¡LA SANTA FAZ DE JESÚS, NUESTRO SEÑOR!

 


"La escolta entró en una calle larga, que torcía un poco a la izquierda, y que estaba cortada por otras transversales. Muchas personas bien vestidas se dirigían al templo; pero algunas se retiraban a vista de Jesús, por el temor farisaico de contaminarse: otras mostraban alguna compasión. Habían andado unos (200) doscientos pasos desde que Simón ayudara a Jesús a llevar la cruz, cuando una mujer de elevada estatura y de aspecto imponente, llevando de la mano a una niña, salió de una hermosa casa situada a la izquierda, y se puso delante.

Era Serafia, mujer de Sirac, miembro del Consejo del templo, que llamó Verónica, de Vera Icon (verdadero retrato), a causa de lo que hizo ese día. Serafia había preparado en su casa un excelente vino aromatizado, con la piadosa intención de dárselo a beber al Señor en su camino de agonía. Salió a la calle, cubierta con su velo; tenía un lienzo sobre sus hombros; una niña de nueve años, que había adoptado, estaba a su lado, y escondió, al acercarse la escolta, el vaso lleno de vino. 

Los que iban delante quisieron rechazarla; mas ella se abrió paso en medio de la multitud, de los soldados y de los alguaciles: llegó hasta Jesús, se arrodilló, y le presento el lienzo extendido, diciendo: «Permitidme que limpie la cara de mi Señor», El Señor tomó el paño, lo aplicó sobre su cara ensangrentada, y se lo devolvió, dándole las gracias.

Serafia, después de haberlo besado, lo metió debajo de su manto, y se levantó. La niña alzó tímidamente el vaso de vino hacia Jesús; pero los soldados no permitieron que bebiera. La osadía y la prontitud de esta acción habían excitado un movimiento en la multitud, por lo que se paró la escolta cerca de dos minutos, y Verónica había podido presentar el sudario. 

Los fariseos y los alguaciles, irritados de esta parada, y, sobre todo, de este homenaje público rendido al
Salvador, pegaron y maltrataron a Jesús, mientras la Verónica entraba en su casa. Apenas había penetrado en su cuarto, extendió el sudario sobre la mesa que tenía delante, y cayó sin conocimiento. La niña se arrodilló a su lado llorando.

Un amigo que venía a verla la halló así al lado de un lienzo extendido, en que la cara ensangrentada de Jesús veíase estampada de un modo maravilloso. Se sorprendió con ese espectáculo; la hizo volver en si, y le mostró el sudario, delante del cual ella se arrodilló, llorando y diciendo: «Ahora lo quiero dejar todo, pues el Señor me ha dado un recuerdo». 

Este sudario era de lana fina, tres veces mas largo que ancho, y se llevaba habitualmente alrededor del cuello: era costumbre ir con un sudario semejante a socorrer los afligidos o los enfermos, y limpiarles la cara en señal de dolor o de compasión. Verónica guardó siempre el sudario a la cabecera de su cama. Después de su muerte fue para la Virgen, y después para la Iglesia por intermedio de los apóstoles.

Serafia era prima de Juan Bautista, pues su padre y Zacarías eran hijos de dos hermanos. Cuando María, a la edad de cuatro años, fue llevada a Jerusalén para formar parte de las vírgenes del templo, Joaquín y Ana se hospedaron en casa de Zacarías. Se hallaba en ella Serafia, que tenía lo menos cinco años más que la Virgen, y asistió a su casamiento con San José.

Era también parienta del viejo Simeón, que profetizó entonces la presentación de Jesús en el templo, y estaba unida con sus hijos desde su infancia. Estos tenían, como su padre, un vivo deseo de la venida del Mesías, y también lo tenía Serafia.

Cuando Jesús, de edad de doce años, se quedó en Jerusalén para enseñar en el templo, Serafia, que estaba todavía soltera, le enviaba su comida a una pequeña posada a un cuarto de legua de Jerusalén, en que permanecía cuando no estaba en el templo, y adonde María poco después de la Natividad, viniendo de Belén para presentar a Jesús en el templo, se había detenido un día y dos noches en casa de dos ancianos. 

Eran esenios, que conocían a la Sagrada Familia. Esta posada era una fundación para los pobres: Jesús y los discípulos venían con frecuencia a alojarse en ella. Serafia se casó tarde; su marido, Sirac, era descendiente de la casta Susana: era miembro del Consejo del templo, Al principio era muy opuesto a Jesús, y su mujer tuvo mucho que sufrir de él a causa de su amor al Salvador. 

José de Arimatea y Nicodemo lo redujeron a mejores sentimientos, y permitió a Serafia que siguiera a Jesús. En el juicio en casa de Caifás se declaró en favor de Jesús con José y Nicodemo, y, como ellos, se separó del Sanedrín. Serafia era mujer de mas de cincuenta años: en la entrada triunfal del Domingo de Ramos la vi desatar su velo y echarlo en el camino por donde pasaba el Salvador. Este mismo velo fue el que presento a Jesús en esta marcha todavía más triunfante para limpiarle el rostro adorable, y que le hizo dar, a la que lo poseía, el nuevo nombre de Verónica", Cf. La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, Sor Ana Catalina Emmerick, Tomo y X- XI, Capítulo XXXIV y XLIV, Verónica, el Sudario Milagroso y la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, Pág., 190. 

El propio nombre de Verónica, según algunos investigadores, parece hacer referencia a este otro sudario especial, ya que significaría "verdadera imagen, con el rostro golpeado, del Señor Jesús", resultado de la combinación del adjetivo latino "verdadero" y el sustantivo griego "icono" o "imagen".

A esta interesante reliquia le rodean numerosas incógnitas, misterios y dramas que durante siglos han sido objeto de estudio e investigación por parte de varios expertos de varios países.

Cuando se construía la nueva Basílica de San Pedro de Roma-Italia, el manto o sudario, de la Verónica fue trasladado por el Papa Urbano VIII (1590) a una de las cuatro capillas de los pilares que sostienen la cúpula.

Posteriormente el paño fue hurtado y vendido de forma ilegal. Existen quienes sostienen que dicho delito sacrílego se realizó en el siglo XV durante la demolición de la basílica medieval, aunque otros estudiosos defienden que el hurto tuvo lugar en el saqueo de Roma en el año de 1527.

Cabe mencionar que durante años el Estado Vaticano hizo copias del Velo de la Verónica, las mismas que fueron enviadas a iglesias particulares y a príncipes católicos. De ser así, el rastro del sudario, se perdió.

Tras su desaparición fueron muchas las historias, especulaciones y leyendas que se erigieron en torno a la reliquia, provocando que numerosas iglesias de diferentes lugares y naciones aseguren, al día de hoy, albergar el verdadero Rostro de Jesús de Nazaret. Entre estos sitios se encuentran el Santuario del Volto Santo de Manoppello, el Monasterio de la Santa Faz de Alicante, y el de la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Jaén.


Parece que dos de los Santos Rostros, en realidad corresponden a una pintura rudimentaria exquisita el primero y un paño con la sangre del Señor el otro, guardado con motivo de su deposición de la Cruz. Y, el tercero, como el que más se aproxima, al rostro, de la Sábana Santa. Esta reliquia con la santa faz, ha sido sometida a exigentes y diversos estudios, incluidos exámenes con escáner digital, confirmando que sobre el tejido no hay rastros de color ni de pigmentos.


Los estudios indican que la reliquia es una tela hecha de un lino muy fino, fabricado con biso (una fibra natural obtenida de los filamentos que segregan ciertos moluscos para adherirse a las rocas), en el que aparece el rostro del Redentor y que además, es técnicamente imposible pintar este tipo de tejido, realizado a partir de filamentos de Pinna nobilis. No se encuentra ningún pigmento de pintura en el velo. La aparición del rostro en el velo sigue siendo un misterio que destaca lo inexplicable o hasta lo milagroso.

El santo velo de Serafia representa la misma cara del Santo Sudario, la de Jesús de Nazaret. Pero la Sábana Santa lo representa muerto, mientras que el velo lo representa vivo, ¡con las mismas heridas en el rostro, golpeado, sudado, escupido, sucio y ensangrentado! Es un lienzo, tipo oriental, delicado como una tela de araña, pequeño y transparente. 

En el año 704 después de Cristo, el tejido casi inmaterial fue transportado desde Constantinopla y asegurado en la ciudad de Roma, por cristianos piadosos. Y allí, en la Basílica de San Pedro, este tesoro permaneció durante nada menos que 820 años. En el 2004, se descubrió que la tela era precisamente seda de mar, un antiguo tejido precioso que no se puede pintar. Y al igual que con la Sábana Santa, se han hecho muchos intentos para exponerla como falsa, pero siempre han fracasado.

La Sabana Santa, también conocida como el Sudario de Turín (Italia), es otra clase de tela de lino que  nos muestra a todas luces, la imagen del cuerpo y rostro del Señor Jesús. En este Sudario, se pueden ver los siguientes rasgos del Hombre - Dios:



La imagen de una figura humana real con su dorsal y frontal. Tonos de decoloración en la frente, la nariz o el pecho. Puntos sangrantes en los pies, piernas o rodillas. La Sábana Santa es una reliquia que la cristiandad atribuye a la tela con la que cubrieron el cuerpo de Jesús después de la crucifixión. Revelación que aparece en la santa escritura. La Iglesia Católica considera la Sábana Santa como una pieza genuina y un símbolo que recuerda al Cristo histórico y de la fe.






A partir de esta gran reliquia especial se han creado diversas representaciones del Mesías, entre nosotros, como una escultura hiperrealista hecha de látex, silicona y otros materiales. También se ha usado la Inteligencia Artificial para recrear el rostro de Jesús a partir del Sudario de Turín, con toda la presición posible y a tal punto, que se parece bastante, a las fotos milagrosas, que el Divino Maestro, nos ha regalado, a traves de los últimos tiempos y con testimonios inspirados por el Paráclito.


Dentro de estas últimas evidencias históricas, tenemos la carta escrita por Poncio Pilatos a Tiberio César donde describe a Jesús, escrita aproximadamente en el año 32, en la que éste menciona a Jesús de Nazaret y un encuentro privado que tuvo con él. El original de esta carta se conserva en la Biblioteca del Vaticano en Roma, y pueden solicitarse copias de la misma a la Biblioteca del Congreso en Washington, con una petición especial. En su calidad de carta del procurador romano de Judea al emperador en Roma, este documento es considerado como oficial. Su texto íntegro es el siguiente:

A TIBERIO CÉSAR

Apareció en Galilea un hombre joven, que en nombre del Dios que lo envió, predicaba humildemente una nueva ley. Primero temí que su intención fuera sublevar al pueblo contra los romanos. Pero pronto se borraron mis sospechas. Jesús de Nazaret habló más bien como un amigo de los romanos, que no de los judíos.

Cierto día observé en un grupo de personas a un hombre joven que, apoyado en el tronco de un árbol, hablaba tranquilamente a la multitud que le rodeaba. Se me dijo que era Jesús. Esto podía haberlo supuesto fácilmente, por la gran diferencia que había entre él y aquellos que le escuchaban. Su pelo rubio y su barba le confirieron a su apariencia un aspecto celestial. Parecía tener unos treinta años. Nunca antes había visto una faz más amable o simpática. Qué diferencia tan grande había entre él y los que le escuchaban, con sus barbas color avellana y su tez clara.

Como no deseaba molestarle con mi presencia, proseguí mi camino, indicándole sin embargo a mi secretario que se uniera al grupo y escuchara. Más tarde mi secretario me informó que jamás había leído en las obras de los filósofos nada que pudiera compararse con las enseñanzas de Jesús. Me informó que Jesús no era seductor ni agitador. Por ello decidimos protegerle. Era libre de actuar, de hablar y de reunir al pueblo. Esta libertad ilimitada provocaba a los judíos, los indignaba y los irritaba; no a los pobres, sino a los ricos y poderosos.

Más tarde escribí una carta a Jesús y le pedí una entrevista con él en el Pretorio. Acudió. Cuando el nazareno apareció, estaba yo dando precisamente mi paseo matinal y al mirarle, mis pies parecían aferrados con correas de hierro al piso de mármol, temblando yo con todo el cuerpo cual un ser culpable, a pesar de que él estaba tranquilo. Sin moverme, admiré durante algún rato a este hombre excepcional. Nada había en él ni en su carácter que fuera repulsivo; pero en su presencia sentí un profundo respeto. Le dije que él y su personalidad estaban rodeados de una contagiosa sencillez que le situaba por encima de los filósofos y maestros de su tiempo. A mí y a todos nos causó una honda impresión debido a su amabilidad, sencillez, humildad y amor.

Éstos, noble soberano, son los hechos que atañen a Jesús de Nazaret. Y me tomé tiempo para informarte de los pormenores acerca de este asunto. Opino que un hombre que sabe transformar el agua en vino, que cura a los enfermos, que resucita a los muertos y apacigua a la mar embravecida, no es culpable de un acto criminal. Y como otros han dicho, debemos admitir que es realmente el hijo de Dios.

Tu obediente servidor,

Poncio Pilato

Seguidamente, existe una carta de Publio Lentulo, gobernador de Judea, que fue el antecesor de Poncio Pilatos, traducida de su original en latín, que se conserva en casa de S. S. Cesarini, en Roma, y de la cual existen copias en la Biblioteca de Madrid y otra en la Biblioteca de los Lazaristas en Roma.

CARTA DE PUBLIO LENTULO A CESAR

"Tengo entendido, oh, ¡César! (...), hay por aquí un hombre que practica grandes virtudes, y se llama Jesús, a quien las gentes tienen por un gran Profeta y sus discípulos dicen que es el Hijo de Dios. (...).


"Todos los días se oyen cosas maravillosas de este hombre; resucita a los muertos y sana a los enfermos con una sola palabra. Es un hombre de buena estatura, hermoso rostro y tanta majestad brilla en su persona que, cuantos le miran, se ven obligados a amarlo. Sus cabellos son de color de avellana no madura, extendidos hasta las orejas y, sobre las espaldas, son del color de la tierra, pero muy resplandecientes. La nariz y los labios no pueden ser tachados de defecto alguno: la barba es espesa y semejante al cabello, algo corta y partida por en medio. (...)


"Tiene los ojos como los rayos del sol, y nadie puede mirarle fijamente al rostro por el resplandor que despide (...). Tiene las manos y los brazos muy bellos. Su conversación agrada mucho, pero se le ve muy poco y, cuando se presenta, es modestísimo en su aspecto; en fin, es el hombre más bello que se puede ver e imaginar; muy parecido a su madre, que es la mujer más hermosa que se ha visto por estas tierras. Si Vuestra Majestad, ¡Oh César!, desea verlo, como me escribiste en cartas anteriores, dímelo, que no faltará ocasión para enviarlo. En letras asombra a toda la ciudad de Jerusalén. Él nunca ha estudiado, pero sabe todas las ciencias. Muchos se ríen al verlo, pero en su presencia callan y tiemblan. Dicen que jamás se ha visto ni oído a hombre semejante. (...). Algunos se quejan de que es contrario a vuestra Majestad. Me veo molestado por estos malignos hebreos. ( ...).

"En Jerusalén, (…) séptima, luna undécima."

CARTA DE PUBLIO LENTULO A OCTAVIO

Lentulo a Octavio, salud.

En nuestros tiempos ha aparecido y existe todavía un hombre de gran virtud llamado Jesús Cristo y por las gentes Profeta de la verdad.

Sus discípulos le apellidan Hijo de Dios, el cual resucita a los muertos y sana a los enfermos.

Es de estatura alta, más sin exceso [(Según la Sábana Santa,  1,81 metros)], un israelita muy alto en su época; gallardo; su rostro venerable inspira amor y temor a los que le miran; sus cabellos son de color de avellana madura y lasos, o sea lisos, casi hasta las orejas, pero desde éstas un poco rizados, de color de cera virgen y muy resplandecientes desde los hombros lisos y sueltos partidos en medio de la cabeza, según la costumbre de los nazarenos.

La frente es llana y muy serena, sin la menor arruga en la cara, agraciada por un agradable sonrosado. En su nariz y boca no hay imperfección alguna.


Tiene la barba poblada, mas no larga, partida igualmente en medio, del mismo color que el cabello, sin vello alguno en lo demás del rostro. Su aspecto es sencillo y grave; los ojos garzos, o sean grises y azules claros. Es terrible en el reprender, suave y amable en el amonestar, alegre con gravedad. Jamás se le ha visto reír; pero llorar sí. La conformación de su cuerpo es sumamente perfecta; sus brazos y manos son muy agradables a la vista. En su conversación es grave, y por último, es el más singular y modesto entre los hijos de los hombres.
 
CARTA DE PUBLIO LÉNTULO A OCTAVIO

Publius Lentulus, gobernador de Judea, al César romano:

He sabido ¡oh César! que deseas tener noticias detalladas respecto a ese hombre virtuoso llamado Jesús, a quien el pueblo considera como Profeta, y sus discípulos como Hijo de Dios y creador del cielo y de la tierra.

El hecho es que todos los días se oyen contar de él cosas maravillosas, sana a los enfermos y resucita a los muertos. Este hombre es de mediana estatura [(unos 1,80 metros de altura)] y su fisonomía se halla impregnada a la vez de una dulzura y de una dignidad tal, que quien le mira se siente obligado a amarle y a temerle a un mismo tiempo.


Su cabellera hasta la altura de las orejas es del color de la nuez madura, y desde ahí hasta los hombros, de un color claro y brillante, hallándose dividida en dos partes iguales por una raya, al estilo de los nazarenos. La barba, de un mismo color que la cabellera, es rizada y partida; sus ojos, severos, tienen el brillo de un rayo de sol y nadie puede mirarle de frente.

Cuando reprende inspira temor, pero al poco tiempo las lágrimas asoman a sus pupilas; hasta en sus rigores es afable y bondadoso. Dícese que jamás se le ha visto reír, y en cambio llora con frecuencia. Sus manos son bellas como sus brazos. Todos encuentran su conversación agradable y seductora. Pocas veces se le ve en público, y cuando aparece, se presenta con singular modestia. Su aire es muy distinguido y bellas sus facciones; no es extraño, pues su madre es la mujer más hermosa que se ha visto en este país.

Si quieres conocerle ¡oh César!, según ya me lo han dicho una vez, dímelo y te lo enviaré.

Aun cuando no ha seguido estudios, conoce todas las ciencias. Anda descalzo y lleva la cabeza descubierta. Muchos se ríen al verle desde lejos, pero al acercarse a él se sienten poseídos de respeto y admiración. Los hombres dicen no haber visto jamás un hombre semejante, ni haber oído una doctrina como la suya. Muchos creen que es un Dios, otros aseguran que es tu enemigo ¡oh César! Dícese que jamás ha hecho daño a nadie, y que, por el contrario, se esfuerza en hacer feliz a todo el mundo".


En Católico Memorándum Profético encontramos estas evidencias maravillosas, impactantes y parecidas, pero cada quien puede sacar sus propias conclusiones, libremente. No importando si cree o no cree, en cada una de ellas. 

La Biblia no describe físicamente a Jesús. Pero ciertos pasajes, nos ayudan, a imaginarnos, de como era
su persona.  “Y Jesús crecía en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”, San Lucas 5:52. Es el único evangelista que incluye la historia de Jesús a los doce años, que responde a la pregunta de cómo era Jesús de Nazaret de niño.



Los evangelios sinópticos incluyen el relato de la transfiguración de Jesús, durante la cual fue glorificado: "Mientras rezaban, la apariencia de Jesús cambió y sus vestiduras se volvieron de una blancura fulgurante”, Mateo 17. Y, en el Apocalipsis 1:  "Su rostro era como el sol cuando brilla en todo su esplendor. Al verlo, caí a sus pies como muerto; pero él, poniendo su mano derecha sobre mí, me dijo: ¡No tengas miedo! Yo soy el Primero y el Último".


San Juan, dice que Jesús viajó de Galilea a Jerusalén sin que nadie lo reconociera, Capítulo 7. San Lucas, escribe que pudo escapar fácilmente de una multitud porque tenía la misma apariencia que los que estaban allí, Capítulo 4.  San Mateo indica que Jesús era un hombre fuerte. Caminó muchísimos kilómetros en su ministerio, Capítulo 9.















De acuerdo con las visiones de la beata Sor Ana Catalina Emmerick, "Jesús era una persona admirable que inspiraba extrañeza:  Tenía una mirada incierta, de soslayo, como si mirara a lo lejos.  Su presencia era algo que no se podía explicar... Jesús tenía el pecho ancho, los brazos robustos; sus manos bellas, y, sin ser delicadas, no se parecían a las de un hombre que las emplea en penosos trabajos. Su cabeza era de una hermosa proporción, su frente alta y ancha; su cara formaba un lindo óvalo; sus cabellos, de un color de cobre oscuro, no eran muy espesos".







Entre las particularidades del rostro de Nuestro Señor Jesucristo que aparece entre las fotos milagrosas, se destaca su piel judía, los ojos grandes y de color miel, el abundante pelo de tono avellana, nariz alargada y estructura facial delgada y ovalada.





Históricamente, la imagen de Jesucristo ha sido retratada como la de un hombre caucásico con pelo castaño casi rubio y ojos azules, a pesar de ser originario de oriente medio, un lugar donde la etnia es distinta.

La investigadora y profesora del Departamento de Teología y Estudios Religiosos del King's College de Londres, Reino Unido, la historiadora neozelandesa Joan E. Taylor, llegó a conclusiones similares sobre la fisonomía o la faz de Jesús: “Los judíos de la época eran biológicamente similares a los judíos iraquíes de hoy en día, así que creo que [(Jesús)] tenía cabello marrón oscuro a negro, ojos castaños, piel morena, un hombre típico de Oriente Medio...  Para el mundo romano, la apariencia aceptable para un hombre era que llevara la barba afeitada y el cabello corto. Aunque en la antigüedad, los filósofos probablemente se dejaban la barba larga".


El Santo Sudario de Turín, o Sábana Santa con la Faz Divina del Maestro de Maestros, el Señor Jesús, es un objeto que ha generado muchas conclusiones a lo largo de los años, entre ellas: La imagen de la tela es la de un hombre real, flagelado y crucificado. La imagen es el resultado de la oxidación, la deshidratación y la conjugación de la estructura de los polisacáridos de las microfibras del lino. La imagen es no un artefacto medieval y si una reliquia sagrada. La tela podría ser significativamente más antigua, posiblemente datando del siglo I d.C. 

Algunas de las características de la imagen son: Los colores están invertidos respecto de una imagen óptica habitual. La pigmentación es más intensa en el rostro que en el cuerpo. Los contornos de la imagen son imprecisos. La imagen dorsal es unos centímetros más ancha y más larga que la frontal. La separación entre la imagen anterior y la posterior es de 12 a 18 cm.

El interés científico por la Sábana Santa nació a finales del siglo XIX, en 1898, cuando en las primeras fotografías, realizadas por Secondo Pia, resultó evidente que parte de las imágenes impresas en la tela de lino tienen características parecidas a las de un negativo fotográfico. En 1931, Giuseppe Enrié fotografió el famoso Sudario y obtuvo una imagen tridimensional de él. 

En 1977, Max Frei, estudioso de botánica, anunció el descubrimiento en la Sábana Santa de gránulos de polen pertenecientes a especies vegetales que existen en Oriente Medio, pero no en Europa. Algunos de los pólenes encontrados por el investigador, en la Síndone: 1. Anabasis Aphylla I. Planta desértica, salina (halofita). Jerusalén. 2. Acacia Albida Del. Planta desértica. Muy frecuente en el Valle del Jordán y cercanías del Mar Muerto. Jerusalén. 3. Atraphaxis spinosa L. Planta de parajes pedregosos. Recogida en Urfa (antigua Edessa de Siria). 4. Linum micronatum. Planta de las estepas calcáreas. No existe en Europa. Urfa y Jerusalén.

De igual forma. Se han encontrado microcitos en la Sábana Santa que indican que Jesucristo sufrió dificultades respiratorias en la cruz. Se ha detectado sangre de tipo A y B con partículas de radiación, como partículas Beta y rayos gamma. Este tipo de sangre, concuerda con la sangre de los milagros eucarísticos y de algunas imágenes católicas, que exudan sangre y lágrimas humanas, como aceite también. 

El primer dato absolutamente cierto, demostrado por estudios diferentes e independientes, es, pues, que el revestimiento rojo de los hilos de lino en correspondencia con las heridas es sangre humana del grupo AB. Este resultado lo confirman investigaciones con microespectroscopio, la cromatografía y la reacción a la bencidina. Además, el revestimiento rojo sobre los hilos queda disuelto completamente por las proteasas. También el test de enzimas proteolíticos demostró la ausencia de colorantes. 

En correspondencia de la zona de los pies se ha encontrado un glóbulo rojo y algunas células epidérmicas humanas. La sangre contiene ADN humano masculino. La elevada cantidad de bilirrubina encontrada en la sangre indica que se trataba de una persona fuertemente traumatizada antes de la muerte, muy posiblemente, por una severa flagelación, una corona de espinas, varias caídas y hasta puñetazos.


Además, en numerosos pliegues hay evidentes componentes hemáticos típicos de las distintas fases de la coagulación: la costra (con la formación de los puentes de fibrina por parte del factor XIII) y el exudado seroso; es, pues, evidente que estas huellas se formaron por contacto directo del lino con un cadáver atlético judío. 


Los halos de suero son invisibles a simple vista, pero aparecen si se les aplica luz ultravioleta. La sangre, coagulada sobre la piel herida, ha pasado a la tela por fibrinólisis, fenómeno que provoca una lisis parcial (es decir, redisolución) de los coágulos de sangre durante las primeras treinta y seis horas de contacto.

Por lo que se refiere a la manufactura, se hiló a mano con la torcedura “Z”, difundida en el área sirio-judío en el siglo I d.C. La trama del tejido, de “espina de pescado”, nos lleva a un telar de pedal rudimentario; presenta, en efecto, saltos y errores en su composición. El tejido de espina de pescado es de origen mesopotámico o sirio.

En los hallazgos de tejidos judíos en Masada, Israel, está documentada una tipología especial de ribete, igual al que tenemos en la Sábana Santa, en el período comprendido entre el 40 a.C. y la caída de Masada, en el 74 d.C. En la Sábana Santa también hay un cosido longitudinal, idéntico al que tenemos en fragmentos de tejido procedentes de los citados hallazgos de Masada. Así pues, la técnica de fabricación y la tipología del tejido dan como indicio una datación coherente con la época de Jesús de Nazaret.

Por lo que respecta a las sustancias que durante el tiempo se han ido depositando en el santo sudario, se ha descubierto que partículas de material terroso encontradas en la Sábana Santa en correspondencia con las huellas de los pies, contienen aragonito con impurezas de estroncio e hierro; muestras tomadas en las cuevas de Jerusalén son muy parecidas.

También se ha hallado en la Sábana Santa áloe y mirra, sustancias que se usaban en el reino de judá en tiempos de Jesús para la sepultura de los cadáveres. Algunos experimentos han demostrado que los halos de aspecto aserrado dejados por el agua en la Síndone se forman solo en una tela anteriormente empapada de áloe y mirra. Toda la serie de elementos señalados apuntan a atribuir la Sábana Santa a la época y a la persona misma del Salvador, y también a confirmar algunos datos de la tradición histórica que identifica la tela con el Mandylion, la imagen del rostro de Jesús conocida en Oriente desde los primeros siglos del cristianismo.

Mandylion (palabra griega bizantina no aplicable a otro contexto), lienzo de Edesa o imagen de Edesa son distintos nombres que se dan a una reliquia cristiana consistente en una pieza de tela cuadrada o rectangular en que se habría impreso milagrosamente el rostro de Jesús, siendo por tanto el primer icono (imagen) del cristianismo. 

Según la tradición, recogida a comienzos del siglo IV por Eusebio de Cesarea,​ el rey Abgaro V de Edesa escribió a Jesús de Nazaret, pidiéndole que viniera a curarle de una enfermedad. Eusebio decía haber traducido y transcrito la carta original que se encontraba entre los documentos de la cancillería siria del rey de Edesa. En el documento de Eusebio, Jesús responde por carta, diciendo que cuando complete su misión terrenal y ascienda a los cielos, enviará a un discípulo para sanar a Abgar (y así habría hecho). La leyenda cristiana dice que el apóstol Tomás envió a Tadeo (uno de los setenta discípulos mencionados en Lucas 10:1-24) a Edesa portando una tela que llevaba impresa los rasgos faciales de Jesús, por cuya virtud el rey sanó milagrosamente. Eusebio no cuenta qué había ocurrido con el Mandylion entre el siglo I y su tiempo. 




El 15 de agosto del 944 la santa Imagen de Edesa se llevó a la Iglesia de Santa María de las Blanquernas de Constantinopla, cerca del palacio imperial del mismo nombre.​ El 16 de agosto de ese año el Mandylion fue trasladado a la capilla imperial de la Virgen del Faro, en la misma ciudad. Permaneció en Constantinopla hasta que los Cruzados saquearon la ciudad en 1204, llevándose gran parte de sus tesoros a Europa Occidental. El Mandylion está expuesto en la capilla privada del Papa en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano.










El sociólogo Francisco Borba Ribeiro Neto, coordinador del Núcleo Fe y Cultura de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, Brasil, dice que: "a lo largo de la historia, las representaciones artísticas de Jesús y de su cara raras veces se preocuparon por presentar al ser humano concreto que habitó Palestina al inicio de la era cristiana... En las iglesias católicas de Oriente, la imagen de Cristo debe seguir una serie de reglas para que transmita esa otra percepción de la realidad del personaje. Por ejemplo, lleva la cabeza en alto, con arrugas entre los ojos que sugieren sabiduría y la capacidad de ver más allá del mundo material... En las escenas con varias personas él siempre se ve más grande, lo que indica su superioridad sobre el ser humano normal; y en la cruz se le representa vivo y en la gloria, sugiriendo su resurrección... Como la Iglesia occidental no seguía tales normas, los artistas que representaron a Cristo a lo largo de los siglos lo crearon a su modo... Puede ser una figura dulce en muchas imágenes barrocas o un Cristo sufrido y martirizado como en las obras de Caravaggio o Goya... El problema de la representación fiel al personaje histórico es una cuestión de nuestro tiempo, cuando la reflexión crítica mostró las formas de dominación cultural en la representaciones artísticas... En ese sentido, el problema no es tener un Cristo rubio de ojos azules. El problema es que se piense que la divinidad debe presentarse con facciones europeas porque éstas representan a aquellos que están arriba en la escala social".


La representación de Jesús barbudo y peludo surgió en la Edad Media, durante el auge del imperio Bizantino. Como recuerda el profesor Leonaro Chevitaese, la figura de Jesucristo empezó a mostrar a un ser invencible, semejante físicamente a los reyes y emperadores de la época... Las primeras iconografías conocidas de Jesús, que datan del siglo III al VII, lo muestran como un joven apenas imberbe y de cabello corto... Parecía más un joven filósofo, un profesor, que un dios barbudo”, detalla. En la siguiente imagen, pintada en una tabla de madera durante el siglo VI, podemos observar, sus ojos castaños o miel oscuro, característicos, en otras manifestaciones:


El diseñador gráfico brasileño Cícero Moraes, especialista en reconstrucción facial forense, creó una imagen científica de Jesucristo a pedido de BBC Brasil. Moraes comenta que "ciertamente era moreno, considerando la tez de personas de aquella región y, principalmente, analizando la fisonomía de hombres del desierto, gente que vive bajo el sol intenso... Otra cuestión interesante es la cabellera de Jesús. En la Epístola a los Corintios, el apóstol Pablo escribe que ¡es una deshonra para el hombre tener pelo largo!, por lo que Jesús no habría tenido cabello largo, como suele ser retratado".


 
Esta imagen 'anterior' de Nuestro Señor Jesucristo, del siglo IV, lo muestra entre san Pedro y san Pablo. Fue pintada en las catacumbas de San Marcelino y San Pedro en la Via Labicana en Roma, cerca de una villa que perteneció al emperador Constantino. Bajo las tres figuras principales de la pintura encontramos a Gorgonio, Pedro, Marcelino y Tiburcio, cuatro mártires que habían sido enterrados en esas catacumbas y que son representados señalando al Cordero de Dios en su altar celestial, con piel morena y con pelo, algo corto. 











“Veo aparecer, dulce como un rayo de sol en día lluvioso, a mi Jesús, pequeñuelo de unos cinco años aproximadamente, todo rubio y todo lindo con un sencillo vestidito azul celeste que le llega hasta la mitad de sus bien contorneados muslos. Está jugando con la tierra en el pequeño huerto. Está haciendo montoncillos de tierra, y plantando encima ramitas, como si fueran bosques en miniatura; con piedrecitas marca los senderos. Luego intenta hacer un pequeño lago en la base de sus minúsculas colinas. José ha salido a la puerta y, silencioso, se queda un tiempo mirando todo ese trabajo que está haciendo el Niño, y sonríe. Jesús explica su trabajo y su juego, así como las dificultades que había encontrado para llevarlo a cabo. Quería hacer un lago como el de Genesaret. José observa y se interesa tomándolo todo con seriedad. Luego propone hacer él «mañana» un pequeño lago, no con el plato desportillado, sino con un pequeño recipiente de madera, bien estucado y empecinado, en el que Jesús podrá botar verdaderas barquitas de madera que José le va a enseñar a hacer.  He presenciado la primera lección de trabajo a mi Jesús. Veo la habitación (ya en Nazaret) que habitualmente usan como comedor, la misma en que María teje o cose. Bajo los árboles.  Jesús está jugando con otros dos niños de más o menos su misma edad. Son de pelo rizado, no rubios. Es más, uno de ellos es intensamente moreno: una cabecita de corderito negro que hace resaltar aún más la blancura de la piel de su carita redonda en que se abren dos ojazos de un azul tendente al violáceo; bellísimos. El otro es menos rizado y de un color castaño oscuro, tiene ojos castaños y coloración más morena, aunque con una tonalidad rosácea en los carrillos. Jesús, con su cabecita rubia, entre los otros dos, oscuros, parece ya aureolado de fulgor. Y la visión sufre una interrupción… para continuar después, en el momento de la partida de Jesús para Jerusalén a los doce años. Su figura es bellísima. Está tan desarrollado, que parece un hermano menor de su joven Madre (ya le llega a María a los hombros); su cabeza, rubia y ensortijada, de melena hasta más abajo de las orejas — ya no tiene el pelo corto, como en los primeros años de su vida — parece un casco de oro repleto de relucientes bucles laborados. Va vestido de rojo, un bonito rojo de rubí claro: una túnica que le llega hasta los tobillos dejando ver sólo los pies, calzados con sandalias; es una túnica suelta, de mangas largas y amplias. En el cuello, en los bordes de las mangas y en la base, grecas tejidas con colores sobrepuestos, muy bonitas… Veo el momento en que Jesús entra, acompañado de su Madre, en el — digámoslo así — comedor de la casa de Nazaret. Jesús tiene doce años. Es un muchacho alto, bien formado, fuerte, aunque no gordo; parece, por su complexión, más adulto de lo que realmente es; le llega ya a su Madre a la altura de los hombros. Su rostro es todavía redondeado y rosado, es todavía el rostro de Jesús niño, rostro que, con el paso del tiempo, con la edad juvenil y viril, se habrá de alargar, y tomará un cromatismo indefinido, una tonalidad como la de ciertos alabastros delicados que tienden apenas al amarillo-rosa. Sus ojos — también sus ojos — son todavía ojos de niño. Son grandes y miran bien abiertos, con una chispa de alegría perdida en la seriedad de la mirada. Pasado el tiempo, ya no estarán tan abiertos… Los párpados descenderán hasta medio cerrar los ojos, para velarle al Puro y Santo el exceso de mal que hay en el mundo. Solamente en los momentos de los milagros, o cuando ponga en fuga a los demonios o a la muerte, o para curar las enfermedades y los pecados; solamente entonces los abrirá, y centellearán, aún más que ahora. Pero, ni siquiera entonces tendrán esta chispa de alegría mezclada con la seriedad… La muerte y el pecado estarán cada vez más cerca y más presentes, y, con ambos, el conocimiento — con su faceta humana — de la inutilidad del sacrificio a causa de la voluntad contraria del hombre. Sólo en rarísimos momentos de alegría, por estar con los redimidos, y especialmente con los puros — generalmente niños — brillarán de júbilo estos ojos santos y buenos”, Cf. El Hombre-Dios, Visiones de María Valtorta, 21 de Marzo de 1944. Extractos.









El día 2 de mayo del año de 1972 el semanario italiano Domenica del Corriere, revelaba un hecho que causó singular expectativa por el carácter de la noticia que involucraba al Estado Vaticano y a un secreto que podría cambiar todo lo conocido. El medio periodístico titulaba, a plena luz pública: “Inventada la máquina que fotografía el pasado” y obtenía las declaraciones del principal inventor, Marcello Pellegrino Ernetti.

En la entrevista exclusiva de Domenica del Corriere de 1972, Pellegrino Ernetti, un respetado sacerdote benedictino de la curia romana, calificado exorcista, investigador y científico, revelaba haber construido con la participación, entre otros, de Enrico Fermi y Wernher von Braun una máquina que identificó con el nombre de Cronovisor y que según el inventor se basaría en el concepto de que las ondas sonoras y visuales son energía y, por tanto, están sometidas a las mismas leyes físicas que la materia. Igual que desde las partículas más ínfimas se puede recomponer un elemento en su forma primitiva, el artefacto sería capaz de acceder a las ondas luminosas y sonoras del pasado, reorganizándolas en las mismas imágenes y sonidos que las integraron en su origen.

Según los datos que aporta el inventor, el descubrimiento se basa en el principio de la física clásica, por el cual «la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma». Sobre el invento se habló en Julio del año 1965 en una revista religiosa de Francia “L`Heure d`Etre” y en Enero del año 1966, en la publicación italiana "Civiltá delle Macchine". Un invento como este podría revelar hechos que a muchos no les interesaría que se conocieran, ya que lo que hoy sabemos del pasado de la historia universal podría diferir totalmente con lo que nos han contado a través de los siglos, hasta el presente. Tal cual.

El presbítero Ernetti no quiso explicar minuciosamente como funcionaba el Cronovisor, pero aseguró haber obtenido fotografías de Nuestro Señor Jesucristo. Su santa faz a traves de el tiempo y el espacio. La historia del Cronovisor ha inspirado numerosas obras de ficción y teorías conspirativas. Entre ellas, que el Papa Pío XII habría controlado el proyecto desde el principio y que los estadounidenses e israelies, se habrían hecho cargo de el mismo secretamente. Verdad o mentira, no lo sabemos. Un posible y burdo montaje, con escenas de películas antiguas, nada extraño y hasta puede ser. La Iglesia Católica ha negado su existencia y ha dicho que construir una máquina que pudiera ver el pasado violaría las leyes de la física tradicional, pero ocurre, que con la mecánica cuántica, es todo lo contrario.





























CATÓLICO MEMORÁNDUM PROFÉTICO