos:

a) Que la reflexión de los cristianos sobre la transmigración comienza a tomar auge en el siglo II con el platonismo medio y llega probablemente hasta el siglo VI, cuando se declaró anatema a todo el que defendiera las ideas del Padre de la Iglesia Orígenes que algunos consideraban propicias a admitir la transmigración.
 
b) Que la concepción pagana y cristiana del alma tienen ciertos supuestos comunes, como son la dualidad cuerpo/alma, la pervivencia del alma después de la muerte y la creencia en una vida futura bienaventurada.
 
 c) Que la preexistencia del alma ha sido aceptada por buena parte de los primeros teólogos cristianos, sobre todo por los que estaban más familiarizados con la filosofía de Platón, como Orígenes y los gnósticos, lo que queda de manifiesto tanto en los textos de Nag-Hammadi, como en las referencias que ofrece Ireneo de Lyon. Aparece también en Sinesio de Cirene e incluso asoma en Gregorio de Nazianzo. Esta idea estuvo presente hasta que en el II Concilio de Constantinopla, ya en el siglo VI (553), fueron condenados como anatemas aquellos que la defendieran. Otros autores como Tertuliano y Gregorio de Nisa sostuvieron que cuerpo y alma se originan y se desarrollan simultáneamente.
 
ch) Que la culpa antecedente del alma antes de haber entrado en cuerpo alguno es otro elemento de la transmigración que comparten cristianismo y paganismo, aunque con diferentes matices: así, la culpa antecedente se debe en el orfismo a la parte titánica (herencia de los Titanes como entidades divinas malvadas) del hombre. Los órficos consideraban las sucesivas reencarnaciones como castigo que purificaba la culpa recibida de los Titanes.
 
d) Que el acceso del alma a otros cuerpos no fue en principio extraño al cristianismo primitivo. San Justino, que vivió a principios del siglo II, habla de ello como de algo asumido y considera que las almas humanas que habitan cuerpos de fieras están como castigo en esa cárcel para purgar sus pecados.
 
Aparece también esta idea en algunos tratados de Nag-Hamadi, como en la Carta a Regino y en el tratado Exposición sobre el alma. También aparece en el tratado denominado Pistis Sofía. Debió de ser defendida por Basílides y Carpócrates. Parece que el autor del Apocalipsis de Pablo también creía que las almas pecadoras ingresaban en otro cuerpo. Estos textos no fueron admitidos por la Iglesia.
 
La Iglesia definió como dogma la resurrección de los muertos en el Concilio de Nicea (325), convocado bajo la égida del Emperador Constantino, y lo codificó en el credo niceno. Precisamente a partir de esa fecha empieza a manejarse el argumento 'único y valedero' de la resurrección en contra de la transmigración, que no tiene ningún soporte, que valga la pena.
 
e) Los Padres cristianos admitieron el fuego como elemento purificador, pero no eterno, sino hasta que el alma quedara purificada y en condiciones de restituir en ella la imagen de Dios. Hasta el IV Concilio de Letrán (1215), presidido por el Papa Inocencio III, quien introdujo la práctica de bulas e indulgencias, no se definió como dogma la eternidad del infierno.
 
f) La ortodoxia cristiana mostró siempre reticencias, aunque asimilara alguno de sus elementos, frente a la doctrina de la transmigración. Justino pone en boca de su interlocutor Trifón que las almas reencarnadas no son conscientes de que han cambiado de cuerpo como castigo y por tanto la reencarnación se revela ineficaz.
 
Orígenes piensa que los que se adhieren a esta doctrina es porque no creen en la parusía y porque no saben que el castigo de los pecados es el fuego y no las sucesivas reencarnaciones. Una de las críticas más generalizadas se dirige a la posibilidad de que un alma humana pudiera reencarnarse en el cuerpo de un animal o incluso en una planta; otra, lo absurdo que sería pensar que de la región celestial el alma cayera a lo más bajo y que, sin embargo, desde lo más bajo se elevara a lo superior.
 
h) Entre los Padres latinos fue Tertuliano quien elaboró la más completa refutación de la reencarnación, mientras que entre los Padres griegos fue Gregorio de Nisa el que hizo una crítica más elaborada de la transmigración, sin dejar de lado las más populares. Muestra los puntos comunes entre transmigración y resurrección para pasar a continuación a refutar la reencarnación y a hacer el elogio de la resurrección.
 
i) Después del II Concilio de Constantinopla (553), donde se declararon anatemas a quienes sostuvieran la preexistencia del alma, tanto esta doctrina como la de la transmigración y reencarnación dejaron de ser objeto de discusión en la iglesia latina y, en consecuencia, también se acallaron las críticas que se les dirigían. En la iglesia bizantina, en cambio, vivieron, más o menos matizadas, en autores de la talla de Máximo el Confesor, Simeón el Nuevo Teólogo o Gregorio Palamás, Cf. tratado “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, obra comunal de diversos autores, la mayoría colegas míos del mismo departamento de Filología Griega y otros del Departamento de Hebreo de la Universidad Complutense de Madrid, editada por A. Bernabé – M. Kahle – M. A. Santamaría, por ABADA Editores, Madrid, 2011.

j) Aunque la creencia en la resurrección comienza cuando el Señor Jesús resucitó al tercer día después de morir, ya había cierta idea al respecto entre algunos judíos. Más no en la reencarnación. Los esenios y hasta fariseos creían en ángeles y en las almas espirituales y, en general, en la resurrección de los muertos. En los hijos de la luz y en los hijos de las tinieblas. Más no en la reencarnación. 

k) La resurrección de personas fallecidas con el poder de Jesús, las enseñanzas de la vida eterna por parte del Divino Maestro de maestros, su resurrección de entre los muertos, sus apariciones y su promesa de volver, después de su ¡Asención!  a los cielos o moradas del Padre Celestial, como Sumo Juez de Vivos y Muertos, confirmó 'integramente' o 'totalmente' la no reencarnación, pero también le dio una base sólida y profunda al tema de la resurrección. A tal extremo, que el mismo Jesús la acabo de refrendar, con la asunción de su Santa Madre, María Santísima. 

l) La doctrina cristiana sobre la resurrección se encuentra en el Catecismo de la Iglesia Católica en los numerales que van del 988 al 1001. El numeral 989 señala: “Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día. Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad”

El término ‘carne’ designa a la persona humana o incluso a otros seres de la creación, en su condición de debilidad y de mortalidad. "La ‘resurrección de la carne’ significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros ‘cuerpos mortales’ volverán a tener vida”.

“Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. ‘La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella’”, señala luego el numeral 990.

ll) Según el profesor de Teología Sistemática de la Universidad Católica de América, licenciado Michael Root, "las dos razones principales para rechazar la creencia en la reencarnación son: que se opone a la forma en la que Cristo ofrece la salvación y porque va en contra de la naturaleza de la persona humana.

Root explicó que la reencarnación “contradice la imagen de la salvación que tenemos en el Nuevo Testamento, donde nuestra participación en la resurrección de Cristo es efectivamente de lo que se trata la salvación” y “nos da una imagen muy distinta de lo que es ser humano: un ente incorpóreo que no está relacionado a ningún tiempo específico”.

“El cristianismo toma muy en serio que somos seres con un cuerpo y, cualquier noción de reencarnación considera que el ser solo tiene una especie de conexión accidental con cualquier cuerpo específico, porque desde esa perspectiva uno pasa de un cuerpo a otro y a otro y a otro; y ese no tener un cuerpo específico termina en la idea de que uno no sabe quién es”, destacó Root.

m) El documento Vaticano sobre la Nueva Era titulado “Jesucristo portador del agua de la vida”, señala que “la unidad cósmica y la reencarnación son irreconciliables con la creencia cristiana de que la persona humana es un ser único, que vive una sola vida de la que es plenamente responsable: este modo de entender la persona pone en cuestión tanto la responsabilidad personal como la libertad”.

n) Fray Joel I. Barstad, con  maestría en estudios cristianos primitivos de la Universidad Católica de América, Washington, DC, y un doctorado del Instituto Medieval de la Universidad de Notre Dame, Notre Dame, IN, Director de Formación Humana en el Seminario Católico Bizantino de los Santos Cirilo y Metodio en Pittsburgh, PA. Miembro de la facultad y decano académico del Seminario Teológico Saint John Vianney en Denver, CO, donde impartió cursos de patrística, cristología, antropología teológica y arte sacro, nos dice con toda convicción, lo siguiente: "la creencia en la reencarnación no es algo positivo, tampoco para los budistas e hinduistas, quienes la ven como algo de lo que se debe escapar. No conozco una doctrina robusta sobre la reencarnación (…) que considere la reencarnación de un alma como algo bueno; aunque de repente algunos hinduistas o estoicos la vean como una necesidad cósmica benigna; pero ciertamente la aspiración más profunda” de algunos que creen en esto “sea disolver los nexos de las relaciones temporales y corporales totalmente; es decir, disolver la relación con el cuerpo de modo que no sea posible otra reencarnación para un alma. La meta para el alma es entonces convertirse permanentemente en nadie".

"Si bien los cristianos pueden experimentar sufrimiento en la vida, también pueden vivir la esperanza de que “son amados por Cristo que, a través de su propia muerte humana y divina; y su resurrección, puede llevarlos hasta el final y remodelarlos, haciendo algo hermoso a partir de un enredo. Los cristianos además esperan la resurrección de los otros, de sus amigos y seres queridos, “para vivir en un cielo nuevo y una tierra nueva”. Por todo esto evangelizamos, por esto nos arrepentimos de nuestros errores y perdonamos a quienes nos hacen mal. Por esto rezamos por los muertos y por esto los santos que ya gozan de la visión beatífica de Dios también rezan por nosotros. Los santos, están todavía involucrados con el mundo y esperan con nosotros la revelación final de Cristo que nos dará la resurrección a todos”. Amén. Aleluya. 


-XI PARTE-


El doctor  Antonio Capafons, de la Universidad de Valencia y la doctora Giuliana Mazzoni, de la University of Plymouth, Reino Unido, aclaran que "la hipnosis es una técnica carente de riesgos per se. Sin embargo, un uso inadecuado de tal técnica puede ser iatrógeno, especialmente en lo referido a la génesis de falsos recuerdos por parte de la persona hipnotizada. 

Aunque es cierto que las técnicas de hipnosis se usan con frecuencia para recuperar recuerdos, no hay evidencia científica convincente que apoye el hecho de que la regresión hipnótica pueda ayudar a recordar hechos y episodios autobiográficos que el individuo no es capaz de recordar fuera de hipnosis.

De momento es importante subrayar que los estudios científicos han demostrado que las inducciones hipnóticas generan en realidad, y como mínimo, tantos recuerdos falsos como verdaderos (Dinges, Whitehouse, Orne, Powell, Orne, & Erderlyi, 1992), y que producen un incremento en la confianza de todo aquello que la persona es capaz de recuperar (Scoboria, Mazzoni, Kirsch, & Milling, 2001). De hecho, el uso de técnicas hipnóticas para la recuperación de recuerdos pasados está estrechamente ligado al estudio de los falsos recuerdos.

Estos dos aspectos, se relacionan además, y al menos, con lo relacionado con el tema de recuerdos traumáticos, como pueden ser los abusos sexuales en la infancia, rituales satánicos, abducciones extraterrestres, vidas pasadas, etc. (Piper, Pope, & Borowiecki, 2000).

Aunque los recuerdos "recuperados" durante la regresión de edad sean claros, vívidos y aparentemente convincentes, un académico de la hipnosis (Nash, 1987) concluyó, tras revisar más de cien estudios sobre los efectos de la regresión de edad sobre el recuerdo autobiográfico, que no hay evidencia sobre que la experiencia de los adultos hipnotizados corresponda a la experiencia real infantil.

Dos aspectos interesantes de los falsos recuerdos son, como veremos, que no se pueden distinguir de los recuerdos verdaderos, y que la gente que los recuerda está segura de que realmente les ocurrió lo que creen haber recordado. Es importante resaltar que tal incremento en la confianza es sólo un subproducto de la hipnosis (Scoboria, Mazzoni, Kirsch & Milling, 2001). Esos pseudorrecuerdos normalmente se crean sugiriendo a la persona hipnotizada que ocurrió algo que realmente nunca sucedió (Laurence & Perry, 1983; Orne, 1979). En este caso, hipnosis incrementa la certeza que tiene la persona en su recuerdo erróneo.

Tal y como se ha comentado, una de las razones por las cuales es tan sencillo crear falsos recuerdos utilizando procedimientos sugestivos potentes y moderados está relacionada, como hemos indicado, con las creencias que tienen, tanto la persona que recuerda, como el propio terapeuta Cuando el recuerdo es "recuperado" en un contexto terapéutico, la creación de un recuerdo falso se puede atribuir también a la creencia que el terapeuta tiene. La propia interpretación de los sueños puede ayudar a la creación de tales recuerdos falsos. De hecho, en una serie de estudios en los que se le pidió a un clínico que interpretara los sueños que les contaban los participantes fue muy sencillo generar falsos recuerdos (Loftus & Mazzoni, 1999; Mazzoni & Loftus, 1998, 1999; Mazzoni, Loftus, Seitz, & Lynn, 1999; Mazzoni, Lombardo, Malvagia, & Loftus, 1998). 

Por lo tanto, las creencias que tienen los pacientes les inducen a aceptar la interpretación que les proporciona el terapeuta, y a aceptar la creencia del terapeuta de que les han acaecido ciertas experiencias. Más aún, si consideramos que la interpretación del sueño se realizó fuera de un ámbito terapéutico y en sólo treinta minutos, es fácil predecir cual puede ser el efecto de un terapeuta que trabaja sobre la memoria durante meses.

Además de la sugerencia directa y regresión de edad en hipnosis, o la imaginación y la "terapia" (interpretación de los sueños), también se pueden crear falsos recuerdos a través de las preguntas tendenciosas (leading questions) y engañosas (misleading questions), sea estando la persona hipnotizada o no. El modo de preguntar y de transmitir información a la persona tanto con hipnosis como sin ella (para una revisión detallada véase Mazzoni, 2003) puede determinar la creación de falsos recuerdos. Una forma de hacerlo es la de presentar a los participantes un vídeo con una escena sobre un crimen. 

A continuación se les proporciona información falsa para, posteriormente, preguntarles cuestiones relativas a lo mostrado en el vídeo. En todos los estudios en los que se ha utilizado este procedimiento denominado "el efecto de información errónea" (misinform), los resultados son los mismos: tras haber escuchado la información errónea o haber contestado a las preguntas engañosas, la persona cambia su informe sobre lo que vio en el vídeo (para un estudio central de esta área, véase Loftus, Miller, & Burns, 1978). Incluso información muy sutil, como las forma de verbalizar la sentencia, puede cambiar el informe del testigo (Loftus & Zanni, 1975).

No obstante, a pesar de la facilidad con la que se pueden crear recuerdos de algo que nunca sucedió, parece que la confabulación se reduce si hay evidencia con la que se pueda contrastar, y si se pregunta por la certeza en lo que se dice recordar, sobre todo si se disculpa a la persona por su error (Spanos, Gwynn, Comer, Baltruweit, & De Groh, 1989; Spanos & McLean, 1986).  Hay autores que creen que la hipnosis per se genera falsos recuerdos al hacer más susceptible a la persona para confundir realidad con fantasía (Sheehan, Statham, & Jamieson, 1991).

En definitiva, la evidencia empírica indica que la persona hipnotizada puede y suele generar falsos recuerdos, aunque ello dependa también de factores externos a la propia hipnosis. Lógicamente, no se está diciendo que todo lo que recuerda la persona bajo hipnosis sea falso, si no que no podemos afirmar que sea cierto por haberse recordado en hipnosis.

A pesar de los riesgos evidentes de distorsión de los recuerdos, todavía son muchos los clínicos que usan la hipnosis para recabar información sobre su paciente. Si bien cabe decir "de entrada, no" a ese uso de la hipnosis, ciertamente seguirá utilizándose para esos fines. Por ello, es conveniente considerar ciertas recomendaciones para reducir, que no eliminar, los riesgos de generar falsos recuerdos. Según Lynn, Kirch y Rhue (1996), es importante avisar al cliente del riesgo de distorsión de la memoria, debiendo tener mucho cuidado el terapeuta en cómo verbaliza las sugestiones y cuáles son sus implicaciones, evaluando, además, la credibilidad de los recuerdos recuperados durante la terapia.

Por ello es importante que los clínicos conozcamos la conclusión de la Sociedad Británica de Psicología (The British Psychological Society) (2001): "En resumen, la hipnosis no tiene ninguna propiedad especial para incrementar la memoria, ni en terapia ni en ningún otro contexto. Hay circunstancias en las que los propios componentes de la hipnosis, como la sensación de relajación y bienestar, pueden justificar su uso durante un periodo de recuerdo. Los procedimientos hipnóticos pueden ser útiles para examinar y reestructurar los recuerdos existentes que están asociados al problema del cliente. De cualquier modo, en esas situaciones debe reconocerse el potencial para producir recuerdos de los que se está seguro, pero que no son precisos. La hipnosis no debería usarse basándose en la idea de que con ella se pueden recuperar recuerdos de sucesos de los que el sujeto no se acuerda, pero que son la causa de su problema actual." (p. 12).

Muchos terapeutas a los que el cliente les solicita hipnosis regresiva, se niegan a realizarla argumentando que no están capacitados para ello. Si es éste el caso, es probable que el cliente busque a alguien, generalmente a un hipnoterapeuta lego, para satisfacer su demanda. Por ello, se debería asesorar al cliente sobre las precauciones que debería adoptar si decide realmente ponerse en manos de este tipo de "profesional". Según nuestro punto de vista, se debería informar al cliente de los siguientes aspectos:

Si alguien habla de hipnoterapia, y se auto denomina hipnoterapeuta o hipnólogo, hay que dudar de sus capacitaciones, y preguntarle por su cualificación profesional. Si no sabe tratar el problema sin hipnosis, tampoco lo sabe con ella: la hipnosis no es una terapia si no una técnica y campo de estudio. Si el terapeuta promete resultados espectaculares, hay que dudar de la eficacia de su tratamiento, y preguntarle por la evidencia empírica que avala esos resultados. 

Si propone regresiones de edad, hay que dudar de su pertinencia, y preguntar por la evidencia científica que justifica tal práctica. Si se recuerda bajo hipnosis algo poco creíble o muy difícilmente olvidable (abusos, abducciones, torturas, etc.), hay que desconfiar de la veracidad de tal recuerdo, y recurrir siempre a un experto en hipnosis y memoria, y en el abuso o recuerdo en concreto. Estas consideraciones no evitan que el cliente pueda tener una experiencia iatrógena con la hipnosis, pero sí le pueden ayudar a desarrollar criterios para descartar los servicios de terapeutas que potencialmente pueden ser iatrógenos, criterios a los que, como usuario, tiene derecho", Cfr. Papeles del Psicólogo, 2004. Vol. 25(89), Extractos, ¿Es lo peligroso de la Hipnosis el Hipnoterapeuta?: Hipnosis y Falsos Recuerdos.




Así que la técnica de regresión a vidas pasadas 'NO' ayuda con la curación física, mental, emocional y espiritual de las personas, que incluye: Revivir experiencias de vidas pasadas. Proporcionar información sobre por qué las personas se sienten conectadas con ciertos lugares o personas. Reconocer las razones detrás de dolencias físicas y psicológicas no identificadas. Reconocer y apreciar el aspecto espiritual de la propia vida. 

Si conocieramos a Jesús de Nazaret en toda su dimensión, no caeríamos con todos los sofismas de distracción de la reencarnación y de la hipnosis.  Es que Él es el único, que cura todas las enfermedades, de ver y por haber de la persona humana y que se han propagado, de generación en generación.  Las del cuerpo humano, comenzando por su ADN, creado por Dios y alterado por el pecado original. Las del Espíritu Humano, causadas por el pecado personal de cada persona en particular. Las emocionales, causadas por las profundas heridas emocionales del pasado. Dentro del seno materno, familiar y comunitario. Las de la Mente y que no son pocas en estos tiempos. Muchas por causa del ateísmo, la droga, el alcohol y la marihuana. Y, ni que hablar por la depresión. También pueden darse las enfermedades, por la opresión demoníaca, en un mundo, donde prevalece el materialismo y el ocultismo, en grado sumo.





Tampoco la hipnosis con el tal recuerdo ese de vidas trae "el descanso real del espíritu". Otros prefieren traducir el inglés " being alain in the Spirit ", como " fulminación en el Espíritu ", " dormición en el Espíritu " o quedar abrumado por la "tranquilidad, el amor y la paz en el espíritu". El verdadero descanso del Espíritu es un don carismático y no hipnótico. 

El aspecto principal del descanso en el Espíritu, es la fuerte presencia sanadora del Dios viviente, en el cuerpo, mente y espíritu de la persona dócil y que se rinde a su creador, con profundo arrepentimiento y esperanza. Es la acción poderosa de la Santísima Trinidad 'en cada persona' que reestablece, sana, purifica, ilumina, libra y fortalece de todo pecado, dificultad y bloqueo interior y exterior. Sin límites y sin condiciones. Todo de forma gratuita.  

El que Dios llene la memoria y la imaginación de su presencia, de su amor, de su perdón, no presenta dificultades. La hipnosis si las coloca. El tiempo en cada sesión regresiva hipnótica, no arregla las cosas de raíz e inmediatamente. En cambio Dios que vive en un eterno presente, si lo hace y de raíz, cuando interviene en un solo momento. La sanación es original, integral y perdurable. Su acción amorosa es inmediata y sin límites. No traumática, forzada, temporal y aparente como ocurre con las sesiones hipnóticas.

En el descanso en el Espíritu la persona sigue teniendo control pleno de su entendimiento y de su voluntad. Mientras no con cada una de las sesiones de hipnosis y sus tales liberaciones. Con ellas esta expuesta 'la persona' al control del hipnotizador y al control del enemigo de las almas: el demonio. El verdadero descanso en el Espíritu, facilita la sanación y la oración en tanto cuanto toca los sentidos internos dispersos y los unifica.  Además facilita 'externamente' el sentido profundo de la presencia y del amor de Dios. Algo que no brinda, al 100% la hipnosis. 

El descanso en el Espíritu tampoco se trata de un fenómeno natural de hipnosis, donde la voluntad queda casi totalmente suspendida y sometida al hipnotizador, donde la conciencia se entorpece y la memoria de la actividad desarrollada en hipnosis se pierde al volver en sí. A veces esta alienación transitoria de la voluntad transitoria de la voluntad del hipnotizado resulta seriamente peligrosa o dañina. 

Nada de esto sucede en el descanso en el Espíritu: la voluntad y el entendimiento se mantienen despiertos y activos, sin someterse a nadie más que a Dios, que es nuestro creador y que es el único que conoce nuestras debilidades y limitaciones desde la infancia misma. 

No desde las tales esas 'vidas anteriores' que jamás han existido. Vidas supuestas 'que aparentemente si existen' , pero, porque las ha creado el demonio mismo e incluso, como ángel caído y que ya existía, antes de la creación del genero humano, se ha valido de la 'historia biográfica' de muchas personas a traves de la historia de la humanidad y que incluso, ya varias le acompañan a él en el infierno mismo; las trae al recuerdo, por medio de la hipnosis regresivas.

Podemos decir que Satanás 'junto con los suyos' son quienes le han hecho creer a millones de personas, de que han vivido en otras existencias. De que si deben creer en un alma eterna, pero que jamás, dicha alma, ni es juzgada en un juicio particular y ni que jamás se condena, por una eternidad. Así dicha alma, haya tenido el comportamiento, que haya tenido, sea, bueno, regular o malo.  Que todo se reduce a una cuestión de experiencias, de una vida, tras otra vida. No importando la edad o el sexo. La condición social y otros factores más.

Existencias todas en una sucesión interminable. Eso sí, con recompensas o sin ellas, de acuerdo, al comportamiento espontáneo y libertino. Pero sin tener en cuenta los diez mandamientos de Dios, las catorce obras de misericordia y ni las leyes públicas. Con razón la reencarnación, esta llevando a muchos a su perdición eterna, al mismo infierno creado por los mismos ángeles rebeldes.


-PARTE XII-


El obispo de Menorca, [(España Monseñor)] Francisco Conesa Ferrer dedicó la edición de Diálogos en la Catedral al tema siempre actual de la reencarnación, con un título muy sugerente y significativo: “¿Reencarnación o resurrección?”.

Y es que la cuarta parte de la población europea, según algunos cálculos, cree en la doctrina de la trasmigración de las almas. El reciente estudio publicado por la Fundación Santa María revela que el 26,9 % de los jóvenes españoles dicen creer en esta doctrina oriental. [(Y, la cifra sigue creciendo, por cada año, que va pasando)].

Qué es… y por qué está de moda

Monseñor Conesa explicó en su charla en qué consiste esta creencia: para sus defensores, “cuando morimos nuestras almas abandonan el cuerpo y se encarnan en otro, que puede ser humano o no humano, hasta que estén plenamente purificadas”. 

De manera que, según el obispo, “en esta concepción el cuerpo es como un vestido que se tira cuando está sucio o inservible para vestirse de otro nuevo”.

Con la solidez de su formación filosófica, el prelado explica el origen de esta creencia, que hay que situar en la India en torno al siglo VIII a.C. y que se extendió después en la Grecia clásica.

Hubo un rebrote en Occidente en la época moderna, sobre todo con la Ilustración y el romanticismo alemán.

En su repaso histórico, subraya finalmente cómo “la creencia en la reencarnación se va difundiendo en Occidente desde finales del siglo XIX por la proliferación y propagación de las sectas de origen e impronta hindú, budista, etc., sobre todo gracias a la teosofía, al espiritismo, al gnosticismo moderno y a la Nueva Era”.

¿Cuáles son las causas de su difusión actual? Para el obispo de Menorca son principalmente dos: “la fascinación por lo oriental y exótico que se da en occidente”, por un lado, y “el silenciamiento de la enseñanza cristiana sobre el más allá", algo que, se constata en la predicación de la Iglesia. De modo que “muchos cristianos piensan de un modo muy vago en el más allá”.

Las justificaciones de la gente

En su intervención, monseñor Conesa planteó una cuestión fundamental: “¿por qué una persona que ha nacido y ha crecido en una civilización con raíces cristianas escoge esa creencia de origen oriental?”. Y aludió a tres justificaciones concretas.

La primera se refiere al problema del mal, para el que el ser humano siempre ha buscado una explicación.

Para la cosmovisión oriental, en la que se enmarca esta creencia, “todo depende del desarrollo mecánico e inercial del karma y de las reencarnaciones”, de forma que “cada uno es responsable del mal que padece en cuanto la malicia de sus acciones en existencias pasadas gravita sobre él en su vida actual”.

La segunda justificación es la necesidad de que haya justicia, pues “la creencia en la reencarnación permite al alma realizar su purificación progresiva por sus solas fuerzas y esfuerzos con tal que se ajuste con minuciosidad a su nueva condición en un cuerpo distinto al de la vida anterior y a sus obligaciones específicas de su nueva existencia humana, animal o vegetal”.

En tercer lugar, la sucesión de reencarnaciones permite que el alma no se juegue “su destino eterno en una sola baza o existencia”, proponiendo futuras oportunidades de felicidad, “sin purgatorio ni infierno”.

La respuesta cristiana: resurrección

A continuación, el obispo de Menorca expone una clave fundamental de la fe cristiana: la creencia en la resurrección de los muertos, que “no nace de la reflexión humana ni de la constatación empírica, sino del acontecimiento único de la glorificación de Jesucristo tras su pasión y muerte”.

Del anuncio cristiano de la resurrección de Cristo nace la convicción de la resurrección de sus seguidores. Y este hecho portentoso “no puede afectar sólo al alma. No se trata de la inmortalidad del alma, de la que hablaba ya el mundo griego. No es eso lo que pasó con Jesús. La resurrección es de la persona entera y esto significa que es también de su cuerpo, porque lo corporal es parte fundamental de la persona”.

Es difícil entender cómo puede ser esto, ya que el cuerpo físico se descompone tras la muerte. El modelo es el cuerpo glorioso de Cristo resucitado.

Lo que resucitará al final junto con el alma “no se trata de un cuerpo físico”, explicó el prelado, “sino de lo corporal del hombre. Para el ser humano la corporalidad supone sobre todo estar en el mundo, mantener comunicaciones con los otros y vivir en la historia”.

9 razones por las que reencarnación y resurrección son incompatibles

Por si hubieran quedado dudas, y ante las propuestas que hacen algunos, monseñor Conesa afirma que “reencarnación y resurrección son dos visiones alternativas del fin de la persona humana, pero también de cómo se concibe al ser humano, su historia y al mismo Dios”.

Por ello, subraya, “estamos ante creencias incompatibles”.

Y detalla algunas diferencias fundamentales. Las resumimos aquí, confrontando lo que trae consigo la resurrección frente a la creencia en la reencarnación. 9 diferencias:

– Una sola muerte, frente a las muchas muertes del ser humano.

– El encuentro con Alguien que ama personalmente al que muere, frente a la disolución del alma en “una realidad impersonal y neutra”.

– “Cada persona es absolutamente única y original” y su cuerpo es parte indispensable de su ser, frente al cuerpo entendido como prisión del alma y como algo secundario.

– La resurrección trae consigo una concepción lineal de la historia, frente a una visión circular del tiempo.

– La vida se experimenta ante la voluntad de Dios, frente a una existencia sujeta a una ley cósmica.

– Existe el pecado como desobediencia a la voluntad de Dios, frente a una concepción de insuficiencia o desequilibrio en el hombre.

– Cada acto del hombre tiene valor y es irrepetible, frente a la idea de que nada es irrevocable y todo es revisable.

– Es posible la esperanza y la lucha por un mundo mejor, frente a un fatalismo que promueve conformarse con lo negativo, que sería consecuencia de culpas de vidas anteriores.

– Existe un Dios personal que quiere salvar al hombre del pecado porque lo ama, frente a una visión del ser humano que lo deja solo, sin lugar para Dios, y responsable único de su salvación individual.

Una innegable contradicción

El obispo de Menorca termina reiterando la incompatibilidad entre reencarnación y resurrección, que “son dos maneras de responder a ese gran misterio que envuelve la vida del hombre” y, como expone con todo detalle, “se trata de dos creencias divergentes e incompatibles”.

Y por si quedara alguna duda, la despeja con una afirmación muy gráfica: “es absurdo que un cristiano afirme creer en la reencarnación, como lo sería que un buen hindú pensara que iba a resucitar”, Cf. Aleteia, Nueve razones por las que reencarnación y resurrección son incompatibles, Espiritualidad, Luis Santamaría,  publicado el 19 de Diciembre de 2017.


 -PARTE XIII-


 La reencarnación, que es afirmada por muchas religiones orientales, la teosofía y el espiritismo, es muy distinta de la resurrección

¿Por qué no cree el cristiano en la reencarnación?

A esta pregunta respondió el teólogo Michael F. Hull de Nueva York al intervenir en la videoconferencia mundial de teología organizada el 29 de abril de 2003 por la Congregación vaticana para el Clero. Estas fueron sus palabras.

La integridad de la persona humana (cuerpo y alma en la vida presente y la futura) ha sido y sigue siendo uno de los aspectos de la revelación divina más difíciles de entender. Son todavía actuales las palabras de san Agustín: «Ninguna doctrina de la fe cristiana es negada con tanta pasión y obstinación como la resurrección de la carne» («Enarrationes in Psalmos», Ps. 88, ser. 2, § 5). Dicha doctrina, afirmada constantemente por la Escritura y la Tradición, se encuentra expresada de la manera más sublime en el capítulo 15 de la Primera carta de San Pablo a los Corintios. Y es declarada continuamente por los cristianos cuando pronuncian el Credo de Nicea: «Creo en la resurrección de la carne». Es una expresión de la fe en las promesas de Dios.

A menudo, aun sin el auxilio de la gracia, la razón humana llega a vislumbrar la inmortalidad del alma, pero no alcanza a concebir la unidad esencial de la persona humana, creada según la "imago Dei". Por ello, a menudo, la razón no iluminada y el paganismo han visto «a través de un cristal, borrosamente» el reflejo de la vida eterna revelada por Cristo y confirmada por su misma resurrección corporal de los muertos, pero no pueden ver «la dispensación del misterio escondido desde siglos en Dios, creador del universo» (Ef 3,9). La noción equivocada de la metempsícosis (Platón y Pitágoras) y la reencarnación (hinduismo y budismo) afirma una transmigración natural de las almas humanas de un cuerpo a otro. La reencarnación, que es afirmada por muchas religiones orientales, la teosofía y el espiritismo, es muy distinta de la resurrección de la fe cristiana, según la cual la persona será reintegrada, cuerpo y alma, el último día para su salvación o su condena.

Antes de la parusía, el alma del individuo, entra inmediatamente, con el juicio particular, en la bienaventuranza eterna del cielo (quizá después de un período de purgatorio necesario para las delicias del cielo) o en el tormento eterno del infierno (Benedicto XII, «Benedictus Deus»). En el momento de la parusía, el cuerpo se reunirá con su alma en el juicio universal. Cada cuerpo resucitado será unido entonces con su alma, y todos experimentarán entonces la identidad, la integridad y la inmortalidad. Los justos seguirán gozando de la visión beatífica en sus cuerpos y almas unificados y también de la impasibilidad, la gloria, la agilidad y la sutileza. Los injustos, sin estas últimas características, seguirán en el castigo eterno como personas totales.

La resurrección del cuerpo niega cualquier idea de reencarnación porque el retorno de Cristo no fue una vuelta a la vida terrenal ni una migración de su alma a otro cuerpo. La resurrección del cuerpo es el cumplimiento de las promesas de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento. La resurrección del cuerpo del Señor es la primicia de la resurrección. "Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que por Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego los de Cristo en su venida" ( San Pablo en 1 Cor 15,21–23). La reencarnación nos encierra en un círculo eterno de desarraigo corporal, sin otra certidumbre más que la renovación del alma. La fe cristiana promete una resurrección de la persona humana, cuerpo y alma, gracias a la intervención del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, para la perpetuidad del paraíso.

En la carta apostólica Tertio millennio adveniente (14 de noviembre de 1994), escribe Juan Pablo II: «¿Cómo podemos imaginar la vida después de la muerte? Algunos han propuesto varias formas de reencarnación: según la vida anterior, cada uno recibirá una vida nueva bajo una forma superior o inferior, hasta alcanzar la purificación. Esta creencia, profundamente arraigada en algunas religiones orientales, indica de por sí que el hombre se rebela al carácter definitivo de la muerte, porque está convencido de que su naturaleza es esencialmente espiritual e inmortal. La revelación cristiana excluye la reencarnación y habla de una realización que el hombre está llamado a alcanzar durante una sola vida terrenal» (n° 9), Cf. Encuentra.

Dios no solo creó un macrocosmos, sino, que también todo un microcosmos. Como parte de la creación Divina ambos nos rodean por todas partes y no están ahí de forma espontánea o casual. El 73 % de la masa del Universo está formado por la energía oscura, un 23 % es materia oscura (materia oscura fría y materia oscura caliente) y un 4 % materia bariónica. 

Pero no porque el universo está formado por la energía, podemos afirmar, que fuimos creados por ella. Ni Dios es energía, pero si, es el creador de ella. Ni el alma es una energía y ni el cuerpo lo es 'en todo el sentido' de la palabra. Pero Dios, si es el creador de cada alma y de cada cuerpo, con su ADN. Todos únicos e irrepetibles. 

Sabemos que el cuerpo humano genera calor. Nos damos cuenta de ello, sobre todo, cuando estamos en la cama con fiebre o después de realizar un esfuerzo físico. Es, además, esta capacidad endotérmica la que nos distingue de los reptiles y otros animales de sangre fría. 

La energía térmica que desprende constantemente el organismo humano corresponde en promedio a la de una bombilla de 100 vatios. Cada día, una persona libera una media de tres kilovatios hora de energía, una cantidad que podría hacer funcionar un televisor LCD durante 30 horas. El cuerpo humano es 'como' una central eléctrica móvil que proporciona energía a través del movimiento y el calor. Gran parte de esta energía se pierde en el ambiente a traves de las diversas actividades humanas, durante el día y la noche.

Tanto el alma como el cuerpo están unidos y no precisamente por una especie de lazo o de cordón de plata, como lo describen las sectas orientales u occidentales. Nuestra alma fue creada por Dios en un eterno presente y nuestro cuerpo fue concebido de forma prodigiosa, con la asistencia de Dios creador, en un único vientre materno y no en una sucesión de vientres maternos. 

Es absurdo decir que cuando Dios creó a Adán y a Eva, en ese mismo instante, comenzaría la tal esa llamada 'pecaminosa, caprichosa y maliciosa' teoría de la reencarnación, acompañada por las leyes del karma y del darma. Estos poderosos argumentos destruyen la teoría reencarnativa en mil pedazos, una y otra vez.

Y, es que es bastante 'aventurado y grave' acerle creer a las personas, que existen, diferentes existencias y que no deben esforzarse o preocuparse por cuidar, asegurar y salvar sus almas. Y, llegan a tal punto, que no se preocupan por el día de su fallecimiento. Toman la reencarnación como si se tratara de un video juego, con todas sus opciones, de dramas y así esten repetidos. Todo de forma muy fácil o comoda. Olvidando que "la reencarnación lleva a la perdición eterna" del alma. 

De igual forma.  Algunos reencarnacionistas se aventuran a decir que cada persona que nace en la tierra (el planeta infernal) pre-existió en las moradas celestiales. Que las almas humanas son -los ángeles caídos- que fueron expulsados y arrojados a este plano terrenal.  Mejor dicho, por su pecado de rebeldía y falta de coherencia, "tuvieron que reencarnarse y enfrentarse", literalmente en este planeta con todos sus cuatro elementos y despojarse de muchos atributos, que poseían como 'espíritus de la luz'.

Santo Tomás de Aquino, dice, en su Suma Teológica: "Esto es imposible. Pues las cosas que tienen la misma especie y difieren numéricamente, coinciden en la forma y se distinguen materialmente. Por lo tanto, si los ángeles no están compuestos a partir de la materia y de la forma, hay que concluir que es imposible que haya dos ángeles de la misma especie. Como imposible es decir que hay muchas blancuras separadas, o muchas humanidades, puesto que las blancuras no son muchas a no ser en cuanto que están en muchas sustancias".

"Los ángeles por naturaleza son incorruptibles. La razón de esto se debe a que nada se corrompe a no ser que su forma se separe de la materia. Pero como quiera que el ángel es su misma forma subsistente, es imposible que su sustancia sea corruptible. Pues lo que le corresponde a un ser por su misma naturaleza es inseparable de él".

Bien. Ya vimos como los reencarnacionistas creen que la sucesión de existencias o la rueda de Saṃsāra, es como un videojuego, con distintos niveles o retos que hay que sortear, una obra de teatro con varias partes para entretenerse o un drama 'libertino' con varias temporadas, a traves de ciclos interminables de nacimientos, vidas, muertes y encarnaciones. Sin contar para nada con la presencia Dios e incluso la sustiyuyen con la presencia de los "señores del karma o darma". Es un error, tras otro error. Todo un comodín que se hace de la 'vida vanidosa y codiciosa' erróneamente. 

Hasta los reencarnacionistas aseguran que los reencarnados viven en una especie de simulación de la realidad o son actores de una matrix creada, para que puedan hacer lo que les antoje, adquieran conocimientos, compartan experiencias 'malas. regulares o buenas' y vayan evolucionando. A simple vista el concepto de la conciencia se pierde y se deforma todo el tema del mal y del bien, por causa de la rebeldía de los ángeles y del pecado original de nuestros primeros padres. 


-PARTE XIV-


Mateo 11:7-14 declara, "Mientras se iban los discípulos de Juan, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que usan ropa de lujo están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta. Éste es de quien está escrito:» “Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino” Les aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si quieren aceptar mi palabra, Juan es el Elías que había de venir'.' Aquí Jesús cita de Malaquías 3:1, donde el mensajero parece ser una figura profética que va a aparecer. Según Malaquías 4:5, este mensajero es "el Profeta Elías", quien Jesús identifica aquí como Juan el Bautista. ¿Esto significa que Juan el Bautista era Elías reencarnado? De ninguna manera.

En primer lugar, los oyentes originales de Jesús (y los lectores originales de Mateo) nunca habrían asumido que las palabras de Jesús se referían a la reencarnación. Además, Elías no murió; fue llevado al cielo en un torbellino mientras cabalgaba en un carro de fuego (2 Reyes 2:11). Argumentar una reencarnación (o una resurrección) de Elías no tiene sentido. En todo caso, la profecía del Elías "por venir" habría sido vista como el regreso físico de Elías a la tierra desde el cielo.

En segundo lugar, la Biblia es muy clara en que se da esta designación a Juan el Bautista porque él vino en el "espíritu y poder de Elías" (Lucas 1:17), no porque él era Elías en un sentido literal. Juan el Bautista es el precursor del Nuevo Testamento que endereza el camino para la llegada del Señor, tal como Elías llenaba ese papel en el Antiguo Testamento (y lo volverá a hacer en el futuro – Apocalipsis 11).

En tercer lugar, Elías mismo aparece con Moisés en la Transfiguración de Jesús después de la muerte de Juan el Bautista. Esto no habría ocurrido si Elías hubiese cambiado su identidad por la de Juan (Mateo 17:11-12).

Cuarto, Marcos 6:14-16 y 8:28 muestran que tanto la gente como Herodes distinguieron entre Juan el Bautista y Elías.

Finalmente, la prueba de que este Juan el Bautista no era Elías reencarnado viene del mismo Juan. En el primer capítulo del Evangelio de Juan el Apóstol, Juan el Bautista se identifica como el Mensajero de Isaías 40:3, no como el Elías de Malaquías 3:1. Juan el Bautista incluso llega a negar específicamente que él fuera Elías (Juan 1:19-23).

Juan hizo por Jesús lo que Elías debía haber hecho para la venida del Señor, pero Juan no era Elías reencarnado. Jesús identificó a Juan el Bautista en su papel como Elías, mientras que Juan el Bautista rechazó la identificación. ¿Cómo conciliar estas dos enseñanzas? Hay una frase clave en la identificación de Jesús de Juan el Bautista con Elías en el texto arriba que no debe ser pasado por alto. Él dice, "Y si quieren aceptar mi palabra, Juan es el Elías que había de venir". En otras palabras, la identificación de Juan el Bautista como Elías no se basaba en él siendo Elías, sino en las respuestas de las personas a su papel. Para aquellos que estaban dispuestos a creer en Jesús, Juan el Bautista funcionó como Elías, porque ellos creían en Jesús como Señor. A los líderes religiosos que rechazaron a Jesús, Juan el Bautista no realizó esta función, Cfr. Got Questions, ¿Era Juan el Bautista realmente Elías Reencarnado?.

¿Entonces qué del Karma, que había adquirido el mismo profeta Elías, cuando hizo que degollaran a varios profetas en su tiempo? ¿Lo decapitaron a él mismo -ya reencarnado- en otro cuerpo, como Juan Bautista, siglos después, por tal causa?

Primero que todo, es descabellado interpretar los textos bíblicos con estas formas, sin ningún rigor hermenéutico. No podemos relacionar al Profeta Elías con los extraterrestres y menos con la absurda ley del karma o como un caso de reencarnación. 

Los israelitas, ya consolidados como amos de la tierra de Israel, afrontaron la tentación de seguir otras divinidades diferentes del Dios único que les había guiado,, contra todas las adversidades, de ver y por haber. 

El Dios de las sagradas escrituras no se confunde con la naturaleza. La tentación de representar la divinidad o de convertirla en un objeto de superstición era frecuente en esos tiempos de rivalidades y conquistas. Serían los profetas del Señor Yavé, quienes mantendrían al pueblo alerta, contra la tentación de seguir a otros dioses paganos, acompañados por guerreros desalmados. 

El primer y más célebre profeta es Elías, que vivió en el siglo IX a.C. No dejó ningún libro con su nombre, pero le conocemos por lo que nos refieren diversass citas bíblicas, bastantes interesantes. Por entonces el reino del norte, Israel, pasaba por una euforia, sin igual, debido a sus victorias militares sobre los Sirios. El rey Acab se casó con una princesa fenicia llamada Jezabel, que indujo a los israelitas a seguir el culto al dios Baal, infidelidad contra la que predicó Elías ganándose la enemistad de la soberana con sus crueles vasallos. 

Con motivo de una severa y prolongada sequía, y para demostrar que el Dios de Israel es el verdadero Dios, Elías hace que Acab reúna a 450 profetas de Baal en el monte Carmelo. Recordemos que la montaña, era, como el lugar privilegiado del encuentro con Dios con los suyos. Allí invita a los sacerdotes paganos a que logren que su divinidad encienda la leña de un altar, empresa en la que fracasan. 

Luego hace que preparen un altar igual, y que mojen la madera tres veces, y logra que Dios lo encienda. Con esto deja en ridículo a los profetas de Baal, que la emprenden amenazando al profeta y al pueblo elegido, como un desquite. 

Vencedor, Elías ordena que degüellen a los sacerdotes con todas sus tramoyas. La sequía cesó, pero Elías tuvo que huir para evitar la venganza de Jezabel. La huida, sin embargo, se convertiría en una bendición, porque por su causa el profeta gozaría de la visión del Dios único al que servía con perseverante fidelidad.

En cuanto a la muerte de Juan Bautista, que no era la reencarnación de Elías. Después que Salomé, la hija de su esposa, bailó ante él, Herodes prometió públicamente que ella podría tener “todo lo que pidiese” (Mateo 14:7). La hija consultó a su madre y pidió la cabeza de Juan el Bautista y, en consecuencia, Herodes, como todo un dictador, hizo que Juan Bautista fuera decapitado.

El investigador, prestigitador y columnista Angelo Stagnaro, sintetiza con estas veinte razones, lo que es el Karma y más, si va relacionado a la nefasta reencarnación.   

1. El karma es una filosofía esencialmente fatalista y determinista, un sistema que sugiere la aceptación pasiva de un universo mecánicamente regulado en sustitución de la responsabilidad moral individual. 

2. Si el karma formase parte del cosmos como las principales constantes físicas (la constante de gravitación universal, la velocidad de la luz en el vacío o la carga del electrón) o las fuerzas fundamentales de la naturaleza (gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil) habría sido detectado alguna vez. No lo ha sido.

3. Si, como presupone la filosofía del karma, éste integra la estructura del universo, por definición carecería de conciencia, por lo cual no podría dar lugar a un movimiento espiritual ni distinguir el bien del mal, y por tanto tampoco la justicia de la injusticia. Difícilmente puede así reequilibrar nada.

4. Dado que el karma no puede reconocer un orden de justicia ajeno a él, él es su propio sistema de justicia. ¿Qué atribuimos entonces al karma? ¿Es culpable el terrorista islámico que asesina a cientos de cristianos que aparentemente no lo merecen, o sí lo merecen y el crimen es solo aparente, expresión de una compensación cuyas claves se nos escapan? La autosuficiencia moral del karma, subraya Stagnaro, "suena a explicación que no explica nada".

5. El karma es irreconciliable con el cristianismo porque está ligado a la doctrina de la reencarnación, reprobada por San Pablo: "El destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio" (Heb 9, 27).

6. Si la reencarnación es el resultado final de toda una vida de hacer el bien o hacer el mal, ¿por qué el alma reencarnada no tiene conciencia de ello? Es un castigo que hace imposible la rehabilitación, pues el hombre reencarnado desconoce el porqué de su estado actual. En consecuencia, tampoco dispone de un criterio para influir sobre el sentido de sus futuras reencarnaciones.

7. El creyente en el karma tiene cosas muy poco compasivas que decir a quien sufre, más allá de que él (o sus seres queridos, si son la causa de su sufrimiento) "hicieron algo horrible en una vida anterior". El cristiano sabe al menos que el sufrimiento que Dios permite tiene un sentido en su plan para cada uno de los hombres, a quienes ama y por quienes Él también sufrió.

8. El karma hace imposible la justicia humana y la misericordia. ¿Por qué castigar al asesino por matar a su víctima, si su víctima mereció esa muerte horrible en una vida anterior? ¿Por qué ayudar a los pobres, si ser pobres es la retribución en esta vida a sus maldades de la anterior?

9. Si el karma gobierna el universo, y eso incluye la mente y el corazón de todos, y si ejecuta una justicia cósmica sobre todos los seres humanos a lo largo del tiempo, ¿qué lugar queda para el libre albedrío individual?

10. Para que el karma dispensase justicia, tendría que controlar todos los aspectos físicos y emocionales del universo entero. Por tanto, una espiritualidad basada en el karma no sería una espiritualidad, sino una ciencia y, en cuanto ciencia, debería responder a una demostración objetiva y experimental. Pero ninguna ciencia lo detecta...

11. La virtud, tal como la concibe el cristianismo, no tiene lugar en un sistema kármico, porque en éste no son la gracia de Dios y la perseverancia la que nos fortifican en el bien para crear el hábito virtuoso, sino el impulso desconocido de una vida anterior (luego no hay gracia) de la que no sabemos nada (luego no hay voluntad que siga al conocimiento).

12. Distinguir el bien del mal en algunos casos exige una gran especialización teórica y práctica en la teología moral. Pero, según el sistema kármico, cualquier creyente en las filosofías orientales tiene una perfecta comprensión del karma, lo que degrada la misma idea del discernimiento moral. 

13. Según el karma, "las buenas cosas le suceden a las buenas personas, y las malas cosas a las malas personas". Esto solo tiene sentido autorreferencial, pues lo bueno y lo malo sería lo que sucede según el karma. En cualquier caso, ese principio no solo contradice la experiencia común (¿son malos los niños a quienes suceden cosas malas?) sino la literalidad del Evangelio: "Vuestro Padre celestial... hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos" (Mt 5, 45).

14. Si algunos creyentes en el karma afirman que Jesucristo creyó en él y lo enseñó, es porque desconocen por completo la vida y enseñanza de Nuestro Señor, que discurrió exactamente en sentido opuesto: "En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera»" (Lc 13, 1-5).

15. El carácter mecánico del karma hace inexplicable la conciencia, la moralidad y la libertad del hombre, con su condición de misterios excepcionales que remiten a la existencia de un Creador que -a diferencia del karma- trasciende el plano materialista de la existencia.

 16. La popularidad del karma en Occidente, afirma Stagnaro, no es más que fruto de un "orientalismo exótico y racista", porque presumir de budista, como presumir de feminista o de vegano, es algo cool  y te hace aparecer como "espiritualmente superior" sin tener que aprender, ni estudiar, ni rezar, ni atender a los leprosos. Pero "no hay nada fácil en la espiritualidad, si no, el planeta estaría lleno de santos y los países con mayor número de creyentes en el karma serían los más justos, serenos y humanitarios del mundo, lo cual es rotundamente falso".

17. ¿Quiénes son y dónde están esos santos de carne y hueso que produciría la creencia en el karma? "Los charlatanes hablan mucho pero no aportan nada para demostrar sus alegatos, que solo se creen los ingenuos", afirma Stagnaro: "Exigen fidelidad y obediencia, pero enfurecen cuando se les exigen pruebas".

18. El karma se desconoce a sí mismo. La visión del mundo judeocristiana puede explicarse a sí misma. El karma no puede explicar por que está aquí y cómo llegó.

19. Cristo y su Iglesia son suficientes para la salvación. ¿Cómo lo sabemos? Porque Jesús lo dice, lo cual quiere decir que un católico no tiene que introducir en la Iglesia ideas no cristianas como el yoga, el karma, la reencarnación o el veganismo, de las que Jesús no habló nunca.

20. El karma impersonal no puede sanar, guiar, consolar, instruir o amar a nadie, no te reconocería ni aunque te presentaras a él. Toda auténtica experiencia de sanación, orientación, consuelo, iluminación o amor lo que prueba es que hay alguien, Dios, una conciencia personal que nos ama.

Dos opciones

En resumen, concluye Stagnaro, quien busca la Verdad se halla ante dos opciones: o la fe en un Dios omnisciente y omnipotente que es Amor y quiere llevarnos con Él ("Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí", Jn 12, 32) y nos promete la redención y la misericordia, la sabiduría y la virtud; o la fe en un karma que carece de conciencia personal y moral y por arte de magia todo lo sabe y todo lo controla.

Por si alguien tiene dudas, él recomienda meditar un par de versículos del libro de Josué: "Pues bien: temed al Señor; servidle con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río y en Egipto; y servid al Señor. Pero si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor" (Jos 24, 14-15), Cfr. National Catholic Register, 20 maneras en las que sabemos que no existe tal cosa como el karma, 30 de Junio de 2020.


-PARTE XV-


Recordemos que fueron miríadas y miríadas de ángeles de todos los coros angelicales los que se rebelaron, de un momento a otro, ante Dios, Uno y Trino. Al estar ya en la ocuridad, ellos mismos, escogieron y crearon el infierno, para que desde esta morada, poder desarrollar todas las artimañas posibles, para hacer 'caer en tentación y en pecado' al mayor número posible de humanos, de todos los tiempos y de todas las edades y, conducirlos a su perdición eterna. 

Y, una de las primeras estrategias, fue la de la reencarnación. Primeramente dejarían pasar varias generaciones de humanos de todos los continentes. Seguidamente tomarían de esas generaciones, muchas historias y testimonios vividos de muchas personas (entre ellas de varios condenados); para presentarselos o darlos a conocer, a otras personas, desde tempranas edades y finalmente hacerles creer, que ellas mismas fueron las protagonistas de esas mismas anteriores existencias, con todos sus dramas. 

Posteriormente conociendo los 'ángles caídos' de como funcionaba el cerebro humano, se valdrían de la hipnosis, para alcanzar, lo que anteriormente describimos. Hacer que cualquier persona 'creyera y recordara, nítida y espontamente' otras supuestas vidas suyas, bajo el influjo infernal y sin la hipnosis. Significó un gran paso. 

Pero, aún, faltaba hacer algo más, frente a otras personas que por su ansiedad, necesitaban descubrir, si la tal esa reencarnación existía. El primer desarrollo de todas esta estrategia comenzaría alrededor de 4500-5000 a. C. a 1800 a. C. y el segundo desarrollo se afianzaría  entre los siglos VI y IV a. C. Con la expansión del Hinduismo y el Budismo.

La tercera parte de la estrategia comenzaría con los últimas dinastías Egipcias 525 a.C, del periodo grecorromano. En ellas podemos descubrir precedentes históricos del uso de técnicas similares a la hipnosis empleada en los llamados Templos Egipcios del Sueño.​ 

Y, la cuarta parte de la estrategia. No sería hasta mediados del siglo XVIII cuando se inicia el primer estudio sistemático de lo que suponía un estado psico-fisiológico especial que más tarde se conocería con el término de hipnosis. Franz Anton Mesmer, (1734-1815) doctorado en Medicina y Filosofía a sus 35 años en Viena, escribió su tesis doctoral titulada De planetarium Influxu, influenciada por las teorías de Paracelso sobre la interrelación entre los cuerpos celestes y el ser humano. Mesmer formuló la teoría del magnetismo animal que nos venía a decir que todo ser vivo irradia un tipo de energía similar o parecido al magnetismo físico de otros cuerpos y que puede transmitirse de unos seres a otros, llegando a tener una aplicación terapéutica.

Serían los discípulos del señor Mesmer y posteriores investigadores quienes determinarían que las "milagrosas" curaciones en los trances hipnóticos, llamados sueños magnéticos o mesmerismo hasta aquel entonces, se producían por una condición llamada sugestión. Un cirujano escocés llamado James Braid, (1795-1860) fue el primero en acuñar el término "hipnosis", enunciando una de las formas que lo explicaban: "la fijación sostenida de la mirada paraliza los centros nerviosos de los ojos y sus dependencias que, alterando el equilibrio del sistema nervioso, produce el fenómeno".

La hoja de ruta de la reencarnación ya esta lista. Faltaba que ya en pleno siglo XX 'alguien' con la ayuda de la hipnosis, comenzará con las tales regresiones, que los ángeles caídos ya tenían listas por millonadas. El Doctor Brian Weiss fue quien popularizó esta técnica. Es un médico y psiquiatra estadounidense, conocido por sus investigaciones sobre: la reencarnación, la regresión de vidas pasadas,​ la progresión en vidas futuras, y la supervivencia del alma humana después de la muerte física. Durante su práctica psiquiátrica, investigó y elaboró metodologías para trabajar la regresión.

Así que ya empieza a ejecutarse el plan del infierno. Hacer que por medio de la reencarnación, la hipnosis, la regresión y el apartarse del credo católico, millones de almas, se condenen por una eternidad infeliz. 

Y, es que hacer que alguien 'por ignorancia, orgullo y curiosidad' pierda el control de sí mismo por el poder de las palabras de un hipnotizador y que despierte al escuchar “un, dos, tres”, para después olvidarlo todo, es una imagen producto de la ficción. La hipnosis como algo sobrenatural no existe y este espectáculo está muy lejos del método aplicado por la psicología y la medicina. 

Esto defiende la Asociación para el Avance de la Hipnosis Experimental y Aplicada (AAHEA), agrupación que alerta de los perjuicios que tiene la farsa exhibida 'de la hipnosis regresiva' en las redes sociales, en la televisión, en la radio, en los teatros,  en los parques públicos, en los clubs,  en los pubs, circos, revistas o libros. Medios por los cuales los estafadores y ocultistas, ya tienen sus famas bien aseguradas y sus bolsillos repletos de mucho dinero. Observación y aclaración: A nadie y a ningún medio en particular, estamos señalando, con nombre propio. Lejos siempre esas figuras. No tenemos la última palabra.  Entonces, ¿la hipnosis: cuándo es real y cuándo es un timo, con todos los dramas que la acompañan en todas partes?  

Antonio Capafons, presidente del colectivo y catedrático del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia, aporta las claves para entender -qué es y qué no- esta técnica y para qué se utiliza.

Desde que surgiera, se ha mostrado continuamente en los escenarios de congresos, ferias y freak shows, atrayendo a las masas con su cara más espectacular: una persona en trance experimenta reacciones como si realmente le acontecieran y después no recuerda nada, u olvida que alguien le dio instrucciones para que actuara de una u otra manera.

Olvidar que alguien nos ha dado una información pero recordar qué se nos ha dicho se llama amnesia de fuente o criptomnesia. En realidad, la pérdida total de memoria le pasa a muy poca gente. La hipnosis funciona de forma similar al placebo, pero la sociedad la asocia con creencias muy fascinantes como el poder para controlar la mente que tiene lugar en obras fantásticas de Hollywood o en algunas series que se pasan por los canales streaming. Todo eso es falso, solo trucos para crear una ilusión. Normalmente, en las funciones hay ganchos entre el público conchabados con el hipnotizador", señala Capafons, en sus conferencias.

Todo lo que pueda conseguirse con la hipnosis se puede conseguir sin ella, avisa este experto. "Se trata de una especialidad con un recorrido histórico que ha otorgado a las psicoterapias modernas un lenguaje interdisciplinar entre los profesionales de la salud, creando mayor entendimiento para tratar problemas como el dolor o los trastornos psicológicos como la ansiedad y el recuerdo de vidas pasadas. Los mencionados teatros distorsionan la realidad de los avances en el campo de la neurociencia, psicología y medicina, y de la apuesta de las sociedades y los colegios profesionales por ponerla al servicio de las personas, no de audiencias o cuentas corrientes".

Todo lo que pueda conseguirse con la hipnosis se puede conseguir sin ella. En el mundo anglosajón, esta actividad se aplica en el campo clínico para tratar el dolor desde hace más de un siglo, aunque en España todavía se ignora como herramienta de intervención sanitaria: “Se busca provocar cambios que beneficien a la persona, que los percibe como si no hiciera esfuerzos para conseguirlos, aunque realmente los realiza sin darse cuenta. Muchos profesionales evitan dar el nombre de hipnosis a los procedimientos que usan y los venden como sofrología [otro conjunto de recursos de sugestión], visualización o práctica guiada. Deberían etiquetarse correctamente para evitar que el término se quede en manos de personas cuyas intenciones no pasan por alcanzar el beneficio del usuario”, observa Capafons.

Creer o no creer. Este método no consiste únicamente en hacer preguntas. Se trata de un conjunto de procedimientos muy variados, como los utilizados para la relajación, pero sin profundizar en ningún estado de la misma. De hecho, existe la hipnosis despierta, donde no se insta al sueño y a tranquilizarse, sino a la "actividad y la expansión mental. El individuo puede hablar fluidamente, caminar y realizar las tareas cotidianas, mientras experimenta las sugestiones hipnóticas" explica Capafons. La base del esquema del proceso consiste, según el presidente de AAEHA, en "evaluar primero las creencias que tiene la persona que va a ser tratada".

Tan peligroso es creer al impostor como el desconocimiento de las posibilidades terapéuticas que tiene su versión clínica, indica este especialista: “Uno de los riesgos es la creación de falsos recuerdos, haciendo pensar a la persona que puede acceder a vidas pasadas. Hay quien cree que ha recuperado memorias de cuando estaba en el útero, que se acuerda de haber sido abducido por extraterrestres o de momentos aciagos de su infancia que había bloqueado. Hay asociaciones de afectados en Reino Unido, Estados Unidos y Australia por este problema. Hablamos de algo muy grave, ya que en ciertas personas no es difícil generarlos". Muchos demandan hipnosis "porque la han visto en televisión o en el celular, y piensan que es muy rápida, mágica y sin esfuerzo. En cambio, otros la evitan porque no se creen que pueda ser una herramienta sanitaria", añade.

La sugestión puede reducir el dolor, aplacar el hambre o hacer que el tiempo pase más deprisa para pacientes en tratamientos médicos o psicológicos. “Antes de empezar la terapia, es necesario que el paciente entienda que él mismo tendrá el control de lo que suceda sin perder la conciencia (si lo hace, es porque se quedará dormido, aunque le pasa a muy poca gente)". Esta fórmula tiene como objetivo conocerse mejor a sí mismo, motivarse y tener más energía con el fin de implicarse en el tratamiento en el que esté inmerso. Al usuario se le enseña una serie de ejercicios que le permitirán salir de él cuando lo necesite. "Siempre es mejor que la propia persona se autohipnotice y esta tarea se refuerce con heterohipnosis, es decir, apoyo a cargo del buen, coherente y honesto terapeuta”, aconseja el catedrático.

“Existen intentos internacionales, por afanes lucrativos, para crear una profesión llamada hipnoterapeuta, partiendo de una formación con base científica insuficiente, o incluso ausente, en psicopatología que pretende sanar casi todo. Quien diga que así se cura desde un cáncer a una fibromialgia, depresión, tabaquismo o ansiedad nos está mintiendo, como los chamanes del siglo XIX”. Por sus posibles efectos adversos, Israel es el único país que prohíbe en su legislación la hipnosis como espectáculo.

Alivio, motivación y ahorro sanitario.  Este recurso puede contribuir a toda una gama de beneficios para aliviar las molestias habituales derivadas de diversas enfermedades: reducir el dolor, aplacar el hambre, tolerar sustancias desagradables, hacer que el tiempo pase más deprisa; dar tranquilidad, firmeza, seguridad, indiferencia o favorecer alternaciones emocionales o físicas importantes como, por ejemplo, que aquellas personas que experimentan mucho frío debido a problemas de circulación periférica, sientan más calor.

Ni complementaria ni sustitutoria. La eficacia en el ámbito clínico reside en actuar como coadyuvante (auxiliar) en el campo del dolor, en el oncológico, del colon irritable, de la cirugía o de la adicción al juego. “Cuanto más falible resulta es cuando se usa como única intervención. Solo para algunos casos de dolor y en algunas personas, una única sesión puede funcionar muy bien como el placebo, pero no es lo normal ni lo aconsejable. Debe formar parte de un tratamiento para incrementar su eficacia y eficiencia”.

En torno al 70-80% de las personas que combinan la intervención médico-psicológico con hipnosis muestra una respuesta positiva, cuenta el especialista. “Y es más eficiente en dos sentidos: ahorra esfuerzo y sufrimiento al paciente, permitiendo una mayor calidad de la intervención; y ahorra bastante dinero a la administración pública, en según qué intervenciones hospitalarias. En países como Estados Unidos, Australia e Israel se utiliza de forma regular en el ámbito sanitario”, concluye Capafons, Cfr.  Psicología - Hipnosis: cuándo es real y cuándo es un timo - El País (Bienestar) - Lic.Kristian Suleng - 25 de Mayo de 2016.


-PARTE XVI-



Tampoco podemos confundir los sueños con los recuerdos de las vidas pasadas. Durante los sueños o pesadillas nuestros cerebros estan funcionando en otras frecuencias o niveles de energía, que van ayudando a equilibrar, a relajar y a tonificar, todos los organos del cuerpo humano de forma extraordinaria. Y, estas experiencias oníricas 'nada' tienen que ver ni con los recuerdos de vidas pasadas y mucho menos con diversos fenómenos del mundo paranormal. 

Y, es precisamente en este 'mundo paranormal' cuando los enemigos del alma, cuerpo, mente y espíritu, ósea, los ángeles caídos, demonios y condenados en el infierno, donde hacen más de las suyas; contra todo el genero humano y sin consideración alguna. Ellos conocen de forma perfecta todo lo relacionado a la persona humana y a tal punto, que para poderlo manipular o influir a traves de los tiempos o eras de la historia de la humanidad, fueron tomando características, estas criaturas: de dioses, de ángeles de luz, de seres fantásticos, mitológicos o híbridos, de incubos o súcubos, de parástos astrales, de espectros en la oscuridad, de extraterrestres o alienígenas, arcontes, guías o maestros ascendidos, de guardianes y vigilantes. 

Todo un plan calculado que comenzó con la rebeldía de los ángeles en las moradas celestiales. Que continuo con la caída de Adán y Eva. Y, Seguidamente a seguido, a traves de toda la historia 'truculenta' del género humano, hasta el juicio universal. Y, no es un paradigma. Las mismas sagradas escrituras nos  enseñan esta realidad palpable y el Catecismo de la Iglesia Católica, lo recuerda:

"386 El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia.

"387 La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, [(la reencarnación y el karma)], etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente".

"391 Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800)".

"392 La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio" (1 Jn 3,8), "padre de la mentira" (Jn 8,44)".

"396 Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él, morirás sin remedio" (Gn 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y del mal" evoca simbólicamente el límite infranqueable que el hombre en cuanto criatura debe reconocer libremente y respetar con confianza. El hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que regulan el uso de la libertad".

"397 El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad".

"398 En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso "ser como Dios" (cf. Gn 3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (San Máximo el Confesor, Ambiguorum liber: PG 91, 1156C)".

"399 La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gn 3,9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf. Gn 3,5)".

"400 La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf. Gn 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida "a la servidumbre de la corrupción" (Rm 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se realizará: el hombre "volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf. Rm 5,12)".

"401 Desde este primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda el mundo: el fratricidio cometido por Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm 1,18-32); en la historia de Israel, el pecado se manifiesta frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la Alianza y como transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre los cristianos, el pecado se manifiesta de múltiples maneras (cf. 1 Co 1-6; Ap 2-3). La Escritura y la Tradición de la Iglesia no cesan de recordar la presencia y la universalidad del pecado en la historia del hombre: «Lo que la Revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas» (GS 13,1)".

"402 Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. San Pablo lo afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores" (Rm 5,19): "Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron..." (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo: "Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que da la vida" (Rm 5,18)".

"403 Siguiendo a san Pablo, la Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es "muerte del alma" (Concilio de Trento: DS 1512). Por esta certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados incluso a los niños que no han cometido pecado personal (cf. ibíd., DS 1514)".

"404 ¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes? Todo el género humano es en Adán sicut unum corpus unius hominis ("Como el cuerpo único de un único hombre") (Santo Tomás de Aquino, Quaestiones disputatae de malo, 4,1). Por esta "unidad del género humano", todos los hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo, la transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender plenamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido la santidad y la justicia originales no para él solo sino para toda la naturaleza humana: cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirán en un estado caído (cf. Concilio de Trento: DS 1511-1512). Es un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado "pecado" de manera análoga: es un pecado "contraído", "no cometido", un estado y no un acto".

"405 Aunque propio de cada uno (cf. ibíd., DS 1513), el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual".

"406 La doctrina de la Iglesia sobre la transmisión del pecado original fue precisada sobre todo en el siglo V, en particular bajo el impulso de la reflexión de san Agustín contra el pelagianismo, y en el siglo XVI, en oposición a la Reforma protestante. Pelagio sostenía que el hombre podía, por la fuerza natural de su voluntad libre, sin la ayuda necesaria de la gracia de Dios, llevar una vida moralmente buena: así reducía la influencia de la falta de Adán a la de un mal ejemplo. Los primeros reformadores protestantes, por el contrario, enseñaban que el hombre estaba radicalmente pervertido y su libertad anulada por el pecado de los orígenes; identificaban el pecado heredado por cada hombre con la tendencia al mal (concupiscentia), que sería insuperable. La Iglesia se pronunció especialmente sobre el sentido del dato revelado respecto al pecado original en el II Concilio de Orange en el año 529 (cf. Concilio de Orange II: DS 371-372) y en el Concilio de Trento, en el año 1546 (cf. Concilio de Trento: DS 1510-1516)".

"407 La doctrina sobre el pecado original —vinculada a la de la Redención de Cristo— proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original entraña "la servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo" (Concilio de Trento: DS 1511, cf. Hb 2,14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres".

"408 Las consecuencias del pecado original y de todos los pecados personales de los hombres confieren al mundo en su conjunto una condición pecadora, que puede ser designada con la expresión de san Juan: "el pecado del mundo" (Jn 1,29). Mediante esta expresión se significa también la influencia negativa que ejercen sobre las personas las situaciones comunitarias y las estructuras sociales que son fruto de los pecados de los hombres (cf. RP 16)".

"409 Esta situación dramática del mundo que "todo entero yace en poder del maligno" (1 Jn 5,19; cf. 1 P 5,8), hace de la vida del hombre un combate: «A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo (GS 37,2)".

"410 Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf. Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado "Protoevangelio", por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta".

"411 La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán" (cf. 1 Co 15,21-22.45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2,8) repara con sobreabundancia la desobediencia de Adán (cf. Rm 5,19-20). Por otra parte, numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el "protoevangelio" la madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha sido la que, la primera y de una manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: Bula Ineffabilis Deus: DS 2803) y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado (cf. Concilio de Trento: DS 1573)".

"412 Pero, ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? San León Magno responde: "La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio" (Sermones, 73,4: PL 54, 396). Y santo Tomás de Aquino: «Nada se opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después de pecado. Dios, en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las palabras de san Pablo: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20). Y en la bendición del Cirio Pascual: "¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!"» (S.Th., 3, q.1, a.3, ad 3: en el Pregón Pascual «Exultet» se recogen textos de santo Tomas de esta cita)".

 
-PARTE XVII-


San Agustín de Hipona, en su gran tratado del Espíritu y el Alma, nos dice lo siguiente y que vamos a tratar, de resumirlo e incorporarlo a este post interesante sobre la reencarnación. Según el santo doctor y obispo de la Iglesia Católica,  "el alma es una substancia dotada de razón apropiada para regir el cuerpo humano con todos sus atributos, en una sola existencia y no en varias existencias; el alma iluminada por la sabiduría de el "Espíritu Santo" ve su principio, se conoce a sí misma y entiende el gran inconveniente de buscar fuera de sí lo que puede encontrar en sí misma: a Dios, su Creador". 

"El alma es invisible. Pues de otro modo no sería capaz de comprender las cosas invisibles. Ve las cosas visibles mediante el cuerpo, las invisibles por sí misma y se ve en aquello que ve que ella es invisible".

La persona humana consta de dos substancias: del alma y del cuerpo humano. El alma con la razón, el cuerpo humano con todo su ADN, sus sentidos, sus organos, etc. A los que sin embargo 'el cuerpo humano' no imprime movimiento alguno sin la unión del alma; en cambio el alma sí retiene su ser racional sin el cuerpo humano.

El alma es racional, es concupiscible, e irascible. Por la racionalidad es capaz de ser iluminada por el paráclito para conocer algo tanto dentro de sí como sobre sí, en sí y junto a sí. El Universo entero creado. Ciertamente conoce a Dios, Uno y Trino sobre sí, a sí en sí, y al ángel junto a sí, y todo cuanto se contiene en las moradas celestes por debajo de sí. 

Por la concupiscibilidad y por la irascibilidad es capaz de apetecer y de rechazar algo, de amar y de odiar; y por eso de la racionalidad se origina toda la sensibilidad del alma, y toda afectividad sobre las cosas visibles e invisibles. 

Porque se distinguen cuatro clases de afecto: cuando gozamos ya de aquello que amamos, o esperamos gozarlo; cuando estamos dolidos ya por lo que odiamos o tenemos miedo de llegar a dolernos; y por eso de la concupiscibilidad proceden el gozo y la esperanza; y de la irascibilidad el dolor y el miedo.

El alma creada a semejanza de toda la sabiduría, lleva en sí misma la semejanza de todas las cosas; por lo cual el filósofo la definió también como semejanza de todas las cosas. Realmente tiene en sí las energías para captarlo todo; y cuando investiga, se muestra semejante a todas las cosas, siendo ella una sola.

El alma es capaz de todas cosas, porque por la racionalidad se encuentra capacitada para el conocimiento, y por la concupiscibilidad para la dilección. En efecto hay dos cosas en el alma, que son lo que el alma es, a saber: el sentido natural para conocerlo todo y discernir entre todo; y el afecto natural por el cual el alma ama todas las cosas por su orden y en su grado. 

Y tiene por naturaleza las facultades, como instrumentos para conocer y amar; pero el conocimiento de la verdad y el orden en el amor no lo tiene sino por la gracia. Puesto que la mente racional, que fue creada por Dios, como ha recibido su imagen así también el conocimiento y el amor. En efecto, los vasos que la Sabiduría creadora crea para que existan, la gracia adyuvante los llena, para que no estén vacíos, si hallare un operario esforzado.

El alma es substancia racional, intelectual, creada por Dios espiritual, no de la naturaleza de Dios, sino más bien su criatura de la nada, capaz de convertirse hacia el bien y hacia el mal. Y por eso en alguna manera es mortal, en cuanto que se cambia a peor, y puede alejarse de la voluntad de Dios, por cuya participación se hace buena; y en alguna manera es inmortal, porque no puede perder el sentido para que después de esta vida esté bien o mal: no el que por las obras hechas antes de la carne haya merecido que estuviese encarcelada en un organismo humano, como algunos han creído; sino que ni por eso el alma puede estar en la persona humana sin mancha de pecado, si no es liberada por Cristo. 

Pues el alma viene al cuerpo por voluntad de Dios, para que, si quiere obrar según sus mandatos, reciba el premio de la vida eterna y de la sociedad de los Ángeles no rebeldes: pero si los desprecia sufrirá penas justísimas y amarguísimas tanto de dolor continuo como de fuego eterno. No a traves de una interminable sucesión de vidas con una intransigente ley de karma.

En cuanto al nombre se llama alma porque anima el cuerpo para vivir, esto es, por vivificarlo. El espíritu es la misma alma por su naturaleza espiritual y porque respira en el cuerpo se le llama espíritu. Alma y espíritu son lo mismo en el hombre, aunque una cosa designe el espíritu y otra el alma. Pues se dice espíritu para la subsistencia, y alma para la vivificación. 

La esencia es la misma, distinta la propiedad. Pues uno y el mismo espíritu para sí mismo se llama espíritu, y para el cuerpo alma. Es espíritu en cuanto que la substancia racional está dotada de razón, y alma en cuanto que es la vida del cuerpo, de la que se dijo: Quien perdiere su alma por mí, la salvará, esto es, todo el que de buena gana despreciase por Dios esta vida que ahora por la vivificación del cuerpo temporalmente es mortal, recuperará en el futuro la misma vida del cuerpo, que no sólo la del alma, la vida eterna y la inmortalidad. 

Cierto que al alma humana, porque tiene ser en el cuerpo y fuera del cuerpo, se la puede llamar a la vez alma y espíritu: no que sean dos almas, la sensual y la racional, la una por la que el hombre vive y la otra por la que conoce, como algunos creen, sino que una y la misma alma vive en sí misma por el entendimiento, y da la vida al cuerpo por el sentido. En efecto, el cuerpo humano ni puede vivir ni nacer sin el alma racional; sin embargo vegeta, y se mueve y crece y recibe la forma humana en el útero, antes de que reciba el alma racional. 

Así como vemos que los brotes y las hierbas sin el alma se mueven y crecen. Aún más, la vida del alma es doble: una por la que vive en el cuerpo humano, y otra por la que vive en Dios. También hay dos sentidos en el hombre: uno interior, y otro exterior, y uno y otro tienen su bien en el que se sostiene. El sentido interior se rehace en la contemplación de la divinidad, el sentido exterior en la contemplación de la humanidad. 

Se dice espíritu de muchos modos. En efecto, Dios se dice Espíritu, y este aire y un hálito o soplo de aire que es recibido por el corazón y desde allí enviado por todo el cuerpo sostiene la vida de los mortales con el aliento necesario. Sin embargo, este espíritu no puede decirse con razón alma, porque se disuelve con la variedad del aire. Se dice espíritu el alma tanto del hombre como del animal. Se dice espíritu el alma racional, porque es una luz como el ojo del alma al que pertenece la imagen y el conocimiento de Dios. Ojo del alma es la mente pura de toda mancha del cuerpo, la razón es la mirada de la mente, la visión del entendimiento. 

Estas tres cosas son necesarias a toda alma: que tenga ojos sanos, que mire, que vea. Tiene ojos sanos, cuando está purgada y apartada de la concupiscencia de las cosas mortales. Mira, cuando fija los ojos de la contemplación en la luz de Dios. Ve, cuando en la contemplación observa cuántos son los gozos, cuánta la alegría, cuánta la seguridad, cuánta la serenidad y cuánta la amenidad. La sanidad la hace segura, la mirada la hace recta, la visión feliz. 

En efecto, cuando el alma estuviere fuera libre de toda escoria y limpia de manchas, entonces por fin se posee a sí en sí misma con grandísimo contento y nada la atemoriza ni la angustia cosa alguna por culpa suya; y entonces con cierta confianza maravillosa e increíble corre hacia Dios, es decir, a la misma contemplación de la verdad, ya que la misma visión de Dios, que es el fin de la mirada, sigue a la mirada recta. De este modo el alma primero es sanada, sanada es introducida, introducida es restaurada.

El espíritu es también cierta energía del alma, inferior a la mente, donde se dan a entender las semejanzas de las cosas corporales. Este espíritu no es cuerpo, sino semejante al cuerpo. Porque las cosas que ve el espíritu no son corporales, sino semejantes a las corporales. Ya que el rostro del hombre no es conocido por fuera y en nuestra memoria tiene su imagen, sin duda incorpórea, pero semejante al cuerpo. También la belleza admirable de este mundo está presente en nosotros por fuera, y en nuestra memoria tiene su imagen sin duda incorpórea, pero semejante al cuerpo, a la cual recurrimos cuando la pensamos con los ojos cerrados. 

Porque lo que para el sentido del cuerpo es cualquier cuerpo local, eso es para la agudeza del alma la semejanza del cuerpo en la memoria; y lo que es la intención de la voluntad para el cuerpo visto, y para unir la visión, eso es la misma intención de la voluntad para unir la imagen del cuerpo que está en la memoria, y en la visión del que piensa. Ese espíritu se dice hecho a imagen y semejanza de Dios, en el cual está el conocimiento de la verdad y el amor de la virtud. 

La imagen sin duda está en el conocimiento y la semejanza en el amor. La imagen por ser racional; y la semejanza por ser espiritual. Por cierto, se adhiere a la verdad sin ninguna sustancia interpuesta. La luz de nuestra razón por la cual razonamos, entendemos y sabemos, la llamamos espíritu, y a este espíritu el Apóstol lo llama mente, cuando dice: renovaos con el espíritu de vuestra mente, es decir, con la mente, porque el espíritu de la mente no es otra cosa que la mente: como el cuerpo de la carne, no es otra cosa que la carne.

La luz de la razón y del entendimiento con la que razonamos, entendemos y sabemos, la llamamos mente, que fue creada a imagen de Dios de tal manera que ninguna naturaleza interpuesta es formada por la misma verdad. Pues la mente por eso se dice que sobresale en el alma; puesto que la energía del alma, de la cual procede la inteligencia, es más excelente. Efectivamente, por la inteligencia entiende la misma verdad y ama por la sabiduría. Porque la sabiduría es el amor del bien o el sabor del bien, y así se llama sabiduría, de sabor. La visión de la mente es la inteligencia, el gusto es la sabiduría, aquélla contempla, ésta deleita.

La razón es una energía del alma que percibe la naturaleza de las cosas corpóreas, las formas, las diferencias, las cosas propias y los accidentes: todas las cosas incorpóreas, pero no fuera de los cuerpos solamente, a no ser las que subsisten por la razón. Pues abstrae de los cuerpos las cosas que se fundan en los cuerpos, no por la acción, sino por la consideración. Porque la naturaleza del mismo cuerpo según la cual todo cuerpo es cuerpo no es por cierto un cuerpo. El entendimiento es esa energía del alma que percibe las cosas invisibles, como los ángeles, los demonios, las almas y todo espíritu creado.
 
La inteligencia es esa energía del alma, que inmediatamente se somete a Dios: puesto que mira al mismo como Verdad suma y verdaderamente inmutable. Por tanto el alma percibe los cuerpos por el sentido, las semejanzas de los cuerpos por la imaginación, las naturalezas de los cuerpos por la razón, al espíritu creado por el entendimiento, al espíritu increado por la inteligencia.

Y cuanto el sentido percibe, lo representa la imaginación, lo forma el pensamiento, lo investiga el ingenio, lo juzga la razón, lo guarda la memoria, el entendimiento lo separa, la inteligencia lo comprende, y lo acerca a la meditación, ya la contemplación. El ingenio es esa energía del alma, o intención, por la que el alma se extiende y ejercita en el conocimiento de las cosas desconocidas.

Puesto que el ingenio escudriña lo incógnito, la razón discierne las cosas encontradas, la memoria guarda las cosas juzgadas, y ofrece lo que todavía ha de ser juzgado. De este modo se realiza el ascenso desde las cosas inferiores a las más elevadas. Puesto que el entendimiento es imagen y semejanza de la inteligencia, la razón lo es del entendimiento, lo fantástico de la razón lo es del espíritu, al que aun hasta el supremo cuerpo del cuerpo, esto es, el fuego, se une por cierta semejanza, y al fuego el aire, y al aire el agua, y al agua la tierra.

El sentido da forma a la imaginación, la imaginación a la razón, y la razón hace la ciencia y prudencia. La prudencia divina, acudiendo de nuevo a la razón, la informa y la hace inteligencia y sabiduría. Así hay en la razón algo que se orienta a lo superior y celestial, y esto se llama sabiduría; como también hay algo que mira a lo transitorio y a lo caduco, y eso se llama prudencia. 

Estas dos son procedentes de la razón y se fundan en la razón. También la razón se divide en dos, a saber, hacia arriba y hacia abajo: por arriba hacia la sabiduría; por abajo hacia la prudencia; algo así como en varón y mujer; en cuanto a que varón sea superior y rija; y mujer sea inferior y regida. Porque está dicho: Es mejor la rudeza del varón que la mujer indulgente. Puesto que es mejor el que, encendido por el deseo celestial, aflige a la carne negándole hasta cosas necesarias, que quien, disipado por el afecto carnal, lucha para satisfacerlo por medio de todo lo que es comodidad.


-PARTE XVIII-


El alma es espíritu intelectual, racional, siempre viviente, siempre en movimiento, capaz de una voluntad buena y mala; según la benignidad del Creador, y según el oficio de su obrar, es nombrada con nombres diversos. Efectivamente se llama alma, en cuanto vegeta; espíritu, en cuanto contempla; sentido, en cuanto siente; principio vital, en cuanto vivifica; mente, en cuanto entiende; razón, en cuanto discierne; memoria, en cuanto recuerda; voluntad, en cuanto consiente. Todos esos aspectos no se diferencian en la substancia, como se diferencian en los nombres; porque todo esto es un alma sola: cierto que las propiedades son diversas, pero la esencia es una. 

Tanto el alma es una sola, como también solo existe un cuerpo humano único. No un alma, con la que Dios juega con ella, como sacandola y metiendola, en varios cuerpos humanos. Una y otra vez, con deseos impulsivos, en cada existencia. Este es uno de los tantos absurdos de la reencarnación.

Bien. Entre el espíritu y el alma puede haber diferencia, porque toda alma es espíritu, pero no todo espíritu es alma. Las acciones del alma son dobles. Porque con un criterio se dirige hacia Dios, y con otro se inclina hacia la carne. Y se inclina así: siendo sutil e invisible, no puede ser vista, pero se extiende y manifiesta por sus potencias. Por medio de la concupiscibilidad apetece, por la irascibilidad desprecia, por la racionalidad discierne entre una y otra cosa. Toda la esencia del alma consiste en esas potencias suyas, ni se divide en partes, siendo simple e individual; y si alguna vez se dice que tiene partes, se ha de entender más bien por razón de la semejanza que por la verdad de la composición.

El alma es una substancia simple, ni otra cosa ni menos es la razón en la substancia que el alma; ni otra cosa ni menos es la irascibilidad y la concupiscibilidad que el alma; siempre una y la misma substancia, que, según las diversas potencias, obtiene vocablos diversos. Tiene estas potencias antes de que se una al cuerpo. Porque le son naturales, y no son otra cosa que ella misma. Cierto que toda la substancia del alma plena y perfecta consiste en estas tres potencias, esto es, en la racionalidad, en la concupiscibilidad y en la irascibilidad, como con cierta trinidad; y esta trinidad interna está en cierta unicidad del alma, y es la misma alma.

Dios es todas sus cosas, y el alma algunas suyas. Puesto que tiene las cosas naturales y el alma misma es todas. Sus potencias y energías son lo mismo que ella. Tiene accidentes, y ella no lo es. Ella es sus energías, sus virtudes, pero no son ella. Porque ella no es su prudencia, su templanza, su fortaleza, su justicia. Las potencias del alma son la racionalidad, la concupiscibilidad, la irascibilidad. Las energías son el sentido, la imaginación, la razón, la memoria, el entendimiento, la inteligencia. Con todo, las potencias pueden llamarse energías y las energías potencias.

El alma se une al cuerpo con algunos afectos y alguna amistad, según la cual nadie tiene odio a su propio organismo, compuesto en su 99% de cuatro elementos químicos: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. Además este maravilloso cuerpo humano, posee, al menos cincuenta billones de células. Éstas se agrupan en tejidos, los cuales se organizan en órganos, y éstos en ocho aparatos o sistemas: locomotor (muscular y óseo), respiratorio, digestivo, excretor, circulatorio, endocrino, nervioso y reproductor.

El alma asociada a este único organismo con todos sus atributos, aunque apegada por su compañía, sin embargo, lo ama por su condición inefable; ama este encierro especial, y por eso no puede ser libre. La afectan vehementemente sus dolores. Teme la muerte, ella que no puede morir. Teme la desaparición, ella que no puede desaparecer. Se alimenta con la mirada de los ojos, se deleita con las noticias sonoras, se goza con los olores suavísimos, se refocila con los festines suculentos. 

Y, aunque ella misma en modo alguno use de esas cosas, sin embargo, se aflige con tristeza grave cuando le son substraídas. De aquí que muchas veces se agazapen también los vicios contrarios a la razón, cuando el alma, cediendo al querido cuerpo más de lo justo, se reconoce haber dado lugar al pecado. 

Por medio de los sentidos el alma llega a mover y vivificar el cuerpo. En efecto, son nueve las puertas en el cuerpo humano por las que según la natural disposición influye y efluye todo, mediante lo cual el cuerpo mismo es vegetado y es regido. Hay también algunas cosas semejantes a los dos, a saber, lo supremo del cuerpo y lo más ínfimo del espíritu, en lo cual sin confusión de naturalezas pueden fácilmente unirse con unión personal.

Pues las cosas semejantes se gozan con las cosas semejantes. Así el alma, que verdaderamente es espíritu, y este organismo que verdaderamente es cuerpo humano, se unen convenientemente en sus extremos, esto es, en lo fantástico del alma, que no es cuerpo sino semejante al cuerpo, y por la sensualidad de la carne, que apenas es corpóreo, porque no puede hacerse sin el alma. 

En efecto, como lo supremo del alma, es decir, la inteligencia y la mente, lleva encima la imagen, y, la semejanza de su superior, es decir, de Dios, de quien también pudo ser administradora suya, y que, cuando El quiso, fue tomada para la unión personal sin mutación alguna de la naturaleza; de este modo lo superior del organismo humano, esto es, la sensibilidad del alma, que porta la semejanza para la unión personal, puede recibir su esencia. 

Nada de esto es de extrañar, cuando hasta en el sentido y en la memoria del animal hay una imitación de la racionalidad, y en el apetito de la voluntad, también de la reprobación en todo lo que rehúye. En efecto, el espíritu corpóreo, que por cierto es verdadero cuerpo y con el sentido corporal discierne entre muchas cosas, y elige por la fuerza de la concupiscibilidad y reprueba por la naturaleza de la irascibilidad. 

Puesto que la vida corpórea tiene algunos grados de crecimiento por los cuales progresa hasta la imagen de la vida suma. Porque el primer grado de la vida corpórea es la sensibilización. El segundo, la imaginación que entra por medio del sentido. El tercero, la memoria de los conceptos por medio de la imaginación. El cuarto, según las pasiones de los sentidos, cierta providencia sin la discreción de la inteligencia, en la cual, por cierto, hay como una imagen de la razón, sin que sea razón alguna. En todos estos grados la vida corporal imita la vida espiritual. 

En primer lugar, porque siente; en segundo lugar, porque concibe el sentido; en tercer lugar, porque retiene lo concebido; en cuarto lugar, porque, tanto en las imaginaciones, como en los sentidos, según cierto parecido de la razón, se inclina bien a apetecer, bien a huir.

En cambio, son muy convenientes los medios del cuerpo humano y del alma: la sensualidad de la carne, que sobre todo es fuego; y lo fantástico del espíritu que se dice vigor ígneo. Por eso, hablando de las almas, ha dicho alguien: "hierven las ollas por el fuego y su origen es celeste".

La teoría reencarnacionista lo explica todo de forma confusa y se aleja practicamente de la concepción cristiana sobre el cuerpo humano y el alma humana. Lo va explicando con el cuerpo físico y el cuerpo etérico. Ella de forma sutil mezcla toda una gama de presupuestos, de evidencias o procesos evolutivos, que hacen ver al cuerpo humano y a traves de muchas existencias, como si se tratara de un embase desechable, que ocupa el alma 'no una vez', sino, varias veces. Todo como que empacada o encerrada al vacío el alma.

Según el reencarnaciomismo el cuerpo físico le permite a la persona humana expresarse en el mundo físico. Está construido a partir de células, moléculas y átomos, y necesita de agua, oxigeno y alimentos para sobrevivir. Es el más cristalizado de todos los cuerpos, y el más denso de la naturaleza. El cuerpo físico es masculino o femenino, y esta polaridad juega un papel inmenso en la vida de cada persona a traves de cada existencia suya y como si se tratara de todo un aprendizaje de primaria, secundaria, semestre de universidad, de especialización o de doctorado. No importa si los gana o los pierde. Todo vale. 

El reencarnacionismo asegura que el cuerpo físico es el punto de anclaje para que el Ser Superior de cada persona explore el misterio de su ser dentro de lo físico. Es altamente susceptible a la programación transmitida a través del tacto durante varios minutos después del nacimiento. Contiene los recuerdos de esta y otras vidas.  Son las experiencias y novedades las que cuentan en cada existencia de cada persona. 

El cuerpo físico se mantiene vivo y estructurado por el cuerpo etérico. El cuerpo etérico a menudo se ve como un cuerpo separado, pero en realidad es una plantilla, una matriz para el cuerpo físico. Los átomos físicos, las moléculas y las células se organizan según la estructura del cuerpo etéreo. La matriz etérea parece una red de líneas de energía, como fibras de luz que atraen la materia física y la organizan en un cuerpo físico. Puedes decir que el cuerpo físico es un duplicado del cuerpo etéreo. 

En animales primitivos, como las salamandras, la habilidad de que una parte de su cuerpo crezca aunque este cortada permanece durante toda su vida. Crecerán una nueva extremidad, o cola, fácilmente gracias a las células que se estructuran según su cuerpo etérico. 

En los planos de la existencia, el cuerpo etérico es responsable del dolor de las llamadas extremidades fantasmas. Ha sido un misterio médico durante mucho tiempo, que cuando se amputa una extremidad, el paciente sentirá dolor en esta extremidad aunque en realidad ya no exista. El dolor es a menudo duradero. Aunque la extremidad física se ha ido, la contraparte etérea todavía está allí. La extirpación quirúrgica de esa extremidad creó un inmenso trauma en el cuerpo. En circunstancias normales, los traumas se asientan en los músculos, creando espasmos musculares que a su vez crean dolor. Como el cuerpo físico en sí mismo es inerte, el trauma siempre ocurre en el nivel del cuerpo etéreo, que transmitirá el trauma al cuerpo físico, principalmente a los músculos. 

En el caso de una extremidad amputada, el trauma todavía está en la contraparte etérea de esa extremidad y, por lo tanto, se siente dolor. Simplemente no tiene la capacidad de expresarse en el nivel físico. Las personas han eliminado con éxito este dolor «fantasma» mediante métodos de relajación, hipnosis y trabajo energético. 

Aunque el cuerpo físico puede perder partes o puede deformarse durante el transcurso de la vida, el cuerpo etérico siempre permanece igual. El único cambio que le puede pasar al cuerpo etérico es la restricción del flujo de energía a través de sus fibras (también llamadas nadis). Esto dará lugar a dolencias y enfermedades en el cuerpo físico. Cuando los karmas se ‘eliminen’, o se levante la constricción de ellos mediante la curación energética o la ayuda del dharma, las dolencias físicas o enfermedades desaparecerán.

El cuerpo etérico absorbe los pranas solares y lunares (energías sutiles) y los transforma en las energías vitales necesarias para el cuerpo físico. Mantienen el cuerpo físico no solo vivo sino también saludable. 
El cuerpo físico, como está compuesto de materia física, es en sí mismo inerte. Es a través del cuerpo etérico que sentimos dolor, sufrimiento, hambre, sed y otras comodidades o molestias "físicas".  


-PARTE XIX-


Para el reencarnacionismo todo es espontaneo en el cuerpo humano y el alma humana. Todo es una novedad y un aprendizaje, en cada existencia, para el alma. Hay que curiosear y experimentar todo lo de la creación de forma física, para aprovechar de forma sabrosa cada existencia. 

El reencarnacionismo hace mención de el cuerpo astral. Que es el cuerpo que nos permite experimentar emociones, lujuria, instintos, deseos, recuerdos, traumas, depresiones, etc. Este no tiene órganos, aunque adquiere una forma similar al cuerpo físico. Se compone de pequeñas partículas astrales que están en constante movimiento. El cuerpo astral toma estas partículas astrales de su entorno astral y luego las ‘exhala’ nuevamente. El astral puede tomar cualquier forma, pero generalmente toma la forma del cuerpo físico de la presente o última encarnación a medida que la conciencia se ha acostumbrado a identificarse con esta forma. Se llama cuerpo ‘astral’ porque brilla como las estrellas cuando se observa clarividentemente.

Seguidamente aparecen el cuerpo mental y casual. El cuerpo mental es el que permite la experiencia de los pensamientos y de los procesos racionales de cada persona. El intelecto. Todavía tiene una forma, pero no necesariamente una forma humana. Su forma es abstracta y geométrica, aunque puede adoptar una forma física aparente para hacerse reconocible en los niveles inferiores de cada existencia. 

En los planos de la existencia, el cuerpo mental no puede pensar por sí mismo, ya que no tiene conciencia por sí mismo. Es más como un cuerpo automático que almacena información y transfiere lo que recibe. Este cuerpo se divide en dos. El cuerpo mental inferior: que es el asiento del pensamiento práctico.

El cuerpo mental superior, también llamado Cuerpo causal: que es el nivel del pensamiento abstracto y que contiene las causas de todo lo que se manifiesta en los cuerpos y mundos inferiores. Contiene el conocimiento de todas las encarnaciones pasadas y presentes, y las raíces y posibilidades de futuras encarnaciones. Es la puerta de entrada al conocimiento universal y al desarrollo espiritual. Aunque algunos autores hacen una distinción entre el cuerpo causal y el cuerpo espiritual, probablemente haya uno y el mismo. 

Nótese cómo los rencarnacionistas no saben sostener estas tesis sin ningún rigor científico y espiritual. Es que la reencarnación bloquea la razón y obstruye la fe con todos estos 'supuestos o dizque' cuerpos.  El rigor científico sucumbe en un mar de vaguedades y en una feria desechable de vanidades.

Para los reencarnacionistas cada persona, con cada existencia, que va teniendo, su ser, su ente o su Yo Soy, como ellos lo describen, va conectado también a estos 'siete cuerpos'. Ósea, forman o arman de forma mecánica, toda una telaraña existencial, que ni ellos mismos, la pueden ni entender, explicar o desenredar. 

Finalmente los reencarnacionistas hacen énfasis en el cuerpo espiritual y el cuerpo mental espiritual. Para ellos el cuerpo espiritual le permite a cada persona experimentar las formas más elevadas de manifestación humana. Podríamos llamarlo como cuerpo cósmico y está cerca del reino divino.

No es un cuerpo real ya que no está sujeto a la forma. En este nivel, el ego deja de existir. Uno está libre de dualidad y sus construcciones. Aquí está la experiencia de la unidad con todo lo que existe. El cuerpo espiritual de los planos de la existencia sabe todas las cosas, vive con la máxima pureza y reúne el verdadero conocimiento divino. Su energía vivifica y nutre todos los demás cuerpos de la persona humana.

Existen dos partes dentro del cuerpo espiritual. El Cuerpo mental espiritual es donde reside la información y detalles sobre nuestro plan para esta vida. Cuando se logra el acceso a este cuerpo, comenzamos a ver desde una perspectiva cósmica. Comenzamos a ver la inocencia y el valor de cada vida, ya que refleja al Infinito lo que es o lo que no es. Vemos que no hay culpa, por lo que todo juicio se disuelve sin esfuerzo. 

El Cuerpo espiritual son trillones de pequeñas fibras de luz que irradian en todas las direcciones desde el centro de la fuerza vital. Cada criatura viviente dentro de la Creación tiene una banda de conciencia entre estas fibras de luz dentro de nuestro cuerpo espiritual. Por eso somos el microcosmos y hacemos parte de un macrocosmos y así sucesivamente, hasta alcanzar la mente universal, como dioses y ya por fin, poder conocer 'el gran arquitecto' de todo el universo, sin obstáculo alguno. 

Este es el cuerpo que los ángeles caídos, los demonios, los condenados, los chamanes, los ocultistas, las brujas, los satánicos usan para poder cambiar de forma a animales u otras formas. Además, utilizan este cuerpo para acceder a realidades paralelas. Mueven un punto de iluminación llamado punto de ensamblaje. Se encuentra a un brazo de distancia detrás del corazón, y un poco a la derecha. Este cuerpo es un campo lineal que se irradia desde el centro hasta un brazo del cuerpo físico.


-PARTE XX-


Pero continúa el laberinto de los reencarnocionistas. Como si fuera poco 'cuentan' también con unas esferas de la existencia. Como la persona humana tiene cuerpos diferentes dentro los planos de la existencia, cada cuerpo pertenece a una esfera particular de existencia o mundo. 

Todos los cuerpos humanos funcionan constantemente, tanto si las personas son conscientes de ellos como si no. Durante el día, la conciencia se centra en el cuerpo físico y el mundo material. Por la noche, cuando el cuerpo físico descansa, la conciencia se retira y cambia al nivel onírico para moverse en otros plano de existencia o dimensiones. Ocasionalmente puede tener una corta visita al mundo mental o conversar con otros seres no físicos propiamente.  

En este fin de los tiempos se ha prestado mucha atención a las llamadas experiencias cercanas a la muerte. Las personas mueren, salen de sus cuerpos físicos y tienen ciertas experiencias 'estando fuera del cuerpo físico' que pudieron contar cuando volvieron a la vida física o terrenal.

Incluso. Existe otro grupo de personas que pueden cambiar deliberadamente su conciencia a otras frecuencias del cerebro humano y alcanzar experiencias parecidas, mientras permanecen conscientes y como que quedan libres de las ataduras del cuerpo humano. Otros, como que no están conscientes y ubican las mismas experiencias 'extra-corporeas' con la paralisis del sueño, las abducciones y las apariciones de espectros. La mayoría dice que de repente abandonan su cuerpo físico y ven su nueva condición como estando fuera de él levitando, traspasando paredes, presenciando algunas escenas del futuro o verse como volando como las aves y a una velocidad asombrosa. 

Pareciera que el mundo físico 'no' es solo la residencia de seres físicos como los humanos, sino que hay muchos seres no físicos que viven y trabajan como en otros universos paralelos o conviven entre nosotros y de forma invisible. Como que el más allá tiene diversos niveles, lugares o moradas. Como que la luz del más allá es mucho más radiante y no es como la que conocemos en el mundo físico.  Como que el tiempo y el espacio tampoco son los mismos que los que conocemos en el mundo físico, son diferentes. Como que todo en el más allá, no es un duplicado, a lo que las personas humanas están acostumbradas a ver en el plano físico.

Es cierto que muchas dicen ver y conversar con seres de luz. Familiares, amigos y conocidos fallecidos. Observar paisajes, flores, árboles, lagos, edificios impensables. Los reencarnacionistas dicen que esos ambientes extraordinarios en el más allá son creados por el mismo ser humano 'con sus hábitos y mente' exaltada en sus creencias o dogmas  y manipulados por seres interdimensionales que mantienen al genero humano, enfrascado en una especie de matrix virtual, dividida en dos partes, un cielo e infierno temporal.  Todo un panorama bastante lejos de lo que ha enseñado el magisterio de la Iglesia Universal a traves de los siglos y que esta resumido en el credo católico y que es totalmente antagónico al absurdo reencarnacionismo.

Asi que, "continua explicandonos", San Agustín, que "la persona humana consta de un cuerpo físico y del alma, y una y otra tienen su propio bien, en el cual se goza y exulta. El bien del alma es Dios, con la afluencia de su dulzura. El bien del cuerpo humano es el mundo con la falacia de su placer. Pero este mundo es exterior, en tanto que Dios es interior. Pues nada hay más interior que Él, y nada más presente que Él. Él es más interior que todas las cosas, porque en Él están todas las cosas; y es también más exterior que todo, porque Él está sobre todas las cosas". 

Luego debemos pasar de este mundo, volviéndonos a Dios, y como ascendiendo desde lo profundo hasta arriba por nosotros mismos. Porque el ascender hacia Dios es ya entrar en sí mismos; y no sólo entrar en sí, sino por cierto modo inefable desde las cosas Íntimas trascender a sí mismos. Porque, quien entrando en sí mismo y penetrando intrínsecamente se trasciende a sí mismo, ése asciende de veras a Dios.  

Siendo el alma incorpórea, por su naturaleza más sutil que la de su cuerpo, esto es, por medio del fuego y del aire, que también en este mundo son cuerpos excelentes y por eso mucho más semejantes al espíritu, administra el cuerpo. Y estos elementos superiores reciben aquí los movimientos del alma vivificante, porque están más próximos a la naturaleza incorpórea que el humor y la tierra, para que toda la materia sea administrada por el ministerio próximo de ellos. Ningún sentido hay sin estos dos elementos, bien en el cuerpo, o si se prefiere en el movimiento espontáneo del cuerpo por el alma. 

En efecto, el fuego y el aire, que son ligeros, mueven el agua y la tierra que son pesados. Por lo tanto, vemos que los cuerpos son movidos también después del alejamiento del alma; porque el fuego y el aire, estos dos son retenidos por medio de la presencia del alma en el cuerpo terreno y húmedo, para que se realice el equilibrio de todos los cuatro elementos, después de la salida de la misma alma, hasta que escapan a lo alto, y se liberan.

En cuanto a la composición del cuerpo está hecho así. El cuerpo consta de miembros serviciales, los miembros serviciales de miembros semejantes, los miembros semejantes constan de humores, los humores proceden de los alimentos, los alimentos de los elementos; pero nada de éstos es el alma, aunque actúa en ellos como en órganos, y por medio de ellos atiende al cuerpo y a esa vida por la cual el hombre fue creado alma viviente. Todo esto, cuando está bien moderado y ordenado, ayuda a la vivificación, que el alma nunca abandona. 

En cambio si todo eso fuere destemplado y confuso, el alma, bien a pesar suyo, se va, llevándose consigo todo, a saber: el sentido, la imaginación, la razón, el entendimiento, la inteligencia, la concupiscibilidad, y la irascibilidad; y por estas cosas, según los méritos, queda dispuesta para el gozo o el dolor. En cuanto al cuerpo, que era primero Íntegro como un órgano bien templado y dispuesto para contener en sí la melodía musical, y hacerla resonar al tacto, hasta entonces fraccionada e inútil, se extiende ya de frente a frente. 

Y el alma, recurriendo con las partes de los elementos a sus regiones, sin tener donde ejercitar sus capacidades, descansa por fin de esos movimientos, con los que movía al cuerpo por los lugares y el tiempo; y ella misma es movida en el tiempo y el espacio, porque, aunque haya perecido el órgano, pero no ha perecido la melodía, ni tampoco lo que movía el órgano. El alma, puesta entre Dios y el cuerpo, se mueve temporalmente, bien rememorando lo que había olvidado, bien aprendiendo lo que ignoraba, bien queriendo lo que no quería; pero no se mueve localmente, porque no se estira por espacios de lugar alguno. En cuanto a Dios no necesita del cuerpo para ser; ni de lugar para ubicarse; ni del tiempo para temporizar, ni de una causa para existir; ni de forma alguna para ser algo; ni de género alguno de sujeto en que subsistir, o a quien asista.

El alma tiene una naturaleza propia más excelente que todos esos elementos de la mole mundana, la cual no podría pensarse verdaderamente con la fantasía, de las imágenes corporales que percibimos por los sentidos de la carne; pero sí puede ser entendida con la mente, y sentida con la vida. Puede ser entendida, no puede ser sentida. En efecto, no sólo hay cuerpo, Dios, vida sin sentido como en los árboles; y vida sin mente racional, como en los animales; sino también vida y vida perpetua. Ahora ciertamente menor que la de los ángeles, y la futura como la de los ángeles, si viviere según el precepto de su Creador.

El alma vivifica el cuerpo con su presencia, y está unida a él de tal manera que aunque quiera ni puede separarse de él ni retenerse en él, cuando oyere el mandato de su Creador. Puesto que la vida del cuerpo se sostiene en la vida del alma, y la muerte del alma proviene de la muerte del cuerpo. Pues así como el alma con su vida hace a la carne viviente, y al animarla la irriga de la fuente de su naturaleza, así la carne por la corruptela de su materia mata al alma, cuando se enreda con deseos ilícitos. Y, aunque una naturaleza sea vencida, que venza la otra naturaleza, y así las dos pasan a la naturaleza vencedora, esto es: o que el alma con sus virtudes vuelva a la carne espiritual, o que la carne vencedora haga al alma carnal. 

Con todo, el alma no puede tener nada de la muerte, a no ser que le sea contagiado por medio de los vicios; ni la carne puede retener algo de la vida, a no ser que fuera informada por el alma; como tampoco la primera puede pasar a la naturaleza de la segunda, a no ser que aquélla fuese contagiada por los vicios o ésta estuviese ayuna de virtudes. El alma se caracteriza por la razón con la cual se aplica las artes magníficas, y se instruye con disciplinas eximias para que conozca las cosas divinas y administre las cosas humanas; de este modo supera con dignidad a los demás animales, por cuanto es substancia racional. 

Propiamente esto es el alma, a saber, substancia racional, que es decir espíritu racional. El alma es inmortal, de modo que no parezca que discrepa de la semejanza de su Creador. Porque no podría ser imagen y semejanza de Dios, si todo terminara con la muerte. Así pues, es inmortal según cierta manera de vida que en modo alguno puede perder. Pero también es mortal según cierta mutabilidad, por la cual puede hacerse mejor o peor. Y como es mortal, cuando pierde la vida feliz, aunque no pueda perder el vivir miserablemente, en este sentido es corpórea con respecto a Dios incorpóreo. Porque nada invisible e incorpóreo por naturaleza hay que creer fuera de solo Dios, esto es, el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo. 

El cual por eso se dice incorpóreo e invisible, porque es infinito e incircunscripto, simple y de todos modos auto suficiente, que se contiene en sí mismo, y siempre. Estando en todas partes se reconoce que en sí mismo es invisible e incorpóreo. En cambio toda criatura racional es corpórea, los ángeles y todas las virtudes son corpóreas, aunque no subsistan con la carne. En efecto, por eso decimos que las naturalezas intelectuales son corpóreas, por estar circunscritas localmente; así como también el alma humana que está encerrada en la carne, por lo cual puede decirse, tanto que está en un lugar, como que es local: en un lugar, porque está presente aquí o en un lugar; local, porque está presente en algún lugar del todo, y no lo está en otro. 

Sin embargo no tiene dimensión corporal, ni circunscripción corporal; porque carece de cantidad corporal. Porque está encerrada en un lugar por la presencia y por la operación, se dice también que ella misma es local: con todo, no lo es como el cuerpo, al cual se le asigna según el lugar un principio, un medio y un fin. Pero en relación a la naturaleza incorpórea, que es sumamente inmutable con los sitios, el alma es corpórea: porque ella no es algo semejante; que ni está fija ni se mueve por espacios locales, de manera que ocupe lugar mayor con la parte mayor de sí, y más pequeño con la parte más pequeña, y menor con una parte de sí que con el todo. 

En realidad está toda a la vez por todas las partículas del cuerpo, ni menor en las menores, ni mayor en las mayores. Sin embargo, en algunas partes con mayor intensidad, y en otras más suavemente, y en todas y en cada una está del todo. Pues como Dios está en todas partes, todo en todo el mundo y en todas sus criaturas, así el alma está en todas partes del todo en todo su cuerpo, como en cierto mundo suyo; aunque con mayor intensidad en el corazón y en el cerebro, a la manera como se dice que Dios está principalmente en el cielo.

El alma es invisible e incorpórea; pues, si fuese visible, sería corpórea, y si fuese corpórea, sería divisible, y tendría partes, ni podría estar toda a la vez en un lugar. Porque ningún cuerpo ni puede ser tocado todo a la vez, ni él a la vez puede tocarlo todo. En cambio el alma en cualesquiera de sus movimientos y actos está toda a la vez. 

Toda ve, y toda recuerda lo visto; toda oye, y toda recuerda los sonidos; toda huele, y toda recuerda los olores; toda gusta, y distingue por la lengua y el paladar los sabores; toda toca la cosas duras y suaves; toda aprueba o reprueba a la vez. Pero lo caliente y lo frío lo distingue toda con cualquier sentido en general. Toda es vista; toda es oídos; toda recuerda; cuando recuerda toda, toda es memoria; cuando toda quiere, toda es voluntad; cuando toda piensa, toda es pensamiento, cuando toda ama, toda es amor. En realidad, puede pensar en parte, y amar en parte.

El alma tiene afecciones con las cuales se realiza en las virtudes. Por ejemplo el dolor de los pecados, el temor de los suplicios, el deseo de las promesas, el gozo de los premios son algunos ejercicios de las virtudes. También tiene virtudes, por las cuales es instruida y es armada contra los vicios. Por la prudencia en verdad sabe qué debe hacer; la templanza para moderar los éxitos, la fortaleza para las adversidades, la justicia con la cual sabe lo que debe dar a cada uno. Prudencia es saber de qué es capaz; la fortaleza es hacer lo que pueda; la templanza es no presumir de lo que no puede; la justicia es no pretender más de lo que pueda. 

La prudencia está en lo que se debe elegir; la fortaleza en lo que se debe tolerar; la justicia con lo que se debe distribuir. Propio de la prudencia es no desear nada de lo cual haya que arrepentirse, y no querer hacer nada fuera de lo que es justo. Lo propio de la templanza es no temer nada a no ser lo pecaminoso, y dirigir cuanto hacemos y pensamos según la norma de la razón. Lo propio de la fortaleza es no solamente reprimir las ambiciones terrenas, sino olvidarlas por completo. 

Lo propio de la justicia es ordenar todo pensamiento del alma a Dios solo, y mirarlo con los ojos del alma como si no existiera nada más. También tiene el alma virtudes sacramentales con las que se inicia, a saber: la fe, la esperanza, el sacramento del bautismo, la unción, la confirmación, y el orden con que se consagra a Dios. Tiene, además, virtudes con las que progresa y se une a Dios, como son: la humildad, la pobreza, la caridad. La humildad somete el alma a Dios, la pureza la acerca a Dios, y la caridad la une.

Además, el alma tiene energías por las que se une al cuerpo: la primera es la natural, la segunda la vital, la tercera la animal. Y como Dios trino y uno, verdadero y perfecto lo abarca todo, lo llena todo, lo sostiene todo, todo lo desborda, todo 10 envuelve, así el alma con estas tres fuerzas se difunde por todo el cuerpo, no con ocupación local, sino con intensidad vital. Veamos: la energía natural trabaja en el hígado, la sangre y todos cualesquiera humores que por las venas se transmiten a todos los miembros del cuerpo para que con ellos se desarrollen y alimenten. Esta energía es cuádruple. En efecto, se divide en apetitiva, retentiva, expulsiva y distributiva. 

Apetitiva, porque apetece cuanto es necesario al cuerpo. Retentiva, porque retiene cuanto ha tomado, hasta que con todo ello se realiza una digestión útil. Expulsiva, porque expulsa o excreta lo que es nocivo y superfluo. Distributiva, porque distribuye por todos los miembros los buenos humores de la alimentación buena, según conviene a cada uno. Todos los animales tienen estas energías; y por eso parece que son del cuerpo, y no del alma.


-PARTE XXI-


La energía vital está en el corazón, la cual para templar el fervor del corazón aspirando y espirando el aire, da la vida y la salud a todo el cuerpo. Realmente impulsa la sangre purificada por el aire puro por todo el cuerpo mediante las venas del pulso, que se llaman arterias. Por el movimiento de éstas los físicos conocen la templanza y destemplanza del corazón.

La misma Sor Ana Catalina Emmerick, nos dice,  lo siguiente: En Sichar-Kedar vió el estado de un alma de un difunto. La presenció sobre el lugar de su muerte. "La vi sobre el lugar de su muerte, en un círculo, en una esfera donde se le mostraban cuadros de todos sus pecados, y todas las consecuencias que de esos pecados se derivan; y esto consumía y devoraba de pena esa alma. He visto también todos los castigos que debía sufrir por sus pecados, y recibió en ese estado una vista de los dolores de Jesús satisfactorios de las culpas cometidas. 

Mientras esa alma estaba así desgarrada por el dolor y pronta para entrar en el castigo, Jesús oró y llamó a esa alma, con el nombre Nazar, que así se llamaba el hombre, para que volviera a entrar en su cuerpo. Dijo a los presente: "En cuanto lleguemos encontraremos a Nazar sentado y con vida". Yo vi las palabras de Jesús y a esa alma volar al cuerpo, estrecharse la esfera y entrar en su boca; vi al hombre levantarse al punto y sentarse en su cajón. 

Yo veo siempre al alma humana como posando sobre el corazón, de donde parten infinidad de hilos o líneas a la cabeza. Nazar, envuelto en las telas de la sepultura, con las manos atadas, sentado en su cajón, su mujer le desató las manos, y él se levantó del cajón, se echó a los pies de Jesús y quería abrazar sus rodillas. Jesús se apartó, le mandó que fuese a lavarse, a purificarse y a mantenerse oculto en la casa, hasta que Él se alejase, y a no hablar de la resurrección. La mujer lo llevó a un lugar oculto de la casa donde se lavó y se vistió.

El sarcófago fué guardado en el sótano. Jesús enseñó allí hasta entrada la noche. Al día siguiente Jesús lavó los pies a Nazar y lo amonestó a cuidar más de su alma que de su cuerpo y a reparar todas las injusticias".

Una cosa es en nosotros aquello por lo que percibimos los cuerpos, lo cual hacemos con los cinco sentidos del cuerpo. Otra cosa aquello por lo que conocemos no los cuerpos, sino las cosas semejantes a los cuerpos, donde también nos vemos a nosotros mismos no de otro modo que semejantes a los cuerpos. Y otra cosa aquello por lo que ni conocemos los cuerpos ni las semejanzas de los cuerpos, sino aquellas cosas que no tienen imágenes semejantes a sí, como es Dios y la misma mente racional, sea la inteligencia, sea la razón: como también las virtudes, prudencia, justicia, castidad, caridad, piedad y cualesquiera otras que sean a las que entendiendo y pensando enumeramos, discernimos y definimos.

Pues el alma no es cuerpo, porque no toda semejanza del cuerpo es cuerpo. En efecto, estando durmiendo pueden aparecer sueños bajo la forma de cuerpo, que no es tu cuerpo, sino tu alma; ni es un verdadero cuerpo, sino la semejanza de tu cuerpo. Pues descansará tu cuerpo, y deambulará tu alma. Callará la lengua de tu cuerpo, y hablará ella. Estarán cerrados tus ojos y verá ella. Y así por ella se verá toda e íntegra la semejanza de tu carne. 

En esta semejanza discurre por lugares conocidos y desconocidos, y siente las cosas alegres y las cosas tristes. Hasta el alma de un muerto, como de un durmiente, siente, en la misma semejanza de su cuerpo, las cosas buenas y las cosas malas: sin embargo, no son corporales, sino semejantes a las cosas corporales, que las almas, despojadas de los cuerpos, sienten, bien o mal, cuando ellas mismas se aparecen semejantes a cuerpos; y con todo hay verdadera alegría y verdadera molestia, causada desde la substancia espiritual. 

Sin ninguna duda que hay en nosotros una substancia espiritual, donde o se forman las semejanzas de las cosas corporales o se asimilan las semejanzas formadas, bien cuando tocamos las cosas presentes con algún sentido del cuerpo, y a continuación su semejanza es formada en el espíritu, y es guardada en la memoria, bien cuando pensamos en las cosas ausentes que ya conoció y en las cosas que aún no hemos conocido, para que de allí se forme como un discernimiento espiritual. 

Además, fingimos según nuestro albedrío y opinión innumerables cosas, que o no existen o que ignoramos su existencia. También giran formas innumerables y variadas de cosas en nuestro ánimo, bien cuando hacemos algo, bien cuando lo vayamos a hacer; incluso el alma es solicitada por algún espíritu rapaz hacia la visión de cosas ya buenas ya malas. Hasta por la excesiva preocupación del pensamiento o por algún ataque de enfermedad, como suele ocurrir a los frenéticos a causa de la fiebre, o por la intervención de algún espíritu sea bueno sea malo, se manifiestan a veces imágenes de las cosas corporales en el espíritu, a la manera como los cuerpos son presentados a los sentidos del mismo cuerpo, pero de tal modo que las cosas ausentes aparecen como presentes, y las que no son como si estuviesen ante los ojos. 

Así los durmientes ven muchas cosas, que o bien nada significan o bien significan algo. En consecuencia, muchas veces las imágenes de las cosas corpóreas se presentan con tanta expresión en los sueños, como los mismos cuerpos a los que están despiertos, que no se llega a distinguir entre la visión de los que están dormidos y la verdadera intervención de los que están despiertos; sino que a continuación la carne se mueve por su influencia, y en contra de su propósito parece acomodarse hasta en contra de las costumbres lícitas, y lo que está acumulado naturalmente es excretado por las vías naturales.

Los castos, que están despiertos, cohíben y refrenan esos movimientos, en cambio, los que están dormidos no pueden hacerlo, porque no tienen en su poder la represión de la imagen corporal por la cual se mueve la carne habitualmente; y se sigue lo que suele provocar semejante movimiento: que quienes están despiertos no lo puedan realizar sin pecado. Así aparecen también las imágenes de cosas corporales en el espíritu, y muchas son representadas a voluntad, y otras se presentan fuera de su albedrío.

Por tanto, la propia alma que por su propia iniciativa está siempre en movimiento, porque no se le permite por medio del cuerpo o no se le permite plenamente sentir las cosas corporales o dirigir la fuerza de su intención hacia las cosas corporales, dormido el cuerpo, ella misma con el espíritu activa las semejanzas de las cosas corporales, así como también por sí misma o bien acostumbra a dar vueltas a las imágenes de los cuerpos o bien cuando, enajenada por algún espíritu, contempla las imágenes ofrecidas para verlas.

La naturaleza del alma es invisible, por eso está en el cuerpo invisiblemente y sale del cuerpo invisiblemente. Ve los cuerpos por medio del cuerpo, como el cielo y la tierra, y las cosas que hay en ellos, visibles a nuestros ojos. Y con el espíritu ve las semejanzas de los cuerpos. Porque todo lo que no es cuerpo y, sin embargo, sí que es algo, con razón se le dice ya espíritu. 

Por lo mismo el alma es arrebatada por cierta fuerza oculta y espiritual para que, en vez de los cuerpos, vea en el espíritu las semejanzas expresas de las cosas corporales, pero con el entendimiento ve aquellas cosas que ni tienen las energías, ni las formas de los cuerpos, como es la justicia y la sabiduría o la misma mente y toda disposición buena del alma. Son manifiestos estos tres géneros de visiones. El primero corporal, por el cual los cuerpos son sentidos a través de los sentidos del cuerpo. El segundo espiritual, por el cual son distinguidas las semejanzas de los cuerpos con el espíritu, no con la mente. El tercero intelectual, por el cual son contempladas aquellas cosas que ni tienen cuerpos, ni formas de los cuerpos.

-PARTE XXII-


Si se dice que Satanás invade la mente de alguien, principalmente el corazón, ciertamente no es entrando en él, y en su sentido; sino incitando con fraude o iniquidad, y con toda la malicia, y seduciendo a la malicia, por medio de pensamientos y los incentivos de los vicios de que el mismo está lleno, en cuanto que es mentiroso, desvergonzado y burlón fraudulento de las almas. En efecto, el diablo no invadirá a nadie ni se hace su ocupante, como algunos creen, por la participación de la naturaleza o de la sustancia, sino que por la mentira, el engaño y la malicia, se dice que habita en aquel a quien invade. Porque entrar y llenar la naturaleza o la sustancia que creó solamente es propio de la Trinidad.

Los demonios superan fácilmente la insensibilidad de los cuerpos terrenos, tanto por la agudeza del sentido como por la celeridad del movimiento del cuerpo aéreo; y se adelantan a advertir algunas cosas pensadas, que embelesan a los hombres por la torpeza del cuerpo terreno. Y se añade a favor de los demonios que, durante tan largo tiempo como llevan viviendo, tienen una experiencia de las cosas mucho mayor que la que pueden adquirir los hombres en la brevedad de su vida. Por esta razón predicen algunas cosas futuras, y hacen cosas maravillosas, con las cuales atraen y seducen a las personas humanas, como a través de la reencarnación, con todo su relativismo y populismo.

De ahí el que algunas mujerzuelas engañadas en pos de Satanás y seducidas con las ilusiones y los fantasmas de los demonios, creen y confiesan que ellas por las noches cabalgan con Diana, la diosa de los paganos, y con Herodías y Minerva y con una ingente recua de mujeres, que obedecen sus órdenes. Porque Satanás, que se transfigura en ángel de luz, cuando capta la mente de cualquier mujerzuela y la subyuga para sí por la infidelidad, allí se transforman en las especies y semejanzas de diversas personas, y, engañando a la mente que en los sueños retiene cautiva, va mostrándoles por cualesquiera despropósitos ya cosas alegres, ya cosas tristes o bien personas conocidas o bien desconocidas. 

Y como esto lo sufre solo un espíritu infiel, piensa que le sucede eso no en el alma, sino en el cuerpo; de ahí el que esté demasiado entristecido y embotado, porque cree que todo eso que se hace en el espíritu, le sucede también en el cuerpo: como cuando Ezequiel y otros Profetas, lo mismo que el evangelista Juan y otros apóstoles, tuvieron visiones en el espíritu, y no en el cuerpo.





 

 

CATÓLICO MEMORÁNDUM PROFÉTICO